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PAPA FRANCISCO

MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE

La vergüenza de la guerra

Martes 20 de septiembre de 2016

 

Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 38, viernes 23 de septiembre de 2016

 

«Todos hombres y mujeres de todas las religiones, iremos a Asís no para hacer un espectáculo: simplemente para orar y rezar por la paz». Antes de salir para la ciudad de san Francisco, el Papa quiso reafirmar el sentido de la peregrinación, celebrando la misa el martes 20 de septiembre, por la mañana, en la capilla de Santa Marta. «He escrito una carta a todos los obispos del mundo —afirmó— para que en sus diócesis se tengan hoy reuniones de oración, invitando a los católicos, a los cristianos, a los creyentes y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, de cualquier religión, a rezar por la paz».

Así «hoy el mundo tendrá su centro en Asís, pero estará todo el mundo rezando por la paz», dijo el Pontífice a todos, y no dejó de pedir a todos que dedicaran «un poco de tiempo, en su casa», tomando «la Biblia o el rosario», para pedir por la paz, porque el mundo está en guerra, el mundo sufre». Esta guerra, explicó Francisco, «nosotros no la vemos: se acerca a nosotros algún acto de terrorismo, nos asustamos» y «es feo, esto es muy feo». Pero «esto no tiene nada que ver con lo que sucede en esos países, en esas tierras donde día y noche las bombas caen y caen, caen y matan niños, ancianos, hombres, mujeres: todo».

«Dios, Padre de todos, de cristianos y no cristianos —Padre de todos— quiere la paz», afirmó el Papa, añadiendo: «Somos nosotros, los hombres, bajo la tentación del maligno, los que hacemos las guerras para ganar dinero, para hacerse con más territorio». Hoy, prosiguió, «en el mundo se sufre mucho por la guerra y muchas veces podemos decir: «Gracias a Dios, a nosotros no nos toca». Y está bien que «agradezcamos —añadió— pero pensemos también en los demás», en todos los que, en cambio, han sido afectados por la guerra.

Haciendo referencia a la primera lectura propuesta por la liturgia —trata del libro de los Proverbios (21, 1-6.10-13)— Francisco relanzó, en particular, la expresión conclusiva: «Quien cierra el oído al grito del pobre, llamará a su vez, y no obtendrá respuesta». Y así, explicó, «si nosotros hoy cerramos el oído al grito de esta gente que sufre bajo las bombas, que sufre el maltrato de los traficantes de armas, puede ser que cuando nos toque a nosotros no obtengamos respuestas».

En esta perspectiva el Papa volvió a lanzar su llamamiento: «No podemos cerrar el oído al grito de dolor de estos hermanos y hermanas nuestros que sufren por la guerra». Y puso también en guardia contra la idea de que se trate de discutir que no tienen que ver con nosotros: «¿La guerra está lejos? ¡No, está muy cerca!», afirmó. «Porque la guerra —explicó— nos afecta a todos, también la guerra comienza en el corazón: por esto debemos orar hoy por la paz», pidiendo «que el Señor nos dé la paz del corazón, nos quite todo deseo de avidez, de codicia, de lucha». «Paz, paz» es el grito que el Papa ha querido repetir. Con el deseo de «que nuestro corazón sea un corazón de hombre o de mujer de paz», listos para salir «más allá de las divisiones de las religiones —todos, todos, todos— porque todos somos hijos de Dios». Y «Dios es el Dios de paz, no existe un dios de guerra: el que hace la guerra es el maligno, es el diablo, que quiere matar a todos».

El Pontífice invitó expresamente a pensar «hoy no sólo en las bombas, en los muertos, en los heridos, sino también en las personas —niños y ancianos— a los cuales no les puede llegar la ayuda humanitaria para comer; no pueden llegar las medicinas». Y «están hambrientos, enfermos porque las bombas les impiden» tener comida y las medicinas necesarias. Y «mientras nosotros hoy rezamos, sería bueno que cada uno de nosotros sintiera vergüenza de que los seres humanos, nuestros hermanos, sean capaces de hacer esto».

Hoy, por lo tanto, volvió a decir Francisco, debe ser un «día de oración, de penitencia, de llanto por la paz; un día para escuchar el grito del pobre». Este grito «que nos abre el corazón a la misericordia, al amor y nos salva del egoísmo». Por último el Papa ha querido agradecer a los que respondan a su invitación «por todo lo que harán por este día de oración y de penitencia por la paz».

 



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