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PAPA FRANCISCO

MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE

No somos ni eternos ni efímeros

Jueves, 1 de febrero de 2018

 

Fuente:  L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 6, viernes 9 de febrero de 2018.

 

La muerte es «un hecho, una herencia y una memoria» que nos recuerda que no somos «dueños del tiempo», ni «efímeros» ni «eternos», y nos salva del riesgo de permanecer «presos en el laberinto egoísta del momento presente». Pero precisamente la mirada a la muerte que ayuda a vivir bien la vida es el mensaje que el Papa Francisco ha propuesto en la misa celebrada el jueves 1 de febrero en Santa Marta.

«La primera lectura nos habla de la muerte: la muerte del rey David» hizo notar el Pontífice, refiriéndose al pasaje tomado del primer libro de Reyes (2, 1-4, 10-12). «Los días de David se habían acercado a la muerte» porque, afirmó Francisco, también «él, el gran rey, el hombre que había consolidado precisamente el reino, debe morir, no es el dueño del tiempo: el tiempo continúa y él continúa en otro estilo de tiempo, pero continúa. Está en camino».

Por otro lado, explicó Francisco, «nosotros no somos ni eternos ni efímeros: somos hombres y mujeres en camino en el tiempo, tiempo que comienza y tiempo que termina». Y «esto nos hace pensar que es bueno rezar y pedir la gracia del sentido del tiempo para no convertirse en prisioneros del momento que está siempre cerrado en sí mismo». Así, afirmó el Papa, «delante de este pasaje del primer libro de los Reyes», que cuenta «la muerte de David, quisiera proponer tres ideas: la muerte es un hecho, la muerte es una herencia y la muerte es una memoria».

Sobre todo, explicó Francisco, «la muerte es un hecho: nosotros podemos pensar muchas cosas, también imaginarnos ser eternos, pero el hecho viene». Antes o después la muerte llega y «es un hecho que nos toca a todos nosotros». Porque «nosotros estamos en camino, nosotros somos vagabundos u hombres y mujeres en laberintos». No, advirtió el Papa, «está la tentación del momento que se adueña de la vida y te lleva a ir dando vueltas en el momento en este laberinto egoísta del momento sin futuro, siempre ida y vuelta, ida y vuelta». Y «el camino termina en la muerte: todos lo sabemos».

Por esta razón, hizo presente el Pontífice, «la Iglesia siempre ha tratado de hacer reflexionar sobre este fin nuestro: la muerte». A propósito Francisco sugirió un recuerdo personal: «Cuando estábamos en el seminario nos hacían hacer el ejercicio de la buena muerte: asustaba un poco porque parecía una cámara mortuoria». Pero «hay un ejercicio de la buena muerte que cada uno puede hacer dentro de sí mismo: yo no son el dueño del tiempo; hay un hecho: yo moriré. ¿Cuándo? Dios lo sabe». Pero seguro «moriré».

«Repetir esto ayuda» dijo el Papa, precisamente porque es un hecho «realista puro» que «nos salva de esa ilusión del momento de tomar la vida como una cadena de anillos de momentos que no tiene sentido». Sin embargo la realidad es que «yo estoy en camino y debo mirar adelante».

Dando espacio a la confidencia, Francisco compartió el «recuerdo» de cuando «de niño aprendía a leer, tenía cuatro años. Una de las primeras cosas que aprendí a leer, porque la abuela me lo hizo leer, era un cartel que ella tenía bajo el cristal de la cómoda y decía así: “Piensa que Dios te mira. Piensa que te está mirando. Piensa que morirás y tú no sabes cuándo”». Esa frase, confió el Papa, «la he recordado hasta hoy y me ha hecho mucho bien, en los momentos de suficiencia, de clausura, donde el momento era el rey». Por tanto «el tiempo, el hecho: todos nosotros moriremos». Al acercarse la muerte, David dice a su hijo: «Yo me voy por el camino de cada hombre en la tierra». Y así ha sido.

La segunda idea es «la herencia». A menudo sucede que cuando, muriendo, se tiene que ver con «una herencia llegan enseguida los sobrinos para buscar cuánto dinero el tío ha dejado a este, a aquel, al otro». Y «esta historia es tan antigua como la historia del mundo». En realidad cuenta «la herencia del testimonio: ¿qué herencia dejo yo?».

Volviendo al pasaje bíblico actual, «David ¿qué herencia deja?». Francisco recordó que David fue también «un gran pecador, ¡hizo muchas!». Pero fue también «un gran arrepentido» hasta ser «un santo» incluso «con las grandes que había hecho». Y David es santo, explicó el Pontífice, precisamente «porque la herencia es esa actitud de arrepentirse, de adorar a Dios antes de a sí mismo, de volver a Dios: la herencia del testimonio». Por eso siempre es oportuno preguntarse «¿qué herencia dejaré a los míos?». Seguramente «la herencia material, buena porque es el fruto del trabajo». Pero, insistió el Papa, «¿qué herencia personal, de testimonio? ¿Cómo la de David o la vacía?». Por eso a la pregunta «¿qué ha dejado?» no se debe responder solo indicando «las propiedades» sino sobre todo «el testimonio de vida».

«Es verdad que si nosotros vamos a un funeral —prosiguió el Pontífice— el muerto siempre era santo», tanto que «hay dos lugares para canonizar a la gente: la plaza de San Pedro y los funerales, porque siempre es un santo y porque ya no te amenaza».

«La verdadera herencia» es, por tanto, el testimonio de vida. Así es oportuno «preguntarnos qué herencia» dejo «si Dios me llama hoy, qué herencia dejo como testimonio de vida». Esta «es una bonita pregunta para hacernos» afirmó Francisco, y así «prepararnos para que todos nosotros, ninguno de nosotros permanezca “de reliquia”: no, todos iremos sobre este camino». Con la cuestión fundamental: ¿Cuál será le herencia que yo dejaré como testimonio de vida?».

La tercera idea —junto al «hecho» y a la «herencia»— que el Papa sugirió respecto a la muerte es «la memoria». Porque, explicó, «también el pensamiento de la muerte es memoria, pero memoria anticipada, memoria hacia atrás». Por tanto «memoria» y «también luz en este momento de la vida». Pero, prosiguió Francisco, la pregunta para hacerse a uno mismo es «cuando yo muera, ¿qué me hubiera gustado hacer hoy en esta decisión que yo debo tomar hoy, en el modo de vivir de hoy?». Y esta «es una memoria anticipada que ilumina el momento de hoy». Se trata, en sustancia, de «iluminar con el hecho de la muerte las decisiones que yo debo tomar cada día».

«Es bonito este pasaje del segundo capítulo del primer libro de los Reyes» relanzó, en conclusión, el Pontífice. «Si hoy tenéis tiempo leedlo, es bellísimo, os hará bien» sugirió. Invitando «también a pensar: yo estoy en camino, el hecho “yo moriré”; cuál será la herencia que dejaré y cómo me sirve a mí la luz, la memoria anticipada de la muerte, sobre las decisiones que debo tomar hoy». Una meditación, aseguró, que «nos hará bien a todos».

 



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