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MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS BERGAMASCOS CON MOTIVO DE LA CANONIZACIÓN
DEL BEATO JUAN XXIII

 

Queridos amigos bergamascos:

Acercándose el día de la canonización del beato Juan XXIII, he sentido el deseo de enviar este saludo a vuestro obispo Francesco, a los sacerdotes, religiosos y religiosas, a los fieles laicos de la diócesis de Bérgamo, pero también a todos aquellos que no pertenecen a la Iglesia y a toda la comunidad civil bergamasca.

Sé cuánto queréis al Papa Juan XXIII, y cuánto quería él a su tierra. Desde el día de su elección al pontificado, el nombre de Bérgamo y de Sotto il Monte se hicieron familiares en todo el mundo, y aún hoy, a más de cincuenta años de distancia, estos están asociados a su rostro sonriente y a su ternura de padre.

Os invito a dar gracias al Señor por el gran don que fue su santidad para la Iglesia universal, y os aliento a custodiar la memoria del terreno en el cual ella germinó: un terreno hecho de profunda fe vivida en lo cotidiano, de familias pobres pero unidas por el amor del Señor, de comunidades capaces de compartir en la sencillez.

Cierto, desde entonces el mundo ha cambiado, y son nuevos también los desafíos para la misión de la comunidad cristiana. Sin embargo, esa herencia puede inspirar aún hoy a una Iglesia llamada a vivir la dulce y consoladora alegría de evangelizar, a ser compañera de camino de todo hombre, «fuente del pueblo» de la que todos pueden sacar el agua fresca del Evangelio. La renovación querida por el Concilio ecuménico Vaticano II abrió el camino, y es un gozo especial que la canonización del Papa Roncalli se realice junto a la del beato Juan Pablo II, que llevó adelante tal renovación durante su largo pontificado.

Estoy seguro que también la sociedad civil podrá encontrar siempre inspiración en la vida del Papa bergamasco y en el ambiente que lo generó, buscando modalidades nuevas y acordes con los tiempos para edificar una convivencia basada en los valores perennes de la fraternidad y la solidaridad.

Queridos hermanos y hermanas, confío mi mensaje al «Eco di Bergamo», del que el joven sacerdote don Angelo Roncalli fue apreciado colaborador. Cuando más tarde el ministerio le llevó lejos, él recibía siempre por las páginas del «Eco», la voz y el reclamo de su tierra. Os pido que recéis por mí, mientras os aseguro mi recuerdo y oración por todos vosotros, especialmente por los que sufren y los enfermos —recordando el hospital de la ciudad que han querido dedicar al Papa Juan XXIII— y por el seminario diocesano, al que tanto quiso. En la inminencia de las fiestas pascuales os envío a todos la bendición apostólica.

FRANCISCUS

 



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