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MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS PARTICIPANTES EN UN ENCUENTRO INTERRELIGIOSO
DE ORACIÓN POR LA PAZ CELEBRADO EN BOLONIA

 

Al querido hermano Mons. Matteo Maria Zuppi, Arzobispo de Bolonia.
Distinguidos representantes de las Iglesias y comunidades cristianas y de las grandes religiones del mundo
:

Os saludo con motivo del Encuentro de Oración por la Paz, organizado por la archidiócesis de Bolonia y la Comunidad de San Egidio. Se coloca en el curso del histórico encuentro que tuvo lugar en octubre de hace treinta y dos años en Asís. Desde entonces, los escenarios de la historia han cambiado mucho, a menudo dramáticamente; sin embargo estos encuentros, han permanecido como un hilo conductor que, a lo largo de los años, atestigua la necesidad continua de implorar juntos, sin cansarse, el don de la paz.

El título elegido para este año, "Puentes de paz", que evoca la arquitectura singular de los soportales que caracteriza Bolonia —ciudad de la que tengo un recuerdo vivo y agradecido por la visita que efectué el año pasado— es una invitación a crear conexiones que lleven a encuentros reales, vínculos que unan, itinerarios que ayuden a superar conflictos y durezas. En el mundo globalizado, donde desafortunadamente parece cada vez más fácil excavar distancias y atrincherarse en los propios intereses, estamos llamados a trabajar juntos para unir a las personas y los pueblos.

Es urgente elaborar juntos memorias de comunión que curen las heridas de la historia, es urgente tejer tramas de coexistencia pacífica para el futuro.

No podemos resignarnos al demonio de la guerra, a la locura del terrorismo, a la fuerza engañosa de las armas que devoran la vida. No podemos dejar que la indiferencia se apodere de los hombres, haciéndolos cómplices del mal, de ese terrible mal que es la guerra, cuya crueldad la pagan sobre todo los más pobres y los más débiles. No podemos eludir nuestra responsabilidad como creyentes, llamados, aún más en la aldea global de hoy, a preocuparnos por el bien de todos y a no contentarnos con nuestro propio estar en paz. Las religiones, si no persiguen caminos de paz, se desmienten por sí solas. No pueden por menos que construir puentes, en nombre de Aquel que no se cansa de unir el Cielo y la tierra. Por lo tanto, nuestras diferencias no deben ponernos unos contra otros: el corazón de aquellos que realmente creen exhorta a abrir, siempre y en todas partes, vías de comunión.

En Asís, hace dos años, con motivo del 30º aniversario del primer encuentro en la ciudad de san Francisco, subrayé nuestra responsabilidad como creyentes de construir un mundo en paz. Como si quisiera unirme nuevamente a todos vosotros, me gustaría repetir algunas palabras de entonces: «Aquí, nosotros, unidos y en paz, creemos y esperamos en un mundo fraterno. Deseamos que los hombres y las mujeres de religiones diferentes, allá donde se encuentren, se reúnan y susciten concordia, especialmente donde hay conflictos. Nuestro futuro es el de vivir juntos. Por eso, estamos llamados a liberarnos de las pesadas cargas de la desconfianza, de los fundamentalismos y del odio. Que los creyentes sean artesanos de paz invocando a Dios y trabajando por los hombres. Y nosotros, como Responsables religiosos, estamos llamados a ser sólidos puentes de diálogo, mediadores creativos de paz. Nos dirigimos también a quienes tienen la más alta responsabilidad al servicio de los pueblos, a los Líderes de las Naciones, para que no se cansen de buscar y promover caminos de paz, mirando más allá de los intereses particulares y del momento: que no quede sin respuesta la llamada de Dios a las conciencias, el grito de paz de los pobres y las buenas esperanzas de las jóvenes generaciones».

Me gustaría invitaros a involucrar a los jóvenes de manera audaz, para que crezcan en la escuela de la paz y se conviertan en constructores y educadores de paz. En estos días la Iglesia Católica se interroga en particular acerca de las generaciones más jóvenes. El mundo que habitan a menudo parece hostil a su futuro y violento con aquellos que son débiles: muchos aún no han visto la paz y tantos no saben qué es una vida digna. Como creyentes, no podemos por menos que advertir la urgencia de escuchar el fuerte grito de paz que brota de sus corazones y de construir juntos ese futuro que les pertenece. Por lo tanto, es necesario construir puentes entre generaciones, puentes sobre los cuales caminar de la mano y escucharnos.

Durante la Jornada Mundial de la Juventud de 2016, a los jóvenes reunidos en Cracovia, dije: «Pretenden hacernos creer que encerrarnos es la mejor manera para protegernos de lo que nos hace mal.. [...] ¡Tened valentía para enseñarnos, tened la valentía de enseñarnos que es más fácil construir puentes que levantar muros! Necesitamos aprender esto... [...] Que seáis vosotros nuestros acusadores cuando nosotros elegimos la vía de los muros, la vía de la enemistad, la vía de la guerra». La pasión por la paz vuelve a todos más jóvenes donde realmente importa: en el corazón. Hoy, al lado unos de los otros, hombres y mujeres de diferentes credos y generaciones, demostráis que con la ayuda de Dios, construir la paz juntos es posible. Es el camino a seguir. Os doy las gracias y os deseo buen camino, por el bien de todos.

Del Vaticano, 11 de octubre de 2018

Francisco


Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 14 de octubre de 2018.

 



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