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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS OBISPOS DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE ZAMBIA
EN VISITA "AD LIMINA APOSTOLORUM"

Lunes 17 de noviembre de 2014

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Queridos hermanos obispos:

Os doy la bienvenida a la ciudad de los Apóstoles, adonde habéis venido como pastores peregrinos ad limina Apostolorum Petri et Pauli, y agradezco al arzobispo Mpundu sus amables palabras en nombre de todos los obispos, sacerdotes y gente de vuestro país. Así como Cristo, nuestra luz y nuestra vida, nos une como hermanos en la Iglesia, ojalá que así también profundice más los vínculos entre el sucesor de Pedro y los obispos de Zambia. Este tiempo en Roma os ofrece una nueva oportunidad de reflexionar sobre los numerosos modos en que el rebaño del Señor confiado a vosotros ha crecido en África. Rezad durante estos días para discernir el camino que debéis recorrer de modo solidario y fraterno hacia la mies abundante (cf. Lc 10, 2) a la que el Espíritu Santo os está guiando.

Mirando atrás, a los comienzos de la Iglesia en Zambia, es evidente que el rico depósito de la fe, llevado por los religiosos misioneros desde tierras desbordantes de crecimiento, ha impulsado a vuestros antepasados a responder con sus propias obras de caridad, cuyos efectos se perciben hoy en todo vuestro país. En preparación a las generaciones futuras, estos líderes espirituales han sembrado activamente la palabra que el Espíritu Santo les ha dado (cf. 1 Cor 3, 6). No obstante el encuentro a veces doloroso entre los modos antiguos y la nueva esperanza que Cristo Señor lleva a todas las culturas, la palabra de fe se ha arraigado profundamente, centuplicándose, y ha surgido una nueva sociedad zambiana transformada por los valores cristianos. Salta enseguida a la vista cuán abundante es ya la mies espiritual en vuestra vasta tierra bendecida con clínicas, hospitales, escuelas de gestión católica, con numerosas parroquias vivas y en crecimiento en todo Zambia, con gran diversidad de ministerios laicos y con un número consistente de vocaciones al sacerdocio. Junto con toda la Iglesia podemos dar gracias a Dios por lo que ya ha realizado en el pueblo encomendado a vuestro cuidado.

Hoy los zambianos siguen buscando un futuro feliz y satisfactorio en la Iglesia y en la sociedad, a pesar de los grandes desafíos que militan en contra de la estabilidad en la vida social y eclesial, especialmente en las familias. Cuando la vida familiar está en peligro, también la vida de fe corre riesgo. Como vosotros mismos habéis explicado, muchos son desviados —especialmente los pobres en su lucha por la supervivencia— con promesas vacías hacia falsas enseñanzas que parecen ofrecer un rápido alivio en los momentos de desesperación.

Respecto a esta dificultad, estoy convencido de que «la fragilidad de los vínculos [familiares] se vuelve especialmente grave porque se trata de la célula básica de la sociedad, el lugar donde se aprende a convivir en la diferencia y a pertenecer a otros, y donde los padres transmiten la fe a sus hijos» (Evangelii gaudium, 66). Sed solícitos, a tiempo y a destiempo, sosteniendo este «santuario de la vida» (Africae munus, 42) que es la familia, puesto que precisamente aquí debe crecer y promoverse el bienestar de la Iglesia en Zambia.

Os pido a vosotros, y a vuestros sacerdotes, que forméis familias cristianas fuertes que —a través de vuestra catequesis— conozcan, comprendan y amen la verdad de la fe de manera más profunda y, de este modo, estén protegidas de las corrientes que podrían tentarlas con alejarse. Confirmad el deseo de fidelidad de las parejas católicas en la vida conyugal y su anhelo de ofrecer una casa espiritual estable a sus hijos, ayudándolas a alimentar la vida virtuosa en familia. Al obrar así, vuestra enseñanza auténtica de la doctrina de la fe llegará a la vida diaria de las casas zambianas.

Os exhorto a estar cerca de vuestros jóvenes, tratando de determinar y articular su propia identidad en una edad que desorienta. Ayudadlos a encontrar su objetivo en el desafío y en la alegría de la co-creación con Dios, que es la vocación a la vida conyugal, realizada en la bendición de los hijos; o también en la vocación al celibato del sacerdocio sagrado o de la vida consagrada, que la Iglesia ha recibido para la salvación de las almas. Animad a los jóvenes católicos, llevando una vida virtuosa, a experimentar el don liberador de la castidad cuando se es adulto. Rezo para que podáis promover una cooperación cada vez más grande con las redes zambianas de jóvenes católicos activos, que a su vez conduzcan a muchos otros hacia la familia de la Iglesia.

De modo especial, a los que son tibios y se sienten perdidos los invito a volver a practicar plenamente la fe. Como pastores del rebaño, no olvidéis buscar a los miembros más débiles de la sociedad zambiana, entre los cuales están las personas pobres materialmente y las enfermas de sida, puesto que «la inmensa mayoría de los pobres tiene una especial apertura a la fe; necesitan a Dios y no podemos dejar de ofrecerles su amistad, su bendición, su Palabra, la celebración de los Sacramentos y la propuesta de un camino de crecimiento y de maduración en la fe» (Evangelii gaudium, 200).

A pesar de todo lo que debe afrontar la Iglesia en Zambia, este no es un tiempo para sentirse descorazonados, sino más bien para ofrecer la libertad auténtica que sólo el Señor pude dar, sostenidos por los sacramentos. Como pastores, os aliento a seguir siendo sensibles a las necesidades espirituales y humanas de vuestros colaboradores más estrechos: jamás os canséis de ser padres amables y firmes para vuestros sacerdotes, ayudándolos a resistir al materialismo y a los estándares del mundo, reconociendo al mismo tiempo sus justas necesidades. Seguid promoviendo también el tesoro de la vida religiosa en vuestras diócesis, de modo que puedan nacer ejemplos extraordinarios de hombres y mujeres zambianos que buscan amar con corazón indiviso al Señor.

En este tiempo difícil, después de la muerte del presidente Sata, os invito a seguir trabajando con vuestros líderes políticos por el bien común, profundizando aún más vuestro testimonio profético en defensa de los pobres, a fin de elevar la vida de los débiles (cf. Declaración pastoral de la Conferencia episcopal de Zambia, «Act Justly and Walk Humbly with Your God», 27 de enero de 2013).

En todas las cosas cooperad con los dones del Espíritu Santo, en unidad de fe y objetivo. En unión con los sacerdotes, diáconos, religiosos, catequistas y dirigentes laicos, regad con vuestras obras de misericordia corporales y espirituales la viña del Señor que se extiende en Zambia como el gran río Zambeze.

La misión de evangelizar de la Iglesia nunca termina: es «imperiosa la necesidad de evangelizar las culturas para inculturar el Evangelio (…). Toda cultura y todo grupo social necesitan purificación y maduración» (Evangelii gaudium, 69). Entonces, el pueblo de Dios en Zambia recibirá con nuevo vigor de vosotros el don del Evangelio, mientras le ofrecéis una vez más la alegría y la misericordia de Cristo. Que su vida se conforme cada vez más profundamente al modelo del Evangelio; entonces, el reino de paz de Dios se difundirá y crecerá en vuestra amada nación.

El Señor de la mies se está preparando para mandar la lluvia prometida en la estación justa (cf. Lv 26, 4); en efecto, estáis cultivando sus campos hasta cuando vuelva, en el momento de la cosecha (cf. Mt 13, 30). Hasta entonces, sabiendo bien cuántos sacrificios personales, paciencia y amor exige vuestro trabajo, inspiraos en la fe y en el sacrificio de los Apóstoles, a cuyas tumbas habéis venido para volver fortalecidos a la Iglesia en Zambia.

Queridos hermanos, confiando en la gracia salvífica de Dios omnipotente y encomendándoos a vosotros —junto con todos los sacerdotes, religiosos y fieles laicos de vuestras diócesis— a la intercesión de María, «Madre de la Iglesia evangelizadora» (Evangelii gaudium, 284), os imparto de corazón mi bendición apostólica como prenda de paz y alegría en el Señor resucitado.

 



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