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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS MIEMBROS DE LAS ASOCIACIONES CRISTIANAS DE TRABAJADORES ITALIANOS (ACLI),
CON MOTIVO DEL 70 ANIVERSARIO DE SU FUNDACIÓN

Aula Pablo VI
Sábado 23 de mayo 2015

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Queridos hermanos y hermanas:

Os saludo con afecto con ocasión del 70° aniversario de la fundación de las Asociaciones cristianas de trabajadores italianos, y agradezco al presidente sus palabras tan amables. Este aniversario es una ocasión importante para reflexionar sobre vuestro «espíritu» asociativo y las razones fundamentales que os han impulsado y os impulsan aún hoy a vivirlo con compromiso y pasión.

A las puertas de vuestra Asociación hoy llegan nuevas cuestiones, que requieren nuevas y calificadas respuestas. Lo que ha cambiado en el mundo global no son tanto los problemas, como su dimensión y urgencia. Inéditas son la amplitud y la velocidad de reproducción de las desigualdades. Pero esto no podemos permitirlo. Tenemos que proponer alternativas equitativas y solidarias que sean realmente practicables.

La extensión de la precariedad, del trabajo en negro y el secuestro en el ámbito de la criminalidad hace experimentar, sobre todo entre las jóvenes generaciones, que la falta de trabajo quita dignidad, impide la plenitud de la vida humana y reclama una respuesta solícita y vigorosa. Respuesta solícita y vigorosa contra este sistema económico mundial donde en el centro no están el hombre y la mujer: hay un ídolo, el dios-dinero. ¡Es este quien manda! Y este dios-dinero destruye, y provoca la cultura del descarte: se descartan los niños, porque no se engendran: se explotan o se matan antes de nacer; se descartan los ancianos, porque no cuentan con un cuidado digno, no tienen las medicinas, tienen pensiones miserables... Y ahora, se descartan a los jóvenes. Pensad, en esta tierra tan generosa, pensad en ese 40 por ciento, o un poco más, de jóvenes de 25 años hacia abajo que no tienen trabajo: son material de descarte, pero son también el sacrificio que esta sociedad, mundana y egoísta, ofrece al dios-dinero, que está en el centro de nuestro sistema económico mundial.

Ante esta cultura del descarte, os invito a realizar un sueño que vuela más alto. Debemos hacer lo posible para que, a través de nuestro trabajo —el «trabajo libre, creativo, participativo y solidario» (cf. Evangelii gaudium, 192)—, el ser humano exprese y aumente la dignidad de su vida. Quisiera decir algo sobre estas cuatro características del trabajo.

El trabajo libre. La auténtica libertad del trabajo significa que el hombre, continuando la obra del Creador, haga lo posible para volver a encontrar su meta: ser obra de Dios que, en el trabajo realizado, encarna y prolonga la imagen de su presencia en la creación y en la historia del hombre. Con demasiada frecuencia, en cambio, el trabajo es víctima de opresiones a diversos niveles: del hombre sobre otro hombre; de nuevas organizaciones de esclavitud que oprimen a los más pobres; en especial, muchos niños y muchas mujeres sufren una economía que obliga a un trabajo indigno que contradice la creación en su belleza y armonía. Tenemos que hacer lo posible para que el trabajo no sea instrumento de alienación, sino de esperanza y vida nueva. Es decir, que el trabajo sea libre.

Segundo: el trabajo creativo. Cada hombre lleva en sí una original y única capacidad para sacar de sí y de las personas que trabajan con él el bien que Dios depositó en su corazón. Cada hombre y mujer es «poeta», capaz de dejar espacio a la creatividad. Poeta quiere decir esto. Pero eso se puede dar cuando se permite al hombre expresar en libertad y creatividad algunas formas de empresa, de trabajo en colaboración realizado en comunidad que permita a él y a otras personas un pleno desarrollo económico y social. No podemos cortar las alas a quienes, en especial jóvenes, tienen mucho para dar con su inteligencia y capacidad; se los debe liberar de los pesos que les oprimen y les impiden entrar con pleno derecho y cuanto antes en el mundo del trabajo.

Tercero: el trabajo participativo. Para poder incidir en la realidad, el hombre está llamado a expresar el trabajo según la lógica más apropiada a su realidad, la relacional. La lógica relacional, es decir ver siempre en el fin del trabajo el rostro del otro y la colaboración responsable con otras personas. Allí donde, a causa de una visión economicista, como la que mencioné antes, se piensa en el hombre en clave egoística y a los demás como medios y no como fines, el trabajo pierde su sentido primario de continuación de la obra de Dios, y por ello es obra de un ídolo; la obra de Dios, en cambio, está destinada a toda la humanidad, para que todos puedan beneficiarse de ella.

Y cuarto, el trabajo solidario. Cada día vosotros encontráis personas que han perdido el trabajo —esto hace llorar—, o que buscan ocupación. Y aceptan lo que se presenta. Hace algunos meses, una señora me decía que había perdido el trabajo, 10/11 horas, en negro, a 600 euros al mes. Y cuando dijo: «Pero, ¿nada más?». —«Ah, si no le gusta se puede marchar. Mire la fila que hay detrás suyo». Cuántas personas que buscan ocupación, personas que quieren llevar el pan a casa: no sólo comer, sino llevar de comer, esto es la dignidad. El pan para su familia. A estas personas hay que darles una respuesta. En primer lugar, es un deber ofrecer la propia cercanía, la propia solidaridad. Los numerosos «círculos» de las acli, que hoy vosotros representáis aquí, pueden ser sitios de acogida y encuentro. Pero luego hay que dar también instrumentos y oportunidades adecuadas. Es necesario el compromiso de vuestra Asociación y de vuestros servicios para contribuir a ofrecer estas oportunidades de trabajo y de nuevos itinerarios de empleo y profesionalidad.

O sea: libertad, creatividad, participación y solidaridad. Estas características forman parte de la historia de las acli. Hoy más que nunca estáis llamados a ponerlas en juego, sin ahorrar nada, al servicio de una vida digna para todos. Y para motivar esta actitud, pensad en los niños explotados, descartados; pensad en los ancianos descartados, que tienen una pensión mínima y no se los atiende; y pensad en los jóvenes descartados del trabajo: ¿qué hacen? No saben qué hacer, y están en peligro de caer en las dependencias, caer en la criminalidad, o marcharse en busca de horizontes de guerra, como mercenarios. Esto es lo que provoca la falta de trabajo.

Quisiera tratar brevemente también tres aspectos —es un poco largo este discurso, disculpadme—. El primero: vuestra presencia fuera de Italia. Inició tras la emigración italiana, también más allá del oceáno, y es un valor muy actual. Hoy muchos jóvenes se desplazan para buscar un trabajo adecuado a los propios estudios o para vivir una experiencia diferente de profesionalidad: os aliento a acogerlos, a sostenerlos en su camino, a ofrecer vuestro apoyo para su inserción. En sus ojos podéis encontrar un reflejo de la mirada de vuestros padres o abuelos que se marcharon lejos para trabajar. Que podáis ser para ellos un buen punto de referencia.

Además, vuestras Asociación está afrontando el tema de la lucha contra la pobreza y el empobrecimiento de la clase media. La propuesta de un apoyo no sólo económico a las personas que están por debajo del nivel de pobreza absoluta, que también en Italia han aumentado en los últimos años, puede ser beneficiosa para toda la sociedad. Al mismo tiempo se debe evitar que caigan en la pobreza quienes hasta ayer vivían una vida digna. Nosotros, en las parroquias, en Cáritas parroquial, vemos esto todos los días: hombres y mujeres que se acercan un poco a escondidas a buscar el alimento para comer... Un poco a escondidas porque se han convertido en pobres de un mes al otro. Y tienen vergüenza. Y esto pasa, pasa, pasa... Hasta ayer vivían una vida digna... Basta poco hoy para convertirse en un pobre: la pérdida del trabajo, un anciano que ya no es autosuficiente, una enfermedad en la familia, incluso —pensad en la terrible paradoja— el nacimiento de un hijo: te puede traer tantos problemas, si estás sin trabajo. Es una importante batalla cultural, la batalla de considerar la asistencia social una infraestructura del desarrollo y no un coste. Vosotros podéis actuar como medio de coordinación y motor de la «Alianza nueva contra la pobreza», que se propone desarrollar un plan nacional para el trabajo decente y digno.

Y por último, pero no en importancia, que vuestro compromiso tenga siempre su principio y su coronación en lo que vosotros llamáis inspiración cristiana, y que remite a la constante fidelidad a Jesucristo y a la Palabra de Dios, a estudiar y aplicar la doctrina social de la Iglesia para hacer frente a los nuevos desafíos del mundo contemporáneo.

La inspiración cristiana y la dimensión popular determinan el modo de entender y volver a actualizar la histórica triple fidelidad de las acli a los trabajadores, la democracia y la Iglesia. En el sentido que en el contexto actual, en cierto modo, se podría decir que vuestras tres históricas fidelidades —a los trabajadores, a la democracia y a la Iglesia— se resumen en una nueva y siempre actual: la fidelidad a los pobres.

Os agradezco este encuentro, y os bendigo a vosotros y vuestro trabajo. Y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí, lo necesito.

Ahora, antes de dar la bendición, os invito a rezar a la Virgen: la Virgen que es tan fiel a los pobres, porque ella era pobre. Dios te salve, María...

 



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