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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS PARTICIPANTES EN LA ASAMBLEA DE LA
REUNIÓN DE LAS OBRAS PARA LA AYUDA A LAS IGLESIAS ORIENTALES (ROACO)

Sala Clementina
Jueves 16 de junio de 2016

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Queridos amigos:

Os doy la bienvenida y doy las gracias al cardenal Sandri por las palabras con las cuales ha introducido nuestro encuentro. Saludo de corazón a cada uno de vosotros y a la Comunidad a la cual pertenecéis. Estoy agradecido a todos por el celo que ponéis en sacar adelante la misión encargada y por la atención a las necesidades de nuestros hermanos de Oriente.

Participan en vuestros trabajos los representantes pontificios de Jerusalén, Líbano, Siria, Irak y Jordania, y de Ucrania, los cuales acompañan la vida de las Iglesias y de los pueblos de esos países, logrando la cercanía del Papa y la Santa Sede, a través de encuentros, pero también con gestos de caridad concreta, coordinados con todos los organismos comprometidos de la Curia romana.

Saludo, con afecto fraternal, también al padre Francesco Patton, sucesor del padre Pierbattista Pizzaballa como Custodio de Tierra Santa; y aprovecho la ocasión para expresar mi simpatía y mi gratitud a todos los Frailes Menores que desde hace siglos garantizan el mantenimiento de los Santos lugares y de los santuarios, también gracias a la colecta del Viernes santo que cada año se renueva, a partir de la feliz intuición del beato Pablo VI. ¡Que el Señor os guarde y os de paz! Deseo que, con la ayuda generosa de muchos, se finalicen las labores de restauro de la Basílica de la Natividad y del edículo del Santo Sepulcro, también con la aportación de las demás comunidades cristianas.

Se me ha referido que a lo largo de la restauración en Belén, en una pared de la nave, ha salido a la luz el séptimo ángel en mosaico que, junto a los otros seis, forma una especie de procesión hacia el lugar que conmemora el misterio del nacimiento del Verbo hecho hombre. Este hecho nos hace pensar que también el rostro de nuestras comunidades eclesiales puede estar cubierto por «incrustaciones» debidas a diversos problemas y pecados.

Sin embargo, vuestra obra debe ser siempre guiada por la certeza que de que bajo las incrustaciones materiales y morales, también bajo las lágrimas y la sangre provocadas por la guerra, por la violencia y por las persecuciones, bajo esta capa que parece impenetrable, hay un rostro luminoso como el del ángel del mosaico.

Y todos vosotros, con vuestros proyectos y vuestras acciones, cooperáis en este «restauro», para que el rostro de la Iglesia refleje visiblemente la luz de Cristo, Verbo Encarnado.

Él es nuestra paz, y llama a la puerta de nuestro corazón en Oriente Medio, así como en la India o en Ucrania, país este último al cual he querido que se destinase una colecta extraordinaria convocada para el pasado mes de abril entre las Iglesias de Europa.

La reflexión que durante estos días habéis querido dedicar a la presencia de las Iglesias siro-malabar y siro-malankar en los territorios de la India, fuera de Kerala, me hace esperar que se pueda proceder según las indicaciones de mis Predecesores, dentro del respeto del derecho propio de cada uno, sin espíritu de división, pero favoreciendo la comunión en el testimonio del único Salvador Jesucristo.

Tal comunión, en cada parte del mundo donde los católicos latinos y orientales viven el uno al lado del otro, necesita las riquezas espirituales de Occidente y de Oriente, de las cuales pueden servirse las jóvenes generaciones de sacerdotes, religiosos y religiosas y agentes pastorales, según afirmó san Juan Pablo ii: «las palabras de Occidente necesitan las palabras de Oriente para que la Palabra de Dios manifieste cada vez mejor sus insondables riquezas. Nuestras palabras se unirán para siempre en la Jerusalén del cielo, pero invocamos y deseamos que ese encuentro se anticipe en la Santa Iglesia que todavía camina hacia la plenitud del Reino» (Carta apostólica Orientale lumen, 28).

Mientras invoco sobre vosotros la bendición del Señor, os pido que recéis por mí, pues dentro de pocos días me dirigiré como peregrino a una tierra oriental, Armenia, la primera entre las Naciones en acoger el Evangelio de Jesús.

Gracias de corazón. Que la Virgen os proteja y os acompañe. Gracias.


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