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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LA ASOCIACIÓN RONDINE-CIUDAD DE LA PAZ

Sala Clementina
Lunes, 3 de diciembre de 2018

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Queridos hermanos y hermanas:

Os recibo con alegría en el vigésimo aniversario de la Asociación Rondine-Ciudad de la Paz. Saludo al presidente, señor Franco Vaccari, y le agradezco su presentación. Saludo al cardenal Gualtiero Bassetti, que desde el principio ha apoyado esta asociación sintiendo en ella el “perfume” del venerable Giorgio La Pira y al arzobispo de Arezzo-Cortona-Sansepolcro, Riccardo Fontana. De manera especial, os saludo a vosotros, jóvenes, que venís de países donde los conflictos han degenerado en varias formas de violencia y guerra, y que vivís en Rondine la experiencia del Estudiantado Internacional. Y a vosotros, chicos y chicas de todas las regiones italianas, con vuestros profesores del cuarto año de liceo. Y también a vosotros, antiguos alumnos, miembros, simpatizantes y amigos. ¡Bienvenidos!

Vuestro compromiso educativo es acoger a jóvenes que, en diversas partes del mundo, viven atrapados en culturas envenenadas por el dolor y el odio y ofrecerles un desafío audaz: verificar en persona si el otro, él o ella que está más allá de una frontera cerrada, de alambradas o muros infranqueables, es realmente lo que todos dicen: un enemigo. En estos veinte años, habéis desarrollado un método capaz de transformar conflictos, haciendo salir a los jóvenes de este engaño y devolviéndolos a sus pueblos para un completo desarrollo espiritual, moral, cultural y civil: jóvenes generosos que, inocentes, han nacido con el peso de los fracasos de las generaciones anteriores.

Habéis fundado esta obra en dos grandes raíces espirituales de vuestra tierra: San Francisco de Asís, estigmatizado en La Verna, y San Romualdo, fundador de Camaldoli. ¡Habéis elegido bien!

Yo también, cuando elegí el nombre de Francisco, pensé en los pobres y en la paz. La pobreza —en sentido negativo— y la guerra están vinculadas en un círculo vicioso que mata a las personas, alimenta sufrimientos indecibles y propaga un odio que no se detiene. Al elegir dedicaros a los jóvenes, también os habéis comprometidos a luchar contra la pobreza y construir la paz, como una obra de justicia y amor. Una acción que nutre la esperanza y confía en el hombre, especialmente en los jóvenes.

La Pira escribió que La Verna es «el trampolín de lanzamiento para las empresas de paz». En esa montaña hay un misterio de dolor y amor transfigurado, y vosotros que habéis elaborado el Método Rondine para la transformación creativa de los conflictos, allá arriba recibís una inspiración continua para progresar al servicio del bien común. Y así tenéis el privilegio de cosechar los brotes de un florecimiento de paz para toda la humanidad.

He escuchado el llamamiento que habéis escrito y que presentaréis en la ONU el 10 de diciembre, con motivo del 70 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. ¡Escuchar a un joven palestino y a un joven israelí que juntos piden a los gobiernos del mundo que den un paso que pueda reabrir el futuro, transfiriendo el costo de un arma del presupuesto de defensa al presupuesto de educación para formar un líder de paz, es algo raro, es algo brillante! ¿Cómo se puede estar en desacuerdo? Pero nosotros, los adultos, no podemos arreglarnos con decir “buenos chicos”, no. Siento que tengo que daros todo mi apoyo, mi simpatía y mi bendición.

De hecho vuestro llamamiento contiene y propone una visión concreta. En el Mensaje para la próxima Jornada Mundial de la Paz, el 1 de enero de 2019, que tiene como tema La buena política está al servicio de la paz, reitero que la responsabilidad política pertenece a cada ciudadano, en particular a aquellos que han recibido el mandato de proteger y gobernar. Esta misión consiste en salvaguardar la ley y fomentar el diálogo entre los actores de la sociedad, entre generaciones y entre culturas. Escuchándoos agrego: entre las partes en conflicto. Porque la confianza solo se crea en el diálogo.

Cuando se respeta al ser humano en sus derechos fundamentales —como lo recuerda San Juan XXIII en su Encíclica Pacem in Terris (1963)— surge en él el sentido del deber de respetar los derechos de los demás. Los derechos y deberes aumentan la conciencia de pertenecer a la misma comunidad, con los demás y con Dios (cf. ibíd., 45). Por lo tanto, estamos llamados a llevar y anunciar la paz como la buena noticia de un futuro en el que cada ser vivo será considerado en su dignidad y sus derechos.

Vosotros, queridos jóvenes, habéis decidido encontraros cuando todo a vuestro alrededor y dentro de vosotros decía: ¿Por qué? ¿Para que sirve? ¿Será justo? Y, después de los dos años de formación en Rondine, habéis cambiado vuestros sentimientos, vuestros pensamientos, habéis hecho nacer la confianza mutua y ahora estáis listos para asumir responsabilidades profesionales, civiles y políticas por el bien de vuestros pueblos. ¡Vosotros sois ya esos jóvenes líderes que en el llamamiento pedís a los Estados y pueblos que se comprometan a formarse juntos!

Nos pedís que nos unamos a vuestro llamamiento. Por mi parte, lo haré, y pido a los Jefes de Estado y de Gobierno que hagan lo mismo. ¡Qué vuestra voz —débil pero fuerte en la esperanza y el coraje de la juventud— sea escuchada el 10 de diciembre en las Naciones Unidas! Hacen falta líderes con una nueva mentalidad. Los que no saben dialogar y enfrentarse entre sí no son líderes de paz: un líder que no se esfuerza por salir al encuentro del “enemigo”, de sentarse con él a la mesa como hacéis vosotros, no puede conducir a su pueblo hacia la paz. Para lograrlo se necesita humildad, no arrogancia: San Francisco os ayude a seguir este camino con valor. Escuchando a los jóvenes, también en el reciente Sínodo en el que han sido protagonistas, aprendí mucho de ellos. Espero que vuestros líderes vengan a Rondine y vean cómo sus jóvenes están preparando la paz.

Me alegra que hayáis elegido la encíclica Laudato si’ como texto fundamental de vuestra escuela: en efecto, la ecología integral ofrece la posibilidad de que la humanidad se conciba como la única familia y considere la Tierra como un hogar común. Es bueno que con vuestro método queráis llegar al mismo tiempo a ciudadanos y líderes políticos, representantes de instituciones nacionales e internacionales. De hecho, la paz es responsabilidad de cada uno. Por eso, junto con el cardenal Secretario de Estado, os habéis encontrado con el Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede. Con el esfuerzo de todos debemos eliminar definitivamente la guerra del planeta y de la historia de la humanidad.

Queridos amigos, que este vigésimo aniversario de vuestra asociación renueve el empuje para difundir en el mundo vuestro testimonio simple y sólido, vuestro método, vuestro deseo de cambio que, a partir de las relaciones, impregna todos los aspectos de la vida. Que podáis contribuir a derribar los muros más altos, construir puentes y eliminar las fronteras infranqueables, legado de un mundo que se está acabando. Habéis superado las barreras más difíciles, las que están dentro de cada uno de vosotros, disolviendo el engaño del enemigo, y os habéis sorprendido cuando habéis reabierto los confines bloqueados por las guerras. Por favor, no perdáis nunca vuestro asombro ni vuestra humildad. Guardad, queridos jóvenes de Rondine, la confianza que habéis logrado entre vosotros y transformadla en una generosa tarea de servicio al bien común. ¡Que continúe, señor presidente, la obra comenzada! Por eso os bendigo de todo corazón, así como a vuestros seres queridos, y os aseguro mi oración. Vosotros también, por favor, acordaos de rezar por mí. Gracias.

 


Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 3 de diciembre de 2018.

 



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