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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A UNA DELEGACIÓN DE RABINOS DE LOS "JUDÍOS DE LA MONTAÑA" DEL CÁUCASO

Sala de los Papas
Lunes, 5 de noviembre de 2018

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Queridos amigos:

Os doy una cálida bienvenida, delegados del World Congress of Mountain Jews , procedentes de diferentes países. Es la primera vez que los hermanos judíos pertenecientes a vuestra antigua tradición vienen juntos para visitar al Papa, y también por eso nuestro encuentro de hoy es motivo de alegría.

Mi último encuentro con una comunidad hebrea tuvo lugar en Lituania el pasado 23 de septiembre. Fue un día dedicado a la conmemoración de la Shoah, setenta y cinco años después de la destrucción del gueto de Vilnius y el asesinato de miles de judíos. Recé ante el monumento a las víctimas del Holocausto y pedí al Altísimo que consolara a su pueblo. La conmemoración del Holocausto es necesaria para que permanezca una memoria viva del pasado. Sin una memoria viva, no habrá futuro, ya que si las páginas más oscuras de la historia no nos enseñan a evitar los mismos errores, la dignidad humana seguirá siendo papel mojado.

Pensando en la Shoah, me gustaría conmemorar otros dos eventos trágicos. El pasado 16 de octubre caía otro dramático setenta y cinco aniversario: el del rastreo del gueto de Roma. Dentro de pocos días, el 9 de noviembre marcará el ochenta aniversario de la llamada “Kristallnacht”, cuando muchos lugares de culto judíos fueron destruidos, también con la intención de arrancar del corazón del hombre y de un pueblo aquello que es absolutamente inviolable: la presencia del Creador. Cuando se quiso reemplazar al Buen Dios con la idolatría del poder y la ideología del odio se terminó con la locura de exterminar a las criaturas. Por eso, la libertad religiosa es un bien supremo que debe salvaguardarse, un derecho humano fundamental y un baluarte contra las pretensiones totalitarias.

Desgraciadamente, todavía están presentes en nuestros tiempos las actitudes antisemitas. Como he recordado muchas veces, un cristiano no puede ser antisemita. Compartimos las mismas raíces. Sería una contradicción de la fe y de la vida. Estamos llamados, en cambio, a comprometernos a desterrar el antisemitismo de la comunidad humana.

Siempre he querido subrayar la importancia de la amistad entre judíos y católicos. Basada en una fraternidad enraizada en la historia de la salvación, se concreta en la atención recíproca... Junto con vosotros, quisiera dar las gracias al Dador de todo bien por el don de nuestra amistad, impulso y motor del diálogo mutuo. Es un diálogo que en estos tiempos, estamos llamados a promover y ampliar en ámbito interreligioso por el bien de la humanidad.

En este sentido, me gusta recordar con vosotros el hermoso encuentro interreligioso en Azerbaiyán hace dos años, donde hablé de la armonía que las religiones juntas pueden construir “a partir de las relaciones personales y de la buena voluntad de los responsables”. Este es el camino: «dialogar con los demás y rezar por todos: estos son nuestros medios para convertir sus lanzas en podaderas (cf. Is 2, 4), para hacer surgir amor donde hay odio, y perdón donde hay ofensa, para no cansarse de implorar y seguir los caminos de la paz». Sí, porque «no es tiempo de soluciones violentas y bruscas, sino la hora urgente de emprender procesos pacientes de reconciliación» (2 de octubre de 2016). Es una tarea fundamental a la que estamos llamados.

Pido al Todopoderoso que bendiga nuestro camino de amistad y confianza, para que podamos vivir siempre en paz y ser, donde sea que nos encontremos, artesanos y constructores de paz. ¡Shalom alechem!


Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 5 de noviembre de 2018.

 

 



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