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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS MIEMBROS DE LA FEDERACIÓN ITALIANA MÉDICOS PEDIATR
AS

Sala de los Papas
Jueves, 21 de marzo de 2019

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Discurso que el Papa ha entregado a los presentes.

Queridos hermanos y hermanas:

Os  doy mi cordial bienvenida y os saludo a todos. Agradezco al Presidente las palabras que me ha dirigido.

Con la experiencia adquirida en estos cuarenta años de actividad, vuestra Federación sostiene y protege a más de 5.500 pediatras de familia, ofreciéndoles competencia y apoyo desde un punto de vista profesional y moral, en el ámbito de la asistencia y la seguridad social, así como en el  jurídico y económico. La vuestra es una asistencia de amplio alcance, necesaria para seguir a vuestros afiliados en todos los pasos de su vida profesional y útil para garantizar que puedan llevar a cabo, con más serenidad y con mayor competencia, su tarea delicada y esencial.

Ya desde sus primeros pasos, la Federación se caracterizó por su contribución al nacimiento del Servicio Sanitario Nacional y, a lo largo de los años, ha desarrollado innumerables iniciativas para la salud de las personas y la mejora de los servicios ofrecidos a los ciudadanos, estipulando acuerdos públicos y privados, manteniendo de forma autónoma y no partidista una confrontación  activa con las partes políticas y sociales, y garantizando un control sobre muchos aspectos esenciales de la salud del niño y del adolescente.

La edad de la que os ocupáis, desde el nacimiento hasta la adolescencia, es sin duda la más evolutiva de la vida humana y requiere un conocimiento global del cuerpo humano y sus patologías. Puede tratarse de comprender y tratar los problemas cardíacos y circulatorios de un niño recién nacido, o el sistema digestivo de un niño de diez años, o cuestiones físicas y mentales relacionadas con la pubertad, etc.

Para esta amplia gama de competencias hacen falta tanto una profunda formación de base como una actualización constante. Este es el objetivo de las numerosas iniciativas de formación e investigación que os esforzáis por preparar, con reuniones, debates y conferencias, que puedan proporcionaros, a vosotros, los pediatras, los elementos para manteneros actualizados y, al mismo tiempo, promover una cultura más capaz de proteger la salud de las personas, especialmente de los más pequeños. En nuestro tiempo, donde las tantas comodidades y progresos tecnológicos y sociales se pagan con un impacto cada vez más invasivo en la dinámica natural del cuerpo humano, es urgente poner en marcha un detallado programa de educación sobre la salud y los estilos de vida que respeten el cuerpo, de modo que el progreso no sea a expensas de la persona.

Vuestro compromiso constante en los ámbitos de la formación, de la prevención y de la investigación ha sido reconocido con la acreditación de vuestra Federación como sociedad científica. Trabajad siempre con seriedad y dedicación, haciéndoos promotores de una cultura inclusiva de la solidaridad y la salud. Efectivamente, en nuestra época, la prevención y el tratamiento se convierten cada vez más en una prerrogativa de quienes disfrutan de un determinado nivel de vida y, por lo tanto, pueden costeárselos. Os aliento a trabajar para garantizar que esta desigualdad no se sume a las muchas que afligen ya a los más débiles, sino para que el sistema sanitario asegure asistencia y prevención a todos, como derecho de la persona. Precisamente la atención a las personas, junto con la competencia científica, es una característica esencial de vuestra profesionalidad, de la cual también es parte integral la capacidad de escuchar, comprender e inspirar confianza

En virtud de la fe que habéis recibido, estáis siempre llamados a adoptar como modelo de humanidad y dedicación a los demás la persona de Jesús, fuente de cercanía y ternura. Leyendo y releyendo a menudo los textos del Evangelio en los que Jesús encuentra y sana a los enfermos conseguiréis una nueva linfa para vuestro ser y vuestro actuar.

Aún antes que con los niños, vuestro trabajo os pone en contacto constante con los padres, los primeros custodios y responsables de vuestros pacientes, que no solo os piden vuestra experiencia médica, sino que también buscan seguridad humana, confiándoos lo que más aprecian.

En cuanto a la relación con los niños que visitáis, estos tienen antenas potentes y captan inmediatamente si estamos bien dispuestos o si, en cambio, estamos distraídos, porque quizás nos hubiera gustado acabar el turno, o darnos más prisa o encontrarnos con un paciente que gritase menos... También vosotros sois hombres y mujeres, con vuestras preocupaciones, pero sabemos que estáis entrenados para sonreír, algo necesario para dar valor y abrir una brecha de confianza en los pequeños, y así hasta los medicamentos son más eficaces.

En el trato con los niños, tengamos siempre en mente las palabras de Jesús que, en un mundo en el que eran poco considerados, los señala como modelo de los que entran a formar parte del Reino de Dios, porque entienden sus secretos. También recordemos su actitud singularmente atractiva hacia ellos: aunque no los llamase a sí con invitaciones o regalos, los atraía con la fuerza y ​​la serenidad que brotaban de su persona, de modo que los niños iban a Él que los acogía.

Vuestro ilustre colega y maestro, el Dr. Franco Panizon, hablaba de esta dedicación incondicional. Decía: «¡Nunca pongáis la cabeza en la almohada, si antes no habéis hecho por ellos todo lo que esté a vuestro alcance!». Exhortaba a los pediatras a tener una parte pequeña pero muy importante a la hora de escribir la cultura y, por lo tanto, la historia de nuestro tiempo. Por eso, os invitaba a mirar «más lejos», es decir más allá de la enfermedad y de las contingencias, más allá del momento presente, más allá de la propia persona o del propio esfuerzo. También decía: «No pienses solamente en el hoy de tu paciente, piensa también en su futuro»; y agregaba: «No pienses solo en tus pacientes, sino también en todos los pacientes; no pienses solo en los actuales, sino también en los lejanos y los futuros».

Vivido con esta idea, vuestro trabajo es una misión verdadera y propia, que atañe tanto la mente como el corazón, y de alguna manera no sabe de separaciones, porque aunque haya períodos de vacaciones y pausas en el trabajo, vuestra profesión os acompaña siempre y os involucra durante mucho más tiempo y mucho más profundamente que en las horas que pasáis en el trabajo.

Con este estilo, dais testimonio cristiano, porque tratáis de practicar los valores evangélicos y vuestro sentido de pertenencia a la Iglesia; pero también por la amplitud de vuestra mirada, por la capacidad de imaginar el contexto social y el sistema sanitario más justos para el futuro, y por el deseo de poneros al servicio, con humildad y competencia, de cada persona que se os confía. Invocando la bendición de Dios para vuestro camino asociativo y sobre cada uno de vosotros, os pido una oración por mí. ¡Gracias!


Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 21 de marzo de 2019.

 



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