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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 18 de julio de 1982

 

1. La figura del Buen Pastor ocupa el centro de la liturgia de este domingo. Es una figura particularmente simpática en el Evangelio; por ello la Iglesia habla frecuentemente de ella.

Hoy lo hace, recurriendo a la parábola evangélica, pero citando antes las palabras del Salmo:

"Es Yavé mi pastor; nada me falta" (Sal 22 [23], 1).

En la liturgia renovada estas palabras las sentimos muy cercanas. Nos gusta cantarlas, comprendiendo bien el significado de la metáfora que aparece en las palabras del Salmo:

"Me hace recostar en verdes pastos / y me lleva a frescas aguas. / Recrea mi alma, / me guía por las rectas sendas / por amor de su nombre" (Sal 22 [23], 2-3).

Cantamos frecuentemente estas palabras para abrir ante el Señor toda nuestra alma y todo lo que la atormenta:

"Aunque haya de pasar por un valle tenebroso, / no temo mal alguno, / porque tú estás conmigo..." (Sal 22 [23], 4).

Nuestra peregrinación terrena no es un andar errantes por caminos intransitables. Hay un Pastor que nos conduce, que quiere nuestro bien y nuestra salvación, no sólo en esta vida, sino también en la eternidad:

"Sólo bondad y benevolencia me acompañan / todos los días de mi vida; / y moraré en la casa de Yavé / por dilatados días" (Sal 22 [23], 6).

2. La liturgia de este domingo dirige al mismo tiempo nuestra atención hacia los que el Señor llama a una especial participación en su solicitud pastoral por el hombre.

El Profeta Jeremías habla con palabras fuertes de la gran responsabilidad que tienen los Pastores de cada una de las naciones.

He aquí por qué nace en nosotros, reunidos para el "Ángelus" dominical, la necesidad de rezar por los Pastores de la Iglesia en el mundo.

Que el "báculo pastoral" sea un "consuelo" para todo el rebaño confiado a los Pastores.

Que se realicen esas palabras proféticas que tan frecuentemente sentimos y cantamos:

"Tú dispones ante mí una mesa / enfrente de mis enemigos. / Derramas el óleo sobre mi cabeza, / y mi cáliz rebosa" (Sal 22 [23], 5).

Que se cumplan estas palabras.

Que los Pastores ―dignos discípulos del Buen Pastor― puedan preparar en todo el mundo " un banquete de la Palabra Divina" y un "banquete eucarístico".

Que en los sacramentos, mediante la unción con los santos óleos, transmitan las "riquezas de su gracia" (cf. Ef 1, 7) a cuantos están en camino hacia la patria eterna.

3. Jesús, en el Evangelio de hoy, dice a los Apóstoles: "Venid, retirémonos a un lugar desierto para que descanséis un poco" (Mc 6, 31). Encomendemos a la solicitud del Buen Pastor a todos aquellos que descansan estos días, aprovechando las vacaciones del trabajo.

Recemos sobre todo al Señor por aquellos que buscan los lugares solitarios para renovarse espiritualmente. Por aquellos que ―precisamente durante las vacaciones― buscan el recogimiento y hacen los ejercicios espirituales.

Que se realicen sobre ellos las promesas de la liturgia de hoy ligada a la figura del Buen Pastor.

4. En las intenciones de nuestras plegarias, no podemos olvidar a los que sufren, a los hermanos que padecen calamidades, enfermedades y sobre todo los horrores de la guerra. Pensemos en las numerosas víctimas del conflicto entre Irán e Irak que se ha desencadenado de nuevo estos días. Recordemos los sufrimientos de la población de Beirut, asediada desde hace varias semanas bajo frecuentes bombardeos y privada de lo necesario.

Recemos al Señor, por intercesión de María, para que alivie tantos dolores y consuele a los que se encuentran en la angustia y en el peligro.


Después del Ángelus

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española: a los aquí presentes en Plaza de San Pedro, y a los que se han unido al rezo del Ángelus por radio y televisión.

Amadísimos hijos, continuad viviendo con renovada ilusión y esperanza los compromisos de la fe y de la caridad cristiana. Os encomiendo en mis oraciones al Señor y os imparto de corazón mi Bendición Apostólica, que extiendo a vuestros seres queridos.

 



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