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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 10 de octubre de 1982

 

Estamos en la hora del rezo del Ángelus, la oración que recuerda el misterio de la Encarnación del Verbo en el seno purísimo de María Santísima. Y lo haremos, con las inspiradas palabras del nuevo Santo, Maximiliano María Kolbe, apóstol infatigable de la devoción a la Inmaculada: "Al cumplirse el tiempo de la venida de Cristo, Dios Uno y Trino crea exclusivamente para Sí a la Virgen Inmaculada, la colma de gracia y habita en Ella ('El Señor es contigo'). Y esta Virgen Santísima con su propia humildad cautiva de tal manera su Corazón, que Dios Padre le da por Hijo a su propio Hijo Unigénito; Dios Hijo desciende a su seno virginal, mientras Dios Espíritu Santo plasma en Ella el cuerpo santísimo del Hombre-Dios. Y el Verbo se hizo carne como fruto del amor de Dios y de la Inmaculada" (Scritti III, pág. 700).

María es el don maravilloso que Cristo ha hecho a la Iglesia y a la humanidad. "Para atraer a las almas y transformarlas mediante el amor ―dice también el nuevo Santo―, Cristo manifestó el propio amor iluminado, el propio Corazón inflamado de amor por las almas, un amor que le ha impulsado a subir a la cruz, a permanecer con nosotros en la Eucaristía y a entrar en nuestras almas y a dejarnos en testamento su propia Madre como Madre nuestra" (o. c., III, pág. 699).

Elevemos, pues, con filial confianza nuestra mirada a Ella y digamos: "Angelus Domini...".



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