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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 16 de febrero de 1986

 

1. "Miserere mei Deus, secundum magnam misericordiam tuam".

Con el Miércoles de Ceniza, la Iglesia ha entrado en el período de Cuaresma: un período de penitencia y de reconciliación con Dios por medio de la cruz de Cristo.

Esta reconciliación constituye el fruto de la gracia de la redención, que se ofrece sobreabundantemente al hombre de todas las generaciones y épocas, de todas las naciones y razas. Nos la ofrece a cada uno de nosotros el Espíritu Santo, que "nos ha sido dado".

2. Meditemos, pues, el Salmo 50, en el que el hombre se encuentra eternamente con la gracia de Cristo.

Esta gracia llega al espacio del hombre interior, toca las conciencias.

He aquí que el hombre del Salmo 50 dice:

"Yo reconozco mi culpa, / tengo siempre presente mi pecado. / Contra ti, contra ti solo pequé, / cometí la maldad que aborreces" (Sal 50, 5-6).

El hombre se presenta ante Dios con toda su verdad interior. Esta es la verdad de la conciencia. En ella se refleja la ley moral, que el hombre conoce: efectivamente, ella no sólo está confirmada por la Revelación, sino que también está grabada en el corazón de cada uno. Esta ley culmina en el mandamiento del amor.

A la luz de esta ley ―y mejor todavía, a la luz del amor revelado en la cruz de Cristo―, el hombre ve su propia vida y su propia conducta, sus pensamientos, palabras y obras. Ve mediante la verdad. Y a través de esta verdad se encuentra con Dios. No puede encontrarse con Él sino en la verdad. En esto consiste la insustituible grandeza de la conciencia.

La Cuaresma interpela y exhorta con vigor especial a nuestras conciencias.

La Iglesia nos dice a cada uno: es necesario que tú, a la luz de la Pascua de Cristo, encuentres la verdad sobre ti mismo. Es necesario que tú emprendas la fatiga interior que está vinculada con esa verdad. Se trata de una fatiga salvífica. Sin ella no es posible vivir como cristiano, más aún, ni siquiera como hombre. No tengas miedo a la fatiga de la verdad. Ella efectivamente "libera". He aquí el tiempo del examen de conciencia.

Pidamos a la Madre de Dios que esta invitación de la Cuaresma encuentre la respuesta de las conciencias humanas.



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