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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 28 de junio de 1987

 

Queridos hermanos y hermanas:

1. Esta mañana la Iglesia de Roma, junto con las Iglesias hermanas de Europa, con una concelebración en la basílica de San Pedro, se ha unido espiritualmente a los obispos de Lituania, que hoy celebran en Vilna el sexto centenario del "bautismo" de esta nación.

Al mismo tiempo, he tenido la alegría de elevar al honor de los altares a un gran hijo de ese pueblo: al Siervo de Dios mons. Turgis Matulaitis-Matulewicz, obispo y religioso ejemplar, fundador y reformador de congregaciones religiosas, animado por un gran amor a la Inmaculada, eminente figura de infatigable e intrépido Pastor.

2. En estos seiscientos años de la primera evangelización, la fe cristiana ha echado sólidas raíces en Lituania: penetrando profundamente en el alma del pueblo, ha inspirado sus costumbres, espiritualidad, cultura y patrimonio artístico.

Particularmente sentida es la devoción a la Virgen, tanto que el futuro Papa Pío XI, cuando era visitador apostólico en esa nación, dijo: "Lituania es el país de María".

El santuario más famoso es sin duda el de la Puerta de la Aurora en Vilna, que los lituanos llaman "Ausros Vartai". Desde hace cuatro siglos, es un lugar de oración y de elevación espiritual para todo el pueblo, que venera la imagen milagrosa de la "Mater Misericordiae": la Madre de Dios, Abogada y Protectora de los hombres, a la que se recurre con confianza en las necesidades.

A pesar de las destrucciones y del deterioro acaecido en el tiempo, e incluso el derribo de los muros que rodean la capital ―en los que se encontraba la espléndida Puerta de la Aurora―, este santuario ha permanecido siempre incólume en medio de los asedios, de los incendios y de las batallas: con su irradiación espiritual, ha sido siempre un refugio de paz y un firme punto de referencia no sólo para los lituanos y los polacos, sino también para los católicos de las naciones cercanas. De este modo se ha convertido en un signo de esperanza para un pueblo que se reconoce en el mensaje de salvación que emana de ese santuario: un mensaje de amor, de paz, de justicia y de libertad.

3. Otro centro de piedad mariana que merece mencionarse de modo especial es el santuario de Siluva, al que confluyen cada año numerosos fieles, con gran fervor, y muchas veces con esfuerzo y sacrificio. Particularmente intensa es la afluencia de peregrinos con motivo de la fiesta del nacimiento de la Santísima Virgen.

Otros santuarios marianos frecuentados son los de Zemaiciu Kalvarija, el de Krekenava y el de Pivasiunai. Desde hace ya siglos, y todavía hoy, acuden de todas las diócesis lituanas numerosos fieles a estos centros de fe y de piedad, confiándose a la que Jesús, desde la cruz, nos dio como Madre y Mediadora de gracia.

Os invito a todos a rezar conmigo, para que ―como he dicho en la Carta enviada a los obispos lituanos con motivo de la fiesta jubilar―, "el recuerdo de los seiscientos años de vida cristiana de los hermanos y de las hermanas de Lituania... les ayude a ser siempre fieles a Cristo y a la Iglesia".



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