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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 29 de noviembre de 1987

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Hoy quisiera proponer a vuestra consideración un acontecimiento ya próximo, que nos llena a todos de gozo.

El jueves 3 de diciembre viene en visita a Roma el Patriarca Ecuménico Dimitrios I, quien se quedará entre nosotros unos días. Al venir aquí, este ilustre huésped recorrerá el camino que también a mí me fue dado recorrer hacia él, en noviembre de 1979, durante mi visita a Estambul para participar en la celebración de la fiesta del Patrón del Patriarcado Ecuménico, San Andrés Apóstol, hermano de Pedro.

2. Esta visita forma parte de un largo camino, iniciado por Juan XXIII y por el Patriarca Atenágoras, predecesor de Dimitrios, y proseguido por Pablo VI, por mí y por el Patriarca Dimitrios: un camino que quiere conducir, después de tantos siglos, hacia la restauración de la unidad de los cristianos en la única Iglesia de Cristo.

La visita del Patriarca Dimitrios, que nos honra a todos, es otro paso significativo para comprendernos mejor y para vivir juntos importantes acontecimientos eclesiales. Confío a vuestra oración este gran evento, para que Cristo nos ayude a todos a vivirlo en su plena riqueza. Recemos para que dé todos los frutos que esperamos: para que traiga el gozo de un encuentro fraterno; traiga la paz, que es fruto del amor.

3. Mañana se celebra en el Patriarcado Ecuménico la fiesta de San Andrés. Como cada año, ha ido a Estambul una Delegación de la Iglesia católica, encabezada por el cardenal Joannes Willebrands. El cardenal es portador de los sentimientos de la Iglesia de Roma por la inminente venida del Patriarca Ecuménico. Esperamos que San Andrés interceda para que nuestras oraciones sean especialmente agradables a Dios.

¿No es también muy importante que esta visita del Patriarca Dimitrios a la Iglesia de Roma suceda en el año dedicado a la Virgen María? Todos conocemos la ferviente devoción con que las Iglesias Orientales, y en particular la de Constantinopla, honran a la Santa Madre de Dios. María, que siguió fielmente la obra de su Hijo, y recibió en el Cenáculo con todos los Apóstoles la efusión del Espíritu, ciertamente sigue nuestros pasos, de uno hacia el otro. A Ella confío este momento histórico. A la Totalmente Santa le pido, con vosotros, la fuerza de caminar en la peregrinación de la fe, de la que Ella es el ejemplo más bello, a fin de que católicos y ortodoxos conjuntamente podamos llegar a la unidad querida por el Señor (cf. Redemptoris Mater, 30).



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