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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 24 de enero de 1988

Queridos hermanos y hermanas:

1. Hoy, para el rezo del "Ángelus", nos dirigimos con el pensamiento al santuario mariano de Altötting, en la diócesis de Passau, Baviera. Nuestra peregrinación espiritual va a Alemania, porque estos días están en Roma los obispos de la República Federal de Alemania, que han venido para la visita ad Limina. Los saludo cordialmente en el nombre de la Virgen de Altötting, santuario que aprecio de modo especial, por haberlo podido visitar personalmente durante mi primer viaje a Alemania, en noviembre de 1980.

Como Kevelaer en el norte del país, Altötting es el más importante centro de la piedad mariana en Alemania meridional: "Unsere Liebe Frau von Altötting", Nuestra querida Señora de Altötting. La imagen de la Virgen, venerada bajo este título en ese santuario, es una talla de estilo gótico, de la primera mitad del siglo XV, que representa a María con el Niño Jesús en brazos.

2. Según la tradición del lugar, la devoción popular a esa sagrada imagen empezó en 1489, cuando un niño de tres años, que se había ahogado en el río que pasa por allí, volvió a la vida por intercesión de la Virgen de Altötting. La ayuda materna de María a una familia en dificultades, fue el comienzo de una interminable procesión de peregrinos que, desde hace ya 500 años, afluyen a ese santuario para venerar a la Madre de Jesús, para confiarle sus alegrías y penas, dificultades y sufrimientos. Después de ese primer signo de gracia, la Virgen de Altötting ha ido derramando, a lo largo de los siglos, numerosas otras gracias visibles e invisibles a muchísimos fieles que en ese lugar sagrado han visto atendidas sus peticiones, han vigorizado su fe, y han encontrado alivio en sus pruebas.

3. Bajo la guía sabia y dinámica de los padres capuchinos, que guardan en el antiguo convento la tumba del Santo de su orden, el hno. Conrado, el santuario de Altötting como lugar dedicado a la Virgen, se ha convertido en un importante centro de oración y de actividad pastoral de cara a una profunda renovación religiosa y espiritual de los fieles.

Confiemos también a la intercesión de la Virgen de Altötting las grandes intenciones del Año Mariano y de la Iglesia universal, de modo especial la intención ecuménica por la que hemos rezado intensamente estos días del Octavario por la Unidad de los Cristianos. En las distintas partes del mundo se han elevado súplicas insistentes para alcanzar del Señor el restablecimiento de la plena unidad, de la cual depende en gran medida que el testimonio de los cristianos resulte incisivo en el mundo.

Invoquemos a la Virgen Santa, nuestra Madre común, para que, ayudándonos a progresar en la "peregrinación de la fe", de la que Ella es ejemplo, nos haga alcanzar finalmente la anhelada meta de la unidad entre todos nosotros, según la voluntad de Jesús, Hijo suyo y Nuestro único Señor.



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