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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 1 de enero de 1989
Solemnidad de Santa María, Madre de Dios
Día mundial de la Paz

 

Queridos hermanos y hermanas:

1. Hoy es la solemnidad de la Maternidad divina de María. En la liturgia de la Misa, la Iglesia se dirige a Ella con estas palabras: "Salve, Madre Santa: Tú has dado a luz al Rey, que gobierna el cielo y la tierra por los siglos sin fin".

La maternidad divina es el vértice más alto de todos los dones de la gracia que Ella recibió del Padre celestial, el don al que se dirigen todos los demás. La grandeza de María está, sobre todo, en esta misión de maternidad respecto al Verbo divino, hecho hombre en su seno purísimo. Toda la vida y toda la santidad de María se proyectan en la incomparable misión de permitir la realización del misterio de la Encarnación, es decir, de ser Madre de ese "Hijo del hombre" que es al mismo tiempo Hijo de Dios, ese Hijo, si bien escucha y acepta la voz atenta de su Madre, escucha y sigue aún más los mandatos del Padre que está en los cielos.

2. María, por ser Madre de Cristo, es también Madre de la Iglesia, Madre de la humanidad, Madre de todas las generaciones de los hijos de Dios. Ella es Madre y Reina de la Paz. Mi venerado predecesor Pablo VI quiso muy oportunamente unir la fiesta de la Maternidad de María a la Jornada de la Paz, que hoy celebramos en todo el mundo. María engendró al Príncipe de la Paz, al que nos entrega el Espíritu Santo, cuyo fruto principal es precisamente la paz.

Por eso, recordemos en este momento todas las zonas del mundo donde no hay paz. Que María, desde el ejemplo de su Hijo, nos enseñe a apreciar de modo especial el inestimable valor de la paz interior, de donde proviene cualquier otra paz, y sin la cual cualquier otra paz es precaria, ilusoria e insatisfactoria.

3. El año nuevo que hoy comienza, también lo hace bajo el signo de la Maternidad de María Reina de la Paz, como para significar una nueva esperanza, un renovado propósito. Si las fuerzas del mal y del odio insisten en su actividad demoledora, nosotros los discípulos del Señor y de María, junto con todos los: hombres: de buena voluntad, insistiremos todavía más en el empeño por construir la paz y la justicia.

Con esta perspectiva, dirijo a todos los presentes y a los que escuchan a través de la radio o la televisión, mis cordiales deseos de un sereno y fructífero año nuevo, invocando para todos la protección maternal de María Santísima.



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