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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 28 de octubre de 1990

 

Queridísimos hermanos y hermanas:

1. Acabamos de celebrar en la basílica de San Pedro la santa misa en acción de gracias por la clausura del Sínodo de los obispos. Como se sabe, el tema tratado, esencial para la vida de toda la Iglesia, ha sido el de la formación sacerdotal en la situación actual.

Así como al comienzo de esta asamblea solicité a todos que se comprometieran con renovado impulso en la oración, sostenidos por la confianza viva en la acción iluminadora del Espíritu Santo, del mismo modo deseo ahora invitar a vosotros aquí presentes, y a todos los que escuchan, a perseverar en la oración en actitud de comunión profunda con toda la Iglesia a fin de que los propósitos y los programas que se han elaborado en los encuentros de los obispos logren una actuación solicita. Deseo que la enseñanza sinodal sea acogida con disponibilidad diligente por todo el pueblo de Dios y sirva para alentar a todos aquellos que, asociándose a la invitación de Cristo, desean comprometerse en el ministerio sacerdotal.

2. En especial, nos dirigiremos hoy con gran confianza a la Virgen Santa, para que esté siempre presente con su intercesión y su ejemplo en el camino que la Iglesia quiere seguir para preparar adecuadamente a los presbíteros de nuestro tiempo. Su formación es el primer deber de cada Iglesia particular, porque de ellos depende la vida espiritual de la comunidad y de cada uno de los fieles. El pueblo de Dios desea tener sacerdotes preparados adecuadamente con la santidad de vida, con el conocimiento de la fe y con la diligencia pastoral, sacerdotes preparados para la nueva evangelización que los tiempos requieren.

Invocamos a la Virgen, Madre de Cristo y Madre de todos los sacerdotes, sabiendo que ella, la "llena de gracia", es el verdadero modelo de cada presbítero consagrado al servicio del reino. María, en efecto, estuvo presente eternamente en el proyecto concebido por Dios para la salvación del mundo. Mediante la fe participó de él a lo largo de todo su itinerario terreno, de modo que ahora es modelo de todos los que están llamados a seguir más de cerca a Jesús, maestro y pastor de las almas.

3. Que la intercesión de María obtenga que los candidatos al ministerio sacerdotal sepan abrirse dócilmente para escuchar la palabra de Dios, aceptando sin reservas sus exigencias y disponiendo su ánimo para compartir los sentimientos de Cristo, de modo que sean anunciadores eficaces de su misterio. Es necesario que los presbíteros sepan hacerse, como María, humildes "siervos del Señor", para convertirse, como ella, en instrumentos eficaces de las "grandes cosas" que Dios quiere obrar en el mundo.

Que la Virgen Santa acompañe en el camino de la formación a todos los llamados. Que sea para ellos consuelo y apoyo en las pruebas, modelo de consagración de todo afecto e interés a la causa de la salvación del hombre. Como Madre solicita, que esté presente para iluminar y confirmar el propósito de los jóvenes a los que el Señor dirigió la invitación de seguirlo.



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