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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 29 de agosto de 1993

 

Queridos hermanos y hermanas:

1. Ante el ya inminente viaje que me llevará a Lituania, Letonia y Estonia, deseo dar gracias al Señor, junto con vosotros, porque permite que se cumpla hoy un acontecimiento singular, que era impensable hace apenas algunos años. Aquellos pueblos salieron del túnel de una ateización forzada, que puso a dura prueba su sentimiento religioso. Ahora, tras la recuperación de la autonomía política y de la libertad, nuevamente pueden expresar y cultivar su fe, raíz vital de su historia.

2. Por tanto, mi peregrinación apostólica a los países bálticos quiere ser un servicio de evangelización siguiendo las huellas de los misioneros que, a principios del segundo milenio de la era cristiana, enviados por las Iglesias de Oriente y Occidente, anunciaron el Evangelio en ese extremo de Europa. Desde entonces, la historia de esos pueblos resultaría incomprensible sin la referencia al cristianismo.

La invitación que me hicieron para realizar esta peregrinación a Lituania tiene como ocasión el quinto centenario de la muerte de san Casimiro y el sexto centenario del bautismo de esa nación. Por su parte, mi visita a Letonia se realiza con motivo del octavo centenario de la consagración episcopal de san Meinardo, primer obispo de Riga.

Sólo ahora que la situación política ha cambiado puedo corresponder, por fin, a la insistencia fraternal del Episcopado, haciendo así realidad un proyecto que desde hace mucho tiempo albergaba en mi corazón.

Pido a los católicos de todo el mundo, al igual que a los ortodoxos y luteranos, sobre todo a los que viven en aquellos territorios, que me acompañen con su oración durante las diferentes etapas de mi visita apostólica.

3. Los cristianos de esas naciones, que defendieron su fe en la época de la dura persecución religiosa, ahora deben luchar para preservarla de las asechanzas de la indiferencia y del secularismo. Por tanto, urge una nueva evangelización que ayude a los creyentes, especialmente a las nuevas generaciones, a enraizar firmemente en el Evangelio sus opciones de vida.

Por esta intención especial hoy quisiera ir con vosotros en peregrinación espiritual a los santuarios marianos, en los que la fe de las poblaciones bálticas se ha ido alimentando y consolidando a lo largo de los siglos: pienso en particular, por lo que respecta a Lituania, en el santuario de Auros Vartu en Vilna, y en los de Siluva, Zamaiciu Kalvarija, Krekenava y Pivasiunai. Por lo que respecta a Letonia, pienso en los santuarios de Skaistakalne, Sarkani y, especialmente, en el de Aglona, donde se invoca a la Virgen elevada al cielo como «Reina de la Tierra de María», título con el que desde el medievo se calificó a Letonia y a una parte de Estonia.

Que la Virgen Santa, venerada de modo especial en Vilna en el santuario de la Puerta de la Aurora, obtenga para los pueblos lituano, letón y estoniano una nueva aurora de fe y de progreso civil. Que ella ayude a los cristianos que viven en aquellas tierras a crecer en la estima recíproca y en el diálogo, hasta alcanzar la plena unidad. Que María sea verdaderamente aurora de paz para esos pueblos y para todas las naciones.

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Después del Ángelus

Saludo ahora con todo afecto a todas las personas, familias y grupos de lengua española aquí presentes.

En particular, a la peregrinación de jóvenes venezolanos «Grupo Protocolo Maracaibo».

A todos bendigo de corazón.



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