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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 13 de febrero de 1994

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Los años que estamos viviendo pueden considerarse seguramente una época de transición. Ante nuestros ojos hay un mundo en movimiento. La humanidad se encuentra en una encrucijada. El desafío de la libertad constituye desde siempre la grandeza y el peligro del hombre. Pero hoy la interdependencia de los pueblos da a este desafío un carácter nuevo global, planetario. Una pregunta interpela profundamente nuestra responsabilidad: ¿qué civilización se impondrá en el futuro del planeta? En efecto de nosotros depende que triunfe la civilización del amor, como solía llamarla Pablo VI, o la civilización que mejor debería llamarse incivilización, del individualismo, el utilitarismo, los intereses opuestos, los nacionalismos exasperados y los egoísmos elevados al rango de sistema.

2. Ahora que se prepara para la celebración del jubileo del año dos mil, la Iglesia siente la necesidad de invitar a cuantos se interesan de verdad por el destino del hombre y de la civilización a unir sus recursos y su esfuerzo, para construir la civilización del amor.

El amor auténtico no es un vago sentimiento ni una ciega pasión. Es una actitud interior que compromete a todo el ser humano. Es mirar al otro no para servirse de él, sino para servirlo. Es la capacidad de alegrarse con quien está alegre y de sufrir con quien sufre. Es compartir lo que se posee, para que nadie se halle privado de lo necesario. En una palabra, el amor es don de sí. Este amor, que constituye el gran mensaje del cristianismo, se encuentra siempre de nuevo a los pies de la cruz, ante la imagen conmovedora del Hijo de Dios encarnado que se sacrifica por la salvación del hombre.

Y de manera especial las familias están invitadas a redescubrir ese amor en el año a ellas dedicado. La familia, gran laboratorio de amor, es la primera escuela, más aún, una escuela permanente, en la que la educación en el amor no se da con áridas nociones, sino con la fuerza incisiva de la experiencia. ¡Ojalá que toda familia redescubra de verdad su vocación al amor! Amor que es respeto absoluto del plan de Dios; amor que es elección y don recíproco de sí dentro del núcleo familiar.

3. Amadísimos hermanos y hermanas pidamos a la Virgen santísima que nos ayude a construir la civilización del amor. Que ella nos guíe maternalmente por el camino de la conversión del corazón.

La Cuaresma, que comenzará el próximo miércoles —miércoles de ceniza— es un tiempo especialmente propicio para realizar esa renovación interior. Invoquemos también a san Cirilo y san Metodio, cuya fiesta litúrgica se celebra mañana. Fueron grandes apóstoles del mundo eslavo y, junto con san Benito, son los patronos celestes de Europa. Que también hoy eduquen en el amor a los habitantes del antiguo continente, especialmente donde es más urgente la necesidad de paz.



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