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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 28 de agosto de 1994

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Ante la inminente Conferencia de El Cairo sobre población y desarrollo en el ámbito del Año internacional de la familia que estamos celebrando deseo seguir aún con el tema sumamente importante, de la institución familiar.

En particular, quisiera expresar mi preocupación por una tendencia determinada del documento preparatorio de dicha Conferencia, que concibe la sexualidad en clave demasiado individualista, sin valorar suficientemente sus implicaciones sociales que están en la base de la institución del matrimonio y de la familia.

La misma naturaleza humana fundamenta la exigencia de esa institución. «El hombre, por su naturaleza —decía Aristóteles—, está más inclinado a vivir en pareja que a asociarse políticamente, puesto que la familia es algo anterior y más necesario que el Estado» (Ética a Nicómaco VIII 12). La Declaración Universal de los derechos del hombre se hace intérprete de este dato, cuando presenta a la familia como «el elemento natural y fundamental de la sociedad» (art. 16).

Sería grave que en la Conferencia de El Cairo, a causa de la preocupación por afrontar el problema que plantea el rápido crecimiento demográfico, en lugar de orientarse hacia la promoción de una cultura de la procreación responsable, se contentaran con aceptar o incluso, favorecer una sexualidad privada de referencias éticas y sobre todo del compromiso específico que el varón y la mujer asumen, recíprocamente y ante la comunidad, con el consentimiento conyugal.

2. Es verdad que hoy podemos oír a veces valoraciones y propuestas sobre ese tema que nos resultan, por lo menos, sorprendentes. Pero la estructura psico-biológica de la sexualidad humana es un dato objetivo que, a pesar de la fragilidad de los comportamientos y la variedad de las opiniones, no deja de orientarse hacia el encuentro profundo y estable entre el varón y la mujer en el matrimonio, haciéndolos responsables de la vida que nace de dicho encuentro. Antes que una cuestión de fe, es un dato antropológico que resulta evidente para una sencilla reflexión racional.

En realidad, está en juego el futuro de la familia e incluso de la sociedad. En las naciones más desarrolladas donde el problema demográfico se plantea por defecto más que por exceso, ya hay numerosas señales alarmantes de una fuerte crisis de la moral de la vida y de las relaciones interpersonales. Pensemos por ejemplo en la droga, la violencia, la falta de ideales y de valores, la desaparición del sentido y del respeto a la vida, la indiferencia para con los ancianos, la inseguridad de los jóvenes... Ante esas situaciones preocupantes ¿no sentimos espontáneamente la necesidad de apelar a la recuperación indispensable del papel y de la responsabilidad de la familia?

3. La santísima Virgen a quien dirigimos con confianza nuestra oración abra los ojos de la humanidad en este paso crucial de su historia; obtenga para los responsables la valentía de opciones sabias y prudentes según el designio de Dios; y ayude a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo a redescubrir el sentido del matrimonio y de la familia, y a vivirlo con alegría, fidelidad y responsabilidad.

Sólo así es posible construir un futuro mejor, más sereno, y solitario para toda nuestra humanidad


Después del Ángelus

Con particular afecto saludo a todas las personas de lengua española que han venido hoy aquí a participar, con espíritu de fe y devoción, en la hermosa plegaria del “Ángelus”. Ya sea a los que aún disfrutáis de vacaciones como a los que os encontráis en vuestras ocupaciones habituales, a todos os invito a seguir poniendo vuestros ojos en Jesús, esforzándoos cada vez más en seguirle de un modo generoso y constante.

Os imparto de corazón mi Bendición Apostólica, que extiendo complacido a vuestros seres queridos.



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