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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

 Domingo 22 de octubre de 1995

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. El domingo pasado anuncié que durante las próximas citas dominicales del Ángelus nos detendríamos a reflexionar sobre el concilio Vaticano II, a treinta años de su conclusión. Hoy deseo atraer vuestra atención hacia la constitución dogmática Lumen gentium, que constituye la piedra angular de todo el magisterio conciliar. Con ella el Vaticano II quiso iluminar la realidad de la Iglesia: realidad admirable y compleja, constituida por elementos humanos y divinos, visibles e invisibles (cf. n. 8).

Gran mérito de la Lumen gentium es el hecho de habernos recordado con vigor que, si se quiere comprender adecuadamente la identidad de la Iglesia, sin descuidar los aspectos institucionales, es necesario partir de su misterio. La Iglesia es misterio, porque está injertada en Cristo y enraizada en la vida trinitaria. Jesús, el Verbo de Dios hecho hombre, es la «luz» que resplandece en el rostro de la Iglesia (cf. n. 1). Él llevó a cumplimiento las expectativas del antiguo Israel, inaugurando la venida del reino de Dios. De este modo, congregó a todas las gentes en un nuevo pueblo de Dios, uniéndolo a sí como su cuerpo y su esposa, con la fuerza del Espíritu Santo. Este misterio sublime une a los bautizados y los impulsa a la conversión continua hasta la cumbre de la santidad. Por tanto, la Iglesia es un pueblo en camino a lo largo de la historia, pero con la mirada fija en la meta de la segunda venida de Cristo.

2. Esta visión conciliar de la Iglesia, fiel a la palabra de Dios y a la tradición más antigua, está destinada a dar a la comunidad cristiana una nueva inyección de vitalidad, y un espíritu renovado de comunión y participación. La Iglesia de nuestro tiempo debe asumir cada vez más el rostro de la familia, en el que nadie se sienta marginado o segregado. Esto exige que crezcamos en la docilidad a la voz del Espíritu, para discernir y acoger los carismas que derrama, para promover y valorar los múltiples y diversos ministerios. En este marco, el ejercicio de la autoridad eclesial está llamado a tomar cada vez más el estilo del servicio, un nuevo entusiasmo espera a la vida consagrada, mientras comienza para los laicos una época inédita de iniciativas y responsabilidades.

La Iglesia delineada por la Lumen gentium es una Iglesia rica de vida, que lejos de encerrarse en sí misma, se obré con mayor impulso al mundo. Una Iglesia que se siente deudora del Evangelio a todos los hombres: la evangelización es una dimensión intrínseca de su vida, como nos lo recuerda la Jornada mundial de las misiones, que celebramos precisamente hoy.

3. Queridos hermanos y hermanas, dirijamos nuestra oración a María. Al final de esta fundamental constitución dogmática, Lumen gentium, los padres conciliares quisieron tratar acerca de ella, como coronación y síntesis de la entera reflexión eclesiológica. Que la santísima Virgen, modelo de la Iglesia y Madre de la Iglesia, nos ayude y acompañe en este camino de redescubrimiento del Concilio, que quisiera proponer a todo el pueblo cristiano como compromiso específico de preparación para el gran jubileo del año 2000.



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