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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

 Domingo 29 de octubre de 1995

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. El pasado 10 de septiembre, durante la inolvidable reunión de los jóvenes de Europa en Loreto, quise volver a entregarles simbólicamente, como orientación para su vida, el documento del concilio Vaticano II Gaudium et spes, que describe la misión de la Iglesia en el mundo contemporáneo. Volvamos a escuchar su espléndido proemio: «El gozo y la esperanza, la tristeza y la angustia de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de los afligidos, son también gozo y esperanza, tristeza y angustia de los discípulos de Cristo y no hay nada verdaderamente humano que no tenga resonancia en su corazón» (n. 1). ¿Cómo no sentir todavía hoy el atractivo de estas palabras? Sí, la Iglesia las reafirma con la misma convicción, intensidad y esperanza.

A treinta años de distancia, la Gaudium et spes no ha perdido nada de su lozanía. Al contrario, con singular eficacia testimonia la actitud de diálogo y solidaridad con que la Iglesia del Concilio se acerca a la humanidad de nuestro tiempo; una actitud impregnada por la esperanza cristiana, que sabe mirar al mundo con estima y simpatía, pero también con realismo y discernimiento, distinguiendo luces y sombras y escrutando los «signos de los tiempos».

2. La Gaudium et spes coloca en el centro de su reflexión el misterio del hombre (cf. n. 10): el hombre visto en su realidad concreta, pero también captado en las instancias inmutables de su naturaleza; el hombre marcado por la fragilidad y, con todo, dotado de incomparable dignidad, al haber sido creado «a imagen y semejanza de Dios», única criatura en la tierra «a la que Dios ha amado por sí misma» (n. 24); el hombre llamado a construir la historia, y sin embargo hecho para la eternidad. La constitución conciliar nos señala la imagen plena de este hombre en Cristo, revelador de Dios al hombre y del hombre a sí mismo: «Realmente, el misterio del hombre solo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado» (n. 2).

Esta antropología integral inspira la Gaudium et spes cuando, en su segunda parte, afronta algunos de los problemas más urgentes de la época contemporánea: el matrimonio y la familia, la cultura, la realidad económico-social, la política, la promoción de la paz y la solidaridad entre los pueblos. Son páginas concretas, densas y comprometedoras. Al volver a leerlas hoy, después de los numerosos acontecimientos que se han producido en el mundo ya en vísperas del tercer milenio, es difícil no advertir toda su profética actualidad.

3. Amadísimos hermanos y hermanas, que la Virgen santísima nos enseñe a seguir fielmente «El camino real» trazado por el Concilio. Que ella ilumine a la humanidad de hoy para que jamás pierda de vista el fundamento trascendente y las exigencias irrenunciables de la dignidad humana, y acompañe a la Iglesia en su camino para que, atenta a los signos de los tiempos y vigilante en su activo servicio al hombre, testimonie eficazmente el Evangelio y contribuya a la construcción del mundo según el designio de Dios.



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