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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 30 de noviembre de 1997

 

1. Hoy, primer domingo de Adviento, empieza el segundo año de preparación inmediata para el gran jubileo del año 2000, «dedicado de modo particular al Espíritu Santo y a su presencia santificadora dentro de la comunidad de los discípulos de Cristo» (Tertio millennio adveniente, 44). Los fieles están invitados a redescubrir este «Don» por excelencia que es el Espíritu de Dios, cuya función en la Iglesia es comparable con la del alma en el cuerpo humano (cf. Lumen gentium, 7). En particular, orarán y trabajarán durante este año por la unidad de la Iglesia, «a la que tienden los distintos dones y carismas suscitados en ella por el Espíritu» (Tertio millennio adveniente, 47).

Que Dios apresure la unidad de todos los cristianos, para que lleguemos a cruzar el umbral del año 2000, «si no del todo unidos, al menos mucho más próximos a superar las divisiones del segundo milenio» (ib., 34). Dirijamos esta súplica al Espíritu del Señor, mientras nos unimos idealmente a nuestros hermanos de la Iglesia de Constantinopla en la fiesta del apóstol san Andrés, hermano de Pedro.

2. Esta mañana, al inaugurar el año del Espíritu Santo en la basílica vaticana, he tenido la alegría de entregar la cruz a los numerosos misioneros y misioneras de Roma, que animarán la Misión ciudadana. Irán a visitar a las familias, propondrán el Evangelio en los «centros de escucha» e invitarán a los jóvenes a participar en particulares momentos de diálogo y propuesta de la fe, a fin de que toda la comunidad diocesana pueda prepararse adecuadamente para vivir el singular «año de gracia» que será el jubileo del año 2000.

Saludo, asimismo, a todos los misioneros y misioneras y les aseguro mi oración por la empresa apostólica que, bajo la guía del cardenal vicario y de los obispos auxiliares, están a punto de comenzar.

Recuerdo también que la diócesis de Roma, en este primer domingo de Adviento, empieza un período de sensibilización y recogida de ayudas concretas para la construcción de las nuevas iglesias. Exhorto a los romanos a apoyar este proyecto, denominado «Cincuenta iglesias para la Roma del 2000», a fin de que los 350 mil fieles que aún no tienen un lugar de culto puedan verlo realizado cuanto antes. También el edificio parroquial contribuye al cumplimiento de la misión ciudadana, pues disponer de lugares para anunciar la Palabra y celebrar los sacramentos es indispensable para la vida de la Iglesia. Estos lugares constituyen también centros de encuentro que responden a las exigencias de los ciudadanos, en una época en que las relaciones humanas y sociales son, a menudo, difíciles. Que el Señor ayude y bendiga este proyecto de la diócesis de Roma.

3. Dirijamos nuestra mirada a María, «mujer dócil a la voz del Espíritu, mujer del silencio y de la escucha, mujer de esperanza» (ib., 48). Ayer comenzamos la novena de la solemnidad de la Inmaculada: confiémosle el camino de la unidad de los cristianos, la misión ciudadana de Roma y el nuevo año litúrgico.

* * *

Llamamiento del Papa en favor de la liberación
de monseñor Jesús Quintero Díaz, obispo prelado de Tibú (Colombia)

He seguido con preocupación las noticias del secuestro de monseñor José de Jesús Quintero Díaz, obispo prelado de Tibú, hombre de Iglesia y amante y promotor de la paz. Estoy cercano a este hermano en el episcopado y a las otras personas secuestradas y, en estos difíciles momentos, les acompaño con mi afecto y con mis plegarias.

Al deplorar esta acción, que viola los más fundamentales derechos humanos, pido a sus secuestradores que devuelvan la libertad a este pastor de la Iglesia para que pueda seguir ejerciendo su ministerio en favor del pueblo de Dios. Deseo también ardientemente que se ponga fin a la plaga de secuestros que perjudican la convivencia en Colombia, para que este amado país encuentre vías de concordia y paz social.



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