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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo, 25 de junio de 2000

 

Amadísimos hermanos y hermanas: 

1. Esta tarde, con la solemne Statio orbis en la plaza de San Pedro, concluirá el Congreso eucarístico internacional, que durante esta semana ha hecho de Roma la ciudad de la Eucaristía.

En las basílicas y en las parroquias, en los monasterios y en muchos otros lugares de culto se han multiplicado las celebraciones litúrgicas, pero también los momentos de adoración, y un gran número de personas se ha recogido en oración en presencia de Cristo en el Sacramento del altar. Podemos decir que toda la Iglesia se ha reunido espiritualmente aquí, en Roma, para permanecer en el Cenáculo a la escucha y contemplación de la Eucaristía.

2. Cristo es el pan de salvación para el hombre viandante y peregrino en la tierra. Por este motivo, en la fiesta del Corpus Christi se suele llevar la Eucaristía en procesión por las calles, entre las casas y los edificios donde la gente vive. En efecto, en el misterio eucarístico el Resucitado ha querido seguir viviendo en medio de nosotros, para que todo ser humano conozca su verdadero nombre, su verdadero rostro, y experimente su misericordia infinita.

Creemos firmemente que Cristo es el único Salvador del mundo. Él es el Mediador de la alianza nueva y eterna (cf. Hb 9, 15), que perfeccionó la alianza sellada por Dios en el Sinaí con el pueblo elegido. Se trata de una alianza abierta a todos los pueblos, en la perspectiva del gran banquete escatológico anunciado por los profetas de Israel. A la luz de esta verdad, la Iglesia no desprecia lo que el hombre hace en las diversas expresiones religiosas para acercarse a Dios y recibir de él la purificación; al contrario, favorece un provechoso diálogo interreligioso. Pero, al mismo tiempo, no puede por menos de decir claramente que Cristo es el único Redentor, el Hijo de Dios, que por nosotros se encarnó, murió y resucitó.

3. En el misterio de la Eucaristía Cristo quiso permanecer con nosotros, convirtiéndose en nuestro alimento y bebida de salvación. Lo subraya bien el tema del Congreso eucarístico internacional: Jesucristo, único Salvador del mundo, pan para la vida nueva.

Encomendemos a María santísima los frutos que han madurado durante estos días de reflexión y oración. A ella le encomendamos también, ya desde ahora, el próximo Congreso eucarístico internacional que, si Dios quiere, se celebrará en el año 2004 en Guadalajara, México. María, que vivió en íntima y constante comunión con Jesús, Verbo encarnado, ayude a todos los cristianos a reconocer en la Eucaristía la presencia viva de su Hijo divino, a acogerlo con fe y a invocarlo con amor. Fortalecidos con el pan eucarístico, los cristianos no dudarán en ponerse al servicio de sus hermanos para construir una nueva humanidad más justa y fraterna.


Después del Ángelus

Un saludo muy cordial a los peregrinos de lengua española, y en especial a los fieles mexicanos, que han acogido con alegría la noticia de la celebración del próximo Congreso eucarístico internacional en su tierra, en la ciudad de Guadalajara. Que este compromiso os ayude a fortalecer vuestra fe, afiance la unidad eclesial y os impulse a renovar vuestra caridad a través de obras de amor y servicio.

 



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