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JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 21 de enero de 1981

 

La Semana de Oraciones por la Unidad de los Cristianos (18-25 de enero), que está en pleno desarrollo, invita a todos los bautizados a una reflexión común y a una oración intensa. Por esto deseo, como cada año, dedicar las reflexiones del encuentro de hoy a este tema, al que atribuyo una importancia grandísima.

1. Esta semana de oraciones vuelve puntualmente a estimular la conciencia de los cristianos para un examen ante Dios, sobre el tema de la restauración de la plena unidad. Vuelve también a recordar que la unidad es un don de Dios y que, por esto, es necesario pedirla intensamente al Señor. Además, el hecho de que los cristianos de las diversas confesiones se unan en oración común —particularmente en este tiempo, o en la semana de Pentecostés, pero espero que esto suceda cada vez más frecuentemente también en otras circunstancias— reviste un significado totalmente especial. Los cristianos vuelven a descubrir con lucidez creciente la parcial, pero verdadera comunión existente, y se encaminan juntos, ante Dios y con su ayuda, hacia la plena unidad.

Se encaminan hacia esta meta, comenzando precisamente por la oración al Señor, a Aquel que purifica y libera, que redime y une.

La oración por la unidad se extiende cada vez más en el mundo, tanto entre los católicos, como entre los otros cristianos. Está perdiendo el carácter de acontecimiento extraordinario y entra en la vida normal de las Iglesias. La semana de oraciones se recuerda ya en los calendarios y en las guías litúrgico-pastorales. En este período, incluso las parroquias más pequeñas están invitadas a esa oración en la que debe empeñarse toda la comunidad cristiana. Este es un signo positivo. Pero es preciso estar muy atentos para evitar que la oración pierda esa carga fuerte que debe inquietar la conciencia de todos ante la división de los cristianos, "que no sólo contradice abiertamente a la voluntad de Cristo, sino que también es un escándalo para el mundo y daña a la causa santísima de la predicación del Evangelio a toda criatura" (cf. Unitatis redintegratio, 1)

La colaboración establecida con el Consejo Ecuménico de las Iglesias en el campo de la oración se ha mostrado fecunda. La elaboración de textos apropiados sobre un tema convenido y su difusión hecha conjuntamente, además de facilitar una divulgación de la oración en zonas y ambientes a los que no se podría llegar de otra manera, ofrece un testimonio de intención y de acción común de los cristianos por la unidad. Expresa la voluntad común de estar en atenta escucha de la Palabra de Dios para hacer su voluntad.

2. Esta semana de oraciones produce anualmente también una cierta inquietud. Efectivamente, nos hace constatar que, si todavía debemos pedir la unidad, si debemos buscarla, es porque la plena unidad de todos los cristianos no se ha alcanzado aún y nos encontramos en falta delante del Señor. También esta inquietud que, a veces, se empaña de amargura, me parece un signo positivo. Ella debe impulsarnos a un compromiso mayor de fe y de amor, y a la búsqueda de la plena unidad. El Concilio Vaticano II ha recordado que la preocupación por la restauración de la unidad debe afectar a todos, pastores y fieles, a cada uno según el propio papel y la propia capacidad, incluso en la vida diaria (cf. Unitatis redintegratio, 5).

3. Pero tenemos también motivos fundamentales para dar gracias al Señor. Mirando sólo a este último año, se pueden poner de relieve acontecimientos y elementos extremadamente positivos, densos de perspectivas y de esperanzas. Tanto en las relaciones con las Iglesias de Oriente, como con las Iglesias y comunidades eclesiales de Occidente, también a mi personalmente me ha permitido el Señor encontrarme, en Roma o durante mis viajes, con muchos hermanos que desempeñan funciones importantes en las propias Iglesias. Hemos hablado juntos sobre la búsqueda de la unidad y constatado las dificultades que aún existen, pero hemos percibido también la voluntad común de proseguir todo esfuerzo para este fin. El Señor, que colma las lagunas humanas, hará lo demás. El encuentro fraterno y leal, dentro del respeto recíproco, es esencial para el conocimiento mutuo y para concertar juntos el resto del camino que se ha de recorrer. Hemos tenido encuentros fecundos. Por ello damos gracias al Señor.

Las relaciones con las Iglesias ortodoxas han registrado, además, este año, un acontecimiento particularmente importante: el comienzo oficial del diálogo teológico a través de una amplia y calificada comisión mixta. En ella están representadas todas las Iglesias ortodoxas. El diálogo teológico se desarrollará así con la Iglesia ortodoxa en su conjunto. Las subcomisiones de estudio han programado ya y han comenzado con solicitud el propio trabajo.

La orientación es positiva y constructiva. Pero esto no preserva automáticamente al diálogo de momentos de posibles dificultades. Si desde hace casi un milenio, las Iglesias de Oriente y de Occidente no celebran juntas la Eucaristía, esto quiere decir que han juzgado graves los problemas controvertidos. No se puede reducir todo a factores históricos y culturales, aún cuando éstos han tenido un influjo fuerte y deletéreo en el progresivo alejamiento entre Oriente y Occidente. Por tanto, es necesario que el diálogo esté sostenido por la ferviente oración de todos. El diálogo, de por sí, está llamado a resolver todos los grandes problemas abiertos que tengan una relación con la fe; por otra parte, constituye también un instrumento preciso para aclarar malos entendidos y prejuicios recíprocos y también para concertar las legítimas variedades y diversidades compatibles con la unidad de la fe. En esta perspectiva de diálogo, y en el contexto de relaciones fraternas con las Iglesias de Oriente, he querido declarar a los Santos orientales Cirilo y Metodio Copatronos de Europa, juntamente con San Benito. Para la plena unidad debemos habituarnos todos a tener una mentalidad recíprocamente abierta, tanto hacia la tradición oriental, como hacia la occidental.

El año pasado se han continuado las relaciones con las Iglesias precalcedonenses, y también he podido encontrarme personalmente con sus dignos representantes. Del mismo modo, sigue su curso el diálogo con las Iglesias y comunidades eclesiales de Occidente. Sobre temas esenciales para la vida de la Iglesia, como el Bautismo, la Eucaristía, el ministerio, se está profundizando una positiva confrontación, tanto en diálogo multilateral, como en conversaciones teológicas bilaterales, la cual hace esperar una superación de las graves controversias del pasado.

Sin duda, debemos estar seguros de que lo que sostiene estos pasos delicados y este lento pero auténtico progreso es también y sobre todo la oración por la unidad, que los cristianos hacen en todas las partes del mundo.

Por esto os invito a incluir en vuestra oración, incluso diaria, la intención de la unidad.

4. Este año se propone un tema rico en perspectivas espirituales y en implicaciones eclesiales: "Hay diversidad de dones, pero uno mismo es el Espíritu... un solo cuerpo" (cf. 1 Cor 12, 3b-13). San Pablo, al escribir a los cristianos de Corinto, que se hallaban exuberantes de vitalidad con expresiones semejantes a los fenómenos extáticos de las asambleas religiosas paganas, explica cómo se deben discernir los verdaderos de los falsos carismas. La fe recta, la adhesión a Jesucristo, es la norma primera de su autenticidad. Afirma que entre los creyentes se puede manifestar una gran variedad de dones, de ministerios, de actividades. A uno se le da la palabra de sabiduría, a otro palabras de ciencia, a otro el don de profecía, a otros el poder de prodigios y curaciones, a otros también la variedad de lenguas o la interpretación de las lenguas (cf. 1 Cor 12, 8-10). Pero todas estas cosas -asegura él- "las obra el único y mismo Espíritu, que distribuye a cada uno según quiere" (ib., v. 11). Los carismas auténticos provienen de una única fuente. Para su discernimiento, San Pablo indica otro criterio, el de la unidad. Esta variedad de carismas no debe engendrar la anarquía, como si se tratase de expresiones orgullosas del instinto humano, al contrario, los carismas auténticos se orientan a cimentar y a fecundar la unidad. "A cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para utilidad común" (ib., v. 7). Para hacer más perceptible su pensamiento, San Pablo trae a la mente una imagen que los griegos de Corinto debían comprender bien. Los filósofos estoicos habían utilizado ya la metáfora del cuerpo para sugerir la relación que cada uno de los individuos tiene con la sociedad. Al utilizar la imagen, San Pablo no hace un simple parangón, sino que le da un nuevo contenido. Para él la comunidad es el Cuerpo de Cristo. He aquí lo que escribe: "Así como el cuerpo, siendo uno, tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, con ser muchos, son un cuerpo único, así es también Cristo. Porque también todos nosotros hemos sido bautizados en un solo Espíritu, para constituir un solo cuerpo" (ib., v. 12-13). En la comunidad cristiana la variedad de los dones recibidos debe ponerse al servicio de la edificación del único Cuerpo de Cristo y del desarrollo armónico de su vitalidad.

De este modo no sólo los carismas no deben producir fracturas u oposiciones, sino que deben estar al servicio de la unidad. Y cuando esta unidad es lesionada, es preciso utilizar cada uno de los dones para su restablecimiento. La unidad y la articulación armónica forman parte de la salud del cuerpo mismo y de su actividad normal.

Y así es necesario que todos los carismas, presentes hoy en diversas formas, se pongan también al servicio de la unidad, a fin de dar a la comunidad cristiana las condiciones esenciales para anunciar y testimoniar que Jesucristo es el Señor.

5. Por estas razones, y hasta que no se logre la plena unidad entre los cristianos, tenemos motivo de intensificar también nuestra oración.

Lo haremos brevemente al final de la audiencia de hoy:

Pidamos al Señor que robustezca en todos los cristianos la fe en Cristo, Salvador del mundo.

— Pidamos al Señor que sostenga y oriente con sus dones a los cristianos en el camino de la plena unidad.

— Pidamos al Señor el don de la unidad y la paz para el mundo.

Escúchanos Señor.

Oremos:

Te pedimos, Señor, los dones de tu Espíritu, haz que podamos penetrar en la profundidad de toda la verdad, y concédenos participar también en los otros bienes que Tú tienes dispuestos para nosotros.

Enséñanos a superar las divisiones. Envíanos tu Espíritu para que lleve a la plena unidad a todos tus hijos en la caridad plena, en la obediencia a tu voluntad, por Cristo nuestro Señor.

Amén.


Saludos

Un saludo cordial para el grupo de jóvenes profesionales peruanos, colombianos y ecuatorianos, participantes en el "Curso de especialización en Organismos Internacionales y Regionales de Desarrollo", organizado por la Universidad de Piura (Perú).

Estáis terminando una fase importante de vuestra preparación científica sobre el desarrollo y los problemas que el mismo plantea a nivel internacional. Tenéis ahora ante vosotros una tarea de gran magnitud. Emprendedla con visión cristiana, con un claro concepto de servicio al hombre, a la verdad y la justicia. Pido a Dios que os aliente en ese camino y os doy una especial Bendición Apostólica.

(A las religiosas del Niño Jesús de Chaufailles)

Tengo interés en añadir una palabra de aliento a las queridas religiosas del Niño Jesús de Chaufailles, que están terminando el capítulo general. Hermanas mías: Deseo que vuestros trabajos y, más concretamente, las nuevas constituciones reafirmen en vosotros la conciencia de vuestra consagración religiosa, es decir, de la ofrenda de vuestra vida entera a Cristo y al Reino de Dios. El mundo tiene necesidad de percibir el signo. Ahondando en esta fuente espiritual, descubriréis cómo servir hoy a Cristo en los pequeños y en los pobres que se encuentran enfermos, en los ancianos y en los minusválidos, y sobre todo en los niños. Esta entrega desinteresada a quienes tienen tanta necesidad de amor, de educación profundamente humana y de luz para su conciencia cuando ésta se está despertando, responde a una necesidad muy actual y a un testimonio esencial para la Iglesia; este don ocupa un lugar particular que otros apostolados completarán. Estad orgullosas y felices de vuestra vocación. Muy de corazón os bendigo a vosotras y asimismo a todas vuestras hermanas.

(A un grupo de cristianos y judíos)

Me gozo en dedicar un saludo especial al grupo procedente de Seattle, formado por cristianos y judíos, y presidido por él obispo Nicholas E. Walsh. Gracias de vuestra visita. Alabo vuestro interés práctico en asistir a los necesitados, y pido a Dios que haga prosperar vuestra empresa y os bendiga a vosotros y a vuestros seres queridos.

(A un grupo de peregrinos brasileños)

Me alegra ver una especial presencia de Brasil en esta audiencia: un grupo de abogados que se halla en Roma, patria del derecho y centro del cristianismo, para unas sesiones de estudio. ¡Bienvenidos seáis!

Agradecido a vuestra presencia y también a vuestras personas, familias y compañeros de profesión a quienes representáis, en este momento pienso en todos los brasileños con recuerdo entrañable de mi reciente visita pastoral.

Con el anhelo de que pensamientos de solidaridad fraterna y amor guíen vuestras actividades al servicio de la justicia a la luz de Cristo, os deseo toda clase de bienes con paz en el corazón; paz basada en la verdad, en un claro sentido del valor de la vida y en el respeto de la dignidad de todos y cada uno de los hombres redimidos por Cristo. Y que Dios os bendiga.

(A los misioneros y misioneras del instituto de la "Consolata")

Dirijo ahora un saludo particularmente cordial a los misioneros y misioneras del instituto de la "Consolata" que están haciendo un curso de renovación litúrgico-pastoral en la Universidad Urbaniana.

Me da alegría vuestra presencia y me complazco sinceramente tanto por vuestra vocación misionera, de valor insustituible, como por vuestra buena voluntad y afán de animaros a un apostolado cada vez más eficiente en la patria y en las misiones. Al manifestaros mi aliento, os exhorto a ahondar con espíritu de fe y de amor en el mensaje de Cristo y en la doctrina de la Iglesia, en sólida síntesis doctrinal que tenga presente asimismo las exigencias de la sociedad moderna, sin olvidar las enseñanzas y ejemplos de vuestro fundador, el canónigo Giuseppe Allamano, sacerdote docto en la ciencia del amor divino e inflamado de fervor apostólico. Os inspire y guíe siempre la Virgen "Consolata" a quien estáis consagrados, y os acompañe también mi bendición.

(Peregrinos italianos)

Vaya un saludo especial también a los fieles de la parroquia de Montemassi (Grosseto) y de la parroquia de Plaino (Udine), a quienes ha unido en caridad humana y cristiana la circunstancia dolorosa del terremoto de Friuli. Queridísimos: Me complazco vivamente en el acto de solidaridad que habéis realizado con estos hermanos tan probados por la desgracia, y os exhorto a perseverar en esta actitud de amor mutuo, para llevar a la práctica de modo concreto la fe cristiana que profesáis

Saludo ahora con afecto particular al nutrido grupo de peregrinos de la comunidad parroquial de Santa Marta del Socorro, diócesis de Prato, y a otro también numeroso procedente de Montecatini Terme, en ocasión del 75 aniversario de la constitución del municipio y del 50 de fundación del Cuerpo de guardias urbanos de la ciudad.

Agradezco sinceramente a unos y a otros este testimonio de fe en Cristo, amor a la Iglesia y adhesión a la Cátedra de Pedro. Este encuentro espiritual os sirva de estímulo para renovar vuestra vida cristiana y acrecentar continuamente las virtudes cívicas hechas de respeto mutuo y convivencia pacífica que tanto ennoblecen al hombre y enaltecen su dignidad.

Con este fin os bendigo de todo corazón.

(A los jóvenes)

Una palabra ahora a los jóvenes, entre los que se distinguen los del Movimiento GEN 2, procedentes de toda Europa, que participan en un congreso del Movimiento en el Centro Mariápolis de Rocca di Papa. Hoy recuerda la Iglesia a Santa Inés, la jovencita romana martirizada a mediados del siglo III. Las tradiciones que hablan de ello atestiguan en especial el estupor de todos por la valentía de que dio muestras esta muchacha que supo afrontar sin miedo al verdugo cuando apenas tenía doce años.

Queridísimos: No es posible ser cristianos si no se tiene la valentía de hacer opciones que vayan incluso contracorriente; opciones que podrían exigir también heroísmos. No obstante esto, una cosa es cierta: el don más precioso que podéis hacer a vuestros coetáneos es darles testimonio entusiasta de vida que se adecue cada día al Evangelio. Con este deseo bendigo a todos muy de corazón.

(A los enfermos)

Mi palabra se dirige ahora a los enfermos para expresarles mi profunda consideración por el papel importante que están llamados a desempeñar en la comunidad cristiana. Hermanas y hermanos queridísimos: La luz de la fe os ayude a vivir plenamente este momento particular de vuestra existencia que se sitúa en relación directa con la cruz de Cristo. Si el Hijo de Dios eligió salvar al mundo mediante la pasión, ello significa que la aportación más decisiva a la salvación del mundo la podéis prestar vosotros con vuestro sufrimiento santificado por la fe y sublimado por el amor. A esta actitud de generosidad cristiana os estimule mi bendición apostólica.

(A los recién casados)

Un saludo y enhorabuena, en fin, a los recién casados presentes en la audiencia. Hijos queridísimos: El camino que habéis emprendido juntos con tantos propósitos y esperanzas, es camino empinado; requiere empeño y constancia, pero ofrece el gozo de descubrir horizontes cada vez más amplios a medida que se. va subiendo. A vosotros toca el deber de corresponder con generosidad a la gracia del "gran sacramento" que habéis recibido, con madurez creciente a través de una fe vivida, una esperanza firme y un amor generoso. Va en ello el futuro vuestro y el de los hijos que Dios quiera' daros. Os acompañe mi bendición apostólica.

Satisfacción del Santo Padre por la liberación de los rehenes americanos

Deseo expresar ahora mi satisfacción viva y profunda por la liberación que tuvo lugar ayer, de los rehenes de los Estados Unidos, de los que me he sentido muy cerca con la oración en estos catorce meses.

La liberación de los rehenes americanos detenidos durante catorce meses en Teherán es algo que saludo con profunda satisfacción. Me complazco sinceramente de que haya sido posible llegar a un acuerdo sobre este punto entre los dos países, después de una negociación tan larga y difícil.

Durante este tiempo he seguido con interés y preocupación constantes el desarrollo de su situación. He compartido el dolor y ansiedad de sus seres queridos. He hecho cuanto he podido con la palabra, y continua y ferviente oración por acelerar la solución.

Ahora que los rehenes han recobrado la libertad, me congratulo con ellos y con sus seres queridos, con quienes están a punto de reunirse otra vez. Pido a Dios que les bendiga en los años por venir.

 



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