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JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 13 de febrero de 1985

 

1. Hoy deseo manifestar mi humilde gratitud a Dios, Buen Pastor, por el ministerio que me ha consentido realizar del 26 de enero al 6 de febrero en la Iglesia en América Latina, concretamente en Venezuela, Ecuador y Perú, con la parada en Trinidad y Tobago en el camino de regreso.

Los Episcopados de los países citados habían expresado el deseo de que el Obispo de Roma, en cuanto Sucesor de Pedro, se insertara con su ministerio pastoral durante unos días en la obra apostólica estable y sistemática que ellos llevan a cabo, junto con los eclesiásticos y los laicos, en las Iglesias locales a ellos confiadas.

Dicho ministerio es una manifestación particular de la colegialidad de los obispos, se relaciona también con la tradición primitiva de la visita apostólica y pone de manifiesto la unidad y catolicidad de la Iglesia. Puede afirmarse que en ello se refleja el espíritu del Concilio Vaticano II, sobre todo su eclesiología.

En esta ocasión, deseo manifestar igualmente mi gratitud a las Iglesias y a los pueblos de cuya hospitalidad he gozado durante los días pasados. Doy gracias a los Jefes de Estado y a los organismos administrativos de los varios sectores, que han facilitado notablemente mi visita.

2. Los tres días en total transcurridos en Venezuela, me han permitido acercarme a los problemas que vive la Iglesia en este país y tomar parte en las tareas apostólicas que debe afrontar. Síntesis de estas tareas fue "una misión nacional" de bastantes meses, que precedió a la visita papal.

La misma visita, en el curso de apenas tres días, tenía que ser sintética y, a la vez, necesariamente selectiva. No obstante esto, pienso que me ha sido posible contactar con lo más característico de su geografía y de la estructura del trabajo pastoral de la Iglesia en Venezuela.

La capital del país, Caracas, fue el principal centro de los encuentros. En primer lugar, tengo presente la concelebración eucarística ante la imagen de la Virgen de Coromoto, Patrona del país. Fue llevada a la capital, la imagen que será venerada en su nuevo santuario de Guanare. El otro centro de la costa occidental, Maracaibo, uno de los principales lugares de producción de petróleo, nos trasladó a otra región de la tradición religiosa y dinamismo apostólico del litoral del Mar Caribe. Y luego, el viraje hacia el sur, en la región de los Andes, a la ciudad de Mérida, donde las tradiciones religiosas de la población, prevalentemente agrícola, están muy arraigadas y siempre con gran vitalidad. Y, finalmente, el cuarto lugar: el incipiente gran centro industrial de Ciudad Guayana, junto al Orinoco, y al mismo tiempo, una diócesis joven y grande que ha de afrontar no fáciles tareas de la pastoral del mundo industrial.

Con esta estructura geográfica de la visita se entrelazó también la estructura temática. La reunión con el Episcopado y la mirada a la historia de la Iglesia en un país que vincula su independencia a la figura de Simón Bolívar. El tema de la familia en el núcleo de la asamblea de Caracas. Reunión con los eclesiásticos, sacerdotes, religiosos y religiosas e institutos seculares. Encuentro con los principales representantes del apostolado de los laicos (entre otros el CLAT y los medios de comunicación social). Encuentro con los jóvenes. Y finalmente reunión con el mundo del trabajo, principalmente del trabajo industrial en Ciudad Guayana.

Venezuela tiene una superficie de casi un millón de kilómetros cuadrados y cerca de 16 millones de habitantes. La gran mayoría está concentrada en las cercanías de la Costa Atlántica. Las vastas zonas del interior están poco pobladas y la pastoral asume carácter misionero.

Si bien toda la visita se ha centrado en algunos puntos, se ha hecho todo lo posible para que el país entero y toda la Iglesia en Venezuela se sintieran abrazados por ella. La tarea más importante en el porvenir parece ser, sobre un fondo de tradición religiosa viva, la consolidación de la conciencia de la vocación cristiana, y sobre todo de las vocaciones sacerdotales y religiosas nativas. Y también el mantenimiento y el progreso de las buenas tradiciones en cuanto a la puesta en práctica de la doctrina social de la Iglesia en los distintos sectores de la vida.

3. Ecuador: La vida de la Iglesia en Ecuador se concentra en tres provincias o "metropolías": Quito, Cuenca y Guayaquil. Dichas tres ciudades han sido las tres etapas principales de la visita papal. Quito es la capital del país, por ello tuvo lugar aquí la parte oficial de la visita en referencia con las autoridades estatales. En el aspecto eclesial celebramos solemnemente en Quito el 450 aniversario del comienzo de la evangelización. El carácter de la ciudad atestigua asimismo la gran aportación de Quito a la historia del anuncio del Evangelio, del mismo modo que atestigua la historia de la cultura nacional. En este ambiente asumieron una elocuencia cabal cada uno de los encuentros: con el Episcopado, con los eclesiásticos en la catedral la primera tarde, con los jóvenes, con los medios de comunicación (Radio Nacional Católica), con el mundo religioso (femenino), con los representantes de la cultura y de la ciencia, con el mundo del trabajo y con el Cuerpo Diplomático invitado a acudir a la Nunciatura

Cuenca: La solemne concelebración para las familias y las vocaciones.

Guayaquil: La mayor ciudad de orillas del Pacífico: la primera tarde, el programa mariano en la nueva iglesia de la Virgen de Czestochowa, y sobre todo en el santuario de la Alborada con nutrida participación de los jóvenes. Al día siguiente, la visita al Guasmo, de la periferia de Guayaquil; aquí trabajan sacerdotes y religiosas entre unas gentes muy pobres que fluyen a la ciudad. A continuación, la solemne concelebración con la beatificación de la Madre Mercedes de Jesús Molina, fundadora de la primera congregación femenina de Ecuador.

Un capítulo aparte de la visita fue la reunión en Latacunga con los indígenas y con los primeros habitantes de este país, los indios. El encuentro fue rico de fundamentales contenidos de naturaleza social; en efecto, el problema de la debida participación de los indios en la vida de Ecuador lo tienen planteado ellos mismos y la Iglesia. E igualmente el de las desigualdades sociales, que está esperando una solución más justa.

La Iglesia en Ecuador —con su Episcopado, eclesiásticos, religiosos (que tienen grandes méritos) y con el creciente apostolado de los laicos— aparece hondamente vinculada a la sociedad. La preparación a la visita papal había sido larga; lo atestiguan la abundancia de confesiones, las cruces que llevaban los asistentes a los encuentros y las muchedumbres inmensas en las celebraciones de todos los sitios, en los caminos y calles. Si bien la visita no pudo llegar a todas las regiones del país, se tenía la sensación de que una gran parte de sus habitantes acudieron de las diversas zonas para participar en la visita.

4. Perú es un país grande (un millón trescientos mil kms. cuadrados y 18.230.000 habitantes), constituido por tres regiones geográficas (costa, sierra y selva) y no menos compleja étnicamente. En tiempos estuvo aquí el Imperio de los Incas y buena parte de la población habla todavía sus lenguas (quechua, aymara y otras). Al mismo tiempo toda la nación es católica y la Iglesia constituye un vínculo particular entre todos los habitantes del país. Asimismo existe "el problema social" en gran escala y la responsabilidad de la Iglesia en solucionarlo adecuadamente.

Comenzó la visita en Lima. Su antiquísima catedral es uno de los centros de evangelización más antiguos de América Latina. Además, Lima es la ciudad de dos Santos de este continente, Santa Rosa y San Martín de Porres. Con la visita a la catedral y la veneración de las reliquias de estos Santos comenzó el programa de la primera parte dedicado a las "fuerzas vivas" de la Iglesia en Perú, eclesiásticos y laicos. Después, la visita a la residencia del Presidente de Perú y la bendición impartida a petición de éste a los representantes de las Autoridades y del Parlamento.

El programa de la visita nos llevó a muchos lugares del territorio del país; en ellos los habitantes de las distintas regiones se concentraron en la liturgia y en la oración, escuchando la palabra del Papa. Estos lugares fueron: Arequipa, con la beatificación de Sor Ana de los Ángeles Monteagudo y la coronación de la estatua de la Virgen de Chapi (2. II); luego, Cuzco, capital del antiguo Imperio de los Incas, con la coronación de la estatua de la Virgen del Carmen de Paucartambo y la homilía dedicada a los antiguos habitantes, los indios, población que trabaja sobre todo en la agricultura (3. II): después Ayacucho: la oración del "Ángelus" y el discurso contra la violencia. El 4 de febrero, la visita se orientó hacia el Norte, comenzando por Callao (sobre el tema: enfermos-sufrimiento), pasando por Piura (tema: evangelización, pues aquí comenzó la predicación del Evangelio en el siglo XVI), hasta Trujillo (liturgia eucarística para los hombres del trabajo). Y el último día (5. II) Iquitos: con el encuentro con las comunidades indígenas de la región de la "selva amazónica".

Volvíamos cada día a la capital, ciudad de seis millones de habitantes, un tercio de Perú; aquí tuvieron lugar los encuentros centrales, es decir: con los jóvenes (2. II), Eucaristía para las familias con ordenación sacerdotal, el domingo 3 de febrero; encuentro con el Episcopado y visita a la sede de la Conferencia; audiencia al Cuerpo Diplomático. Y, en fin, el mismo día de la salida (5.II), visita a uno de los " pueblos jóvenes", el gran barrio de máxima pobreza, una de las tantas.

5. Este cuadro no retrata suficientemente el clima de la visita, que por doquier era denso de viva fe, de amor y de confianza en la Iglesia. Incesantemente se repetía la petición de ser bendecidos (¡bendición!), que es una peculiar manifestación de la religiosidad de estos hermanos nuestros que viven en la zona occidental extrema de Sudamérica. Parece que se pueden expresar los deseos más esenciales que les atormentan, tal y como los manifestaron los representantes de "pueblos jóvenes" de Lima: el deseo de Dios y el deseo de pan. El primero es su riqueza espiritual, y hay que hacer todo lo posible por mantener y arraigar esta riqueza. El otro está en relación con la pobreza y la desgracia de amplios sectores y también con la reclamación cada vez más consciente de la justicia social. Hay que hacer lo imposible por conseguir en la práctica esta justicia, sin recurrir a la violencia ni al totalitarismo, sino manteniendo el orden democrático al que estas sociedades están honradamente vinculadas. ¡jamás debe faltar el pan a nadie!

6. La breve visita a Trinidad Tobago no fue mero "añadido" a los tres países bolivarianos. Los responsables, tanto de parte civil como eclesiástica, hicieron todo lo posible para que fuese una visita de verdad. Por ello, quiero manifestarles mi gratitud. Deseo expresar mi alegría sobre todo por el hecho de que esta sociedad de tan variado origen, que durante muchos siglos ha padecido la amargura de la esclavitud y dependencia colonial, es hoy una sociedad de ciudadanos libres y evidentemente madura para tal libertad. Y asimismo, expreso mi alegría de que la Iglesia vive su vida auténtica y está al servicio del bien de toda la sociedad de Trinidad y Tobago, desarrollando actividades ecuménicas y colaborando con los representantes de otras religiones (sobre todo la hindú).

Es sabido que el nombre de Trinidad viene de Cristóbal Colón, que quiso honrar así a la Santísima Trinidad.

¡De nuevo doy gracias a la Trinidad por haberme concedido llevar a cabo esta peregrinación apostólica! En su nombre os bendigo a cada uno, muy amados hermanos y hermanas, y extiendo con afecto mi bendición a todas las gentes con quienes he estado en los países del continente de la esperanza.

 



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