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JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 30 de diciembre de 1992

 

Queridísimos hermanos y hermanas en el Señor; queridísimos jóvenes:

1. Hemos celebrado hace algunos días la solemnidad de la Navidad y estamos todavía penetrados por la atmósfera sugestiva de la Noche Santa. Contemplamos asombrados, junto a María santísima y a san José, el misterio del Verbo encarnado.

El nacimiento del Hijo de Dios "de una mujer" (cf. Gal 4, 4) nos hace remontarnos de nuevo al proyecto salvífico: el Altísimo ha querido entrar directamente en la historia de la humanidad y nos ha dado a su Hijo unigénito como Salvador y Redentor.

Eso es la Navidad, "misterio" providencial de amor, en el que María, escogida como virgen Madre del Emmanuel, se encuentra asociada a la obra de la redención. Nos detenemos en estos días a contemplar a María en Belén. La Madre, que estrecha entre sus brazos a Jesús, nos ayuda a comprender ante todo que de la gruta, iluminada por la luz divina, viene un mensaje de verdad: Dios se ha hecho hombre y, compartiendo nuestra naturaleza, nos habla con el poder de su misericordia salvadora. Sin embargo, es María quien nos da la Palabra que salva: ella nos muestra a Jesús, "la luz del mundo", que da el verdadero sentido a la vida y el pleno significado a la existencia. ¿Cómo no permanecer sorprendidos y maravillados ante tal misterio? ¿Cómo no abrir el corazón a la venida entre nosotros del Señor de la historia?

2. Queridos jóvenes, que habéis venido de diferentes partes de Europa en nombre de María: La joven de Nazaret, presente silenciosamente en el misterio de la Navidad, está presente también en el corazón de la Iglesia y en el de cada fiel. El "Catecismo de la Iglesia Católica", publicado recientemente afirma, que "por su total adhesión a la voluntad del Padre, a la obra redentora de su Hijo, a toda moción del Espíritu Santo, la Virgen María es para la Iglesia el modelo de la fe y de la caridad. Por eso es 'miembro muy eminente y del todo singular de la Iglesia' (Lumen gentium, 53), incluso constituye 'la figura' ['tipus'] de la Iglesia (Lumen gentium, 63)" (n. 967).

María es madre: madre de Cristo y madre nuestra. Su función maternal "dimana... de la superabundancia de los méritos de Cristo; se apoya en la mediación de éste, depende totalmente de ella y de la misma saca todo su poder" (Lumen gentium, 60). Con respecto a los creyentes, su función es ser "nuestra madre en el orden de la gracia" (ib., 61), y por esto "es invocada en la Iglesia con los títulos de abogada, auxiliadora, socorro, mediadora" (ib., 62). Se trata de una misión providencial que el Señor le ha confiado y que se resume perfectamente en la expresión Per Mariam ad Iesurm.

Ésta es, como sabéis bien, la doctrina fundamental de san Luis María Grignon de Monfort, en quien vosotros os inspiráis; y es el ideal que debe impulsar a todos los cristianos. Gracias a la ayuda de la Madre de Dios, el testimonio de los creyentes se hace cada día más coherente y fervoroso, más generoso y más abierto.

3. El concilio Vaticano II, cuyo trigésimo aniversario estamos celebrando, exhortó a los fieles a ofrecer "súplicas apremiantes a la Madre de Dios y Madre de los hombres para que ella, que ayudó con sus oraciones a la Iglesia naciente, también ahora, ensalzada en el cielo por encima de todos los ángeles y bienaventurados, interceda en la comunión de todos los santos ante su Hijo hasta que todas las familias de los pueblos, tanto los que se honran con el título de cristianos como los que todavía desconocen a su Salvador, lleguen a reunirse felizmente, en paz y concordia, en un solo pueblo de Dios, para gloria de la santísima e indivisible Trinidad" (Lumen gentium, 69).

Queridos hermanos y hermanas, de esta profunda riqueza espiritual brota vuestra devoción a María y vuestro compromiso apostólico. Mirad siempre a María como a la estrella segura que os guía en el camino de vuestra vida cristiana.

4. Vosotros, queridos jóvenes, que representáis el futuro de la humanidad y la esperanza de la Iglesia, debéis llevar el evangelio de la bondad y de la paz a todos los rincones de los países de donde provenís. En toda Europa aumentan las dificultades y algunas regiones se hallan azotadas por la violencia. Por esto, vuestra misión es una obra de solidaridad espiritual, un servicio a la verdad, que exige un testimonio creíble del mensaje integral de Cristo.

Ante vosotros resplandece María, la Virgen fiel, la estrella de la evangelización, vuestra madre y modelo. Acudid a ella todos los días, como lo deseáis hacer hoy.

Con la ayuda de su intercesión maternal, podréis contribuir activamente a la obra de la nueva evangelización, y podréis ser un fermento genuino de vida cristiana y de comunión fiel en vuestras comunidades eclesiales.

5. Queridísimos hermanos, os saludo cordialmente a todos vosotros y a los países de los que provenís. Vuestra presencia aquí es un signo más de la unidad entre las naciones y comunidades cristianas, que se caracteriza por la "comunicación de bienes" espirituales y materiales con la finalidad de construir un futuro común basado en la justicia y la solidaridad.

Que la Madre del Redentor acompañe vuestra misión de creyentes y apóstoles del Evangelio. Con fe y confianza invoquemos su intercesión. Oremos a fin de que obtenga las gracias necesarias para cada uno de nosotros, para toda la humanidad, para todos los que sienten más el peso de la vida y de las adversidades. Pidámosle humildemente, llenos de la alegría de la Navidad, que suscite y mantenga en todos los bautizados una fe convencida y coherente.

De modo especial esforcémonos por escuchar sus enseñanzas y seguir el ejemplo de su vida.

Dirijámonos a ella con las palabras de la antífona del tiempo de Navidad: "Santa Madre del Redentor, sostiene al pueblo que quiere levantarse. Tú, ante el asombro de toda la creación, has engendrado a tu Creador... Ten piedad de nosotros, pecadores".


Saludos

Amadísimos hermanos y hermanas:

Me complace saludar cordialmente a los participantes en el Congreso Internacional, promovido por la Institución Teresiana, y que tiene como tema: “Evangelizar hoy: una nueva cultura, una historia diversa”. Vosotros dedicáis una particular atención a la cultura como instrumento de comprensión y transformación de la sociedad. Por vuestra presencia en diversos países, podéis iluminar los diversos modelos culturales con la luz del Evangelio, sabiendo discernir los valores característicos de cada lugar. Al estudiar de manera particular el papel de la mujer, recordad que vuestro fundador, el Venerable Siervo de Dios Pedro Poveda, la presentaba como sujeto de promoción humana, no sólo a nivel personal, sino también familiar y social, indicando de esta forma su función específica en la tarea evangelizadora.

En las fiestas de Navidad hemos meditado una vez la figura de María de Nazaret. El “Catecismo de la Iglesia Católica”, publicado recientemente, la presenta como modelo “por su total adhesión a la voluntad del Padre, a la obra redentora de su Hijo, a toda moción del Espíritu Santo”. Que ella os ayude en la apremiante obra de la Evangelización en la que colaboráis.

Deseo saludar con afecto a los demás peregrinos venidos de América Latina y de España, de modo particular a los Legionarios de Cristo, así como a los alumnos y alumnas que se forman en sus centros. Mirad siempre a la Virgen nuestra Madre, como estrella segura que os guía en la vida cristiana.

Con mi bendición apostólica.



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