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JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL  

Miércoles 17 de mayo de 2000

 

Viaje Apostólico a Fátima (12 -13 de mayo de 2000)

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Deseo reflexionar hoy con vosotros sobre la peregrinación a Fátima, que el Señor me permitió realizar el viernes y el sábado de la semana pasada. Siguen vivas en mí las emociones que experimenté. Tengo ante mis ojos la inmensa muchedumbre que se reunió en la explanada frente al santuario, el viernes por la tarde, a mi llegada, y especialmente el sábado por la mañana para la beatificación de los pastorcitos Francisco y Jacinta. Una multitud llena de alegría y, al mismo tiempo, capaz de crear momentos de absoluto silencio y de intenso recogimiento.

Mi corazón rebosa de gratitud:  por tercera vez, en la fiesta del 13 de mayo, fecha de la primera aparición de la Virgen en Cova de Iría, la Providencia me ha concedido ir en peregrinación a los pies de la Virgen, donde ella se manifestó a los tres pastorcitos, Lucía, Francisco y Jacinta, de mayo a octubre de 1917. Lucía vive aún, y una vez más he tenido la alegría de encontrarme con ella.

Expreso mi sincera gratitud al obispo de Fátima y a todo el Episcopado de Portugal por la preparación de esta visita y por la cordial acogida. Asimismo, renuevo mi saludo y mi agradecimiento al señor presidente, al primer ministro y a las demás autoridades portuguesas por las atenciones que me dispensaron, así como por el empeño que pusieron para el éxito de esta peregrinación apostólica.

2. Como sucedió en Lourdes, también en Fátima la Virgen eligió a unos niños, Francisco, Jacinta y Lucía, como destinatarios de su mensaje. Ellos lo acogieron tan fielmente que no sólo merecieron ser reconocidos como testigos creíbles de las apariciones, sino también se convirtieron ellos mismos en ejemplo de vida evangélica.

Lucía, la prima, algo mayor, y que vive aún, ha dado retratos significativos de los dos nuevos beatos. Francisco era un niño bueno, reflexivo, de espíritu contemplativo. Jacinta era viva, bastante susceptible, pero muy dulce y amable. Sus padres los habían educado en la oración, y el Señor mismo los atrajo más íntimamente hacia sí mediante la aparición de un ángel que, con un cáliz y una Hostia en las manos, les enseñó a unirse al sacrificio eucarístico para reparación de los pecados.

Esta experiencia los preparó para los sucesivos encuentros con la Virgen, la cual los invitó a orar asiduamente y a ofrecer sacrificios por la conversión de los pecadores. Con los dos pastorcitos de Fátima la Iglesia ha proclamado beatos a dos niños, porque, a pesar de que no fueron mártires, dieron muestras de vivir las virtudes cristianas en grado heroico, no  obstante  su tierna edad. Heroísmo de niños, pero verdadero heroísmo.

Su santidad no depende de las apariciones, sino de la fidelidad y del esmero con que correspondieron al don singular que recibieron del Señor y de María santísima. Después del encuentro con el ángel y con la hermosa Señora, rezaban el rosario varias veces al día, ofrecían frecuentes penitencias por el fin de la guerra y por las almas más necesitadas de la misericordia divina, y sentían el intenso deseo de "consolar" al Corazón de Jesús y al de María. Además, los pastorcitos tuvieron que sufrir las fuertes presiones de los que los impulsaban, con la fuerza y con terribles amenazas, a negarlo todo y a revelar los secretos recibidos. Pero ellos se animaban mutuamente, confiando en el Señor y en la ayuda de "aquella Señora", de la que Francisco decía:  "Es nuestra amiga". Por su fidelidad a Dios, constituyen un luminoso ejemplo, para niños y adultos, de cómo conformarse de modo sencillo y generoso a la acción transformadora de la gracia divina.

3. Por consiguiente, mi peregrinación a Fátima fue una acción de gracias a María por lo que quiso comunicar a la Iglesia a través de estos niños y por la protección que me ha concedido durante mi pontificado:  una acción de gracias que he querido renovarle simbólicamente con el don del precioso anillo episcopal que me regaló el cardenal Wyszynski pocos días después de mi elección a la Sede de Pedro.

Al parecerme que los tiempos estaban maduros, he considerado oportuno hacer público el contenido de la así llamada tercera parte del secreto.

Me alegra haber podido orar en la capilla de las Apariciones, construida en el lugar donde la "Señora resplandeciente de luz" se manifestó en varias ocasiones a los tres niños y habló con ellos.

Di gracias por lo que la divina misericordia ha realizado en el siglo XX, gracias a la intercesión materna de María. A la luz de las apariciones de Fátima, los acontecimientos de este período histórico tan convulso asumen una elocuencia singular. Por eso, no es difícil comprender mejor cuánta misericordia ha derramado Dios sobre la Iglesia y sobre la humanidad por medio de María.

No podemos por menos de dar gracias a Dios por el testimonio valiente de tantos heraldos de Cristo que han permanecido fieles a él hasta el sacrificio de su vida. Además, me complace recordar aquí a niños y adultos, hombres y mujeres, que, según las indicaciones que dio la Virgen de Fátima, han ofrecido diariamente oraciones y sacrificios, sobre todo con el rezo del santo rosario y con la penitencia. A todos los quisiera recordar una vez más, dando gracias a Dios.

4. Desde Fátima se difunde por todo el mundo un mensaje de conversión y esperanza, un mensaje que, de acuerdo con la revelación cristiana, está profundamente insertado en la historia. Partiendo precisamente de las experiencias vividas, invita a los creyentes a orar con asiduidad por la paz en el mundo y a hacer penitencia para abrir los corazones a la conversión. Este es el Evangelio genuino de Cristo que vuelve a proponer a nuestra generación, particularmente probada por los acontecimientos pasados. La llamada que Dios nos ha comunicado mediante la Virgen santísima sigue siendo plenamente actual.

Acojamos, amadísimos hermanos y hermanas, la luz que viene de Fátima:  dejémonos guiar por María. Que su Corazón inmaculado sea nuestro refugio y el camino que nos lleve a Cristo. Que los beatos pastorcitos intercedan por la Iglesia, para que prosiga con valentía su peregrinación terrena y anuncie con fidelidad constante el Evangelio de la salvación a todos los hombres.


Saludos

Saludo a los peregrinos de lengua española. De modo especial a la peregrinación de las archidiócesis de Barcelona, presidida por el señor cardenal Ricardo María Carles, y de Tarragona, acompañada por mons. Luis Martínez, así como a la asociación "Nuevo Futuro", y demás participantes de España, México, El Salvador, Chile, Argentina y otros países de Latinoamérica. En este tiempo pascual del Año jubilar os bendigo de corazón. Muchas gracias.

(A los fieles holandeses y belgas)
Ojalá que el descubrimiento de los valores cristianos transforme y renueve vuestra vida.

(A los peregrinos checos)
Ayer habéis celebrado la fiesta de san Juan Nepomuceno. Que su ejemplo de fidelidad a Dios despierte la magnanimidad en todos los pastores y fieles, para que sepan actuar prontamente según la exhortación del Apóstol Pedro:  "Hay que obedecer antes a Dios que a los hombres".

(A los fieles croatas)
El punto de partida de la nueva evangelización debe ser la vuelta a los orígenes, redescubriendo la herencia cristiana de todo pueblo y nación. Efectivamente, quiere impulsar la fidelidad al Evangelio y a aquellos valores que han sostenido a las generaciones de cristianos de los primeros dos milenios en su camino de fe, esperanza y caridad, para seguir construyendo hoy, sobre bases sólidas, un futuro sereno y cada vez más rico en fe y santidad.

(A los fieles polacos)
Abrazo hoy con el pensamiento y el corazón a todos mis compatriotas que viven en Polonia y en el mundo entero. Doy las gracias personalmente a todos y cada uno por los dones espirituales, la solidaridad y especialmente las oraciones con las que constantemente me sostenéis. Trato de corresponder con el recuerdo diario en la oración. Saludo cordialmente también a los presbíteros que han venido a Roma para participar mañana en el encuentro eucarístico en el ámbito del gran jubileo del año 2000.

(En taliano) 
Me dirijo, por último, a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados, y exhorto a todos a profundizar en la piadosa devoción del santo rosario, especialmente en este mes de mayo dedicado a la Madre de Dios.

A vosotros, queridos jóvenes, os invito a acoger el rosario como oración evangélica, que ayuda a comprender mejor los momentos fundamentales de la historia de la salvación.

Os exhorto a vosotros, queridos enfermos, a dirigiros con confianza a la Virgen mediante esta tradicional plegaria mariana, encomendándoos a ella en todas vuestras necesidades.

A vosotros, queridos recién casados, os deseo que hagáis del santo rosario, rezado juntos en vuestras casas, un momento de intensa vida familiar bajo la mirada materna de la Virgen María.

En los días pasados se han reanudado los combates entre Etiopía y Eritrea, mientras la violencia ha seguido afectando a las poblaciones de Sierra Leona. Como siempre, son los civiles y las personas inermes las que pagan el precio de tan inaudita crueldad. Os invito a rezar al Señor de la paz para que escuche el grito de los que sufren y llegue al corazón y la mente de los diversos responsables de estos absurdos conflictos. Un estímulo especial y una ferviente plegaria van a las personas de buena voluntad que gastan su vida en la solidaridad con los que sufren, así como a las organizaciones que se prodigan por ampliar todo resquicio de paz.



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