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SANTA MISA PARA UN GRUPO DE PEREGRINOS IRLANDESES

HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

Capilla Paulina
Miércoles 28 de mayo de 1980

 

Queridos hermanos y hermanas de la parroquia de Long Tower:

1. Sé que desde hace tiempo ansiabais visitar Roma. Constantemente habéis tenido en el pensamiento esta meta; habéis hecho el plan con gran anticipación; os habéis preparado espiritualmente a esta peregrinación de fe. Y vuestras esperanzas y planes se han convertido en realidad ahora, una realidad que llena de alegría vuestro corazón y el mío también.

Además, este momento constituye el culmen de vuestro viaje, porque estamos celebrando juntos el sacrificio eucarístico que, según nos recuerda el Concilio Vaticano II, es "fuente y cumbre de toda la vida cristiana" (Lumen gentium, 11).

2. Habéis venido con vuestras alegrías y vuestros dolores, trayendo en el corazón vuestras intenciones y las de vuestros seres queridos. Habéis venido a invocar la intercesión de los Santos Apóstoles de Roma Pedro y Pablo, que orientan vuestra mirada hacia el Señor desde las paredes de esta capilla. Pero sobre todo habéis venido a buscar a Jesucristo en el centro de su Iglesia y a renovar la confianza en El. Es como si oyerais y obedecierais las palabras del autor inspirado que os urge a ir a Cristo: "Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, a fin de recibir misericordia y hallar gracia en tiempos de necesidad" (Heb 4, 16).

3. Y hoy toda vuestra expectación ha llegado a cumplimiento. Os habéis acercado a Cristo y El os ha incorporado a su culto eucarístico al Padre. Os da su gracia y perdón, su amor y paz.

4. La expectación que precedió vuestra visita en estos meses e incluso años desde el primer momento que hicisteis el plan, es símbolo de otra expectación, una expectación que forma parte de la vida cristiana. La oración de la Misa habla de ello cuando dice "esperamos con gozosa esperanza la venida de Nuestro Salvador Jesucristo".

La venida de Nuestro Salvador Jesucristo en gloria es el gran acontecimiento futuro que da una dimensión totalmente nueva a nuestra vida. Somos ciudadanos de una ciudad terrena donde fatiga y dolor, trabajo y esfuerzo forman parte de la trama de nuestra existencia. Dios quiere nuestra condición temporal del mismo modo que quiere nuestro destino futuro, pero es precisamente la luz del futuro la que da perspectiva a todas las cosas en los fallos de la vida presente. O dicho de otro modo, será revelada la plenitud de la realidad sólo cuando Cristo vuelva de nuevo a llevarnos con El a todos nosotros que hemos sido redimidos por su Sangre preciosa, "la Sangre preciosa de Cristo, cordero sin defecto ni mancha" (1 Pe 1, 19). Su venida a cada uno de nosotros en un momento dado, conocido sólo del Padre, y su venida final en gloria, dan dimensión nueva a nuestra visión de la vida.

5. Forman parte de nuestra responsabilidad temporal el afán por el avance del Reino de Dios en la tierra, la promoción de la dignidad de cada ser humano, la lucha contra la violencia, la siembra de comprensión y compasión, y la construcción del edificio de la paz sobre fundamentos firmes de justicia y amor. Como el Hijo del hombre, estamos aquí "no para ser servidos sino para servir". Al actuar así experimentamos gran gozo y felicidad; y sin embargo sabemos que "ni el ojo vio ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre lo que Dios ha preparado para los que le aman" (1 Cor 2, 9).

6. Por tanto, el elemento de la expectación forma parte de nuestra vocación cristiana. Responde al plan de Dios. La espera de Nuestro Salvador Jesucristo, lejos de ser disculpa para la inactividad o falta de sensibilidad hacia las necesidades del mundo, nos estimula a "vivir sobria, justa y piadosamente en este siglo" (Tit 2, 12).

Muy estimados: Este es el testimonio que debemos dar ante el mundo: evidenciar en nuestras obras que creemos realmente que "Cristo volverá". A la luz de esta expectación descubrimos el valor inmenso de nuestros esfuerzos por vivir cristianamente. Esta expectación comunica gozo profundo a nuestra vida.

Y yo os pediría que cuando volváis a vuestra tierra, llevéis mi mensaje a todos los miembros de vuestra parroquia. a todas las personas de la diócesis de Derry. Decidles que el Papa os pide vivir con esperanza gozosa, firmemente convencidos de la venida del "gran Dios y Salvador nuestro, Cristo Jesús!" (Tit 2, 13). Decidles que el Papa les da las gracias por su arraigada fidelidad a Cristo y a su Vicario en la tierra. A los presentes y a todos vuestros seres queridos que están en vuestro país, imparto de corazón mi bendición apostólica.

 


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