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VISITA PASTORAL A LA PARROQUIA DE SANTO TOMÁS DE VILLANUEVA

HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

Castelgandolfo
Domingo XXVIII del tiempo ordinario
11 de octubre de 1981

 

1. Agradezco cordialmente la invitación que se me ha hecho para visitar la iglesia parroquial de Castelgandolfo. Al encontrarme en esta diócesis de Albano, deseo saludar afectuosamente a toda la diócesis en las personas del cardenal titular Francesco Carpino y del obispo, mons. Gaetano Bonicelli.

Y saludo a la parroquia, dirigiéndome a todos los presentes, al párroco, a sus colaboradores en la pastoral, a las congregaciones religiosas masculinas y femeninas, y a todos los feligreses. De modo particular, saludo a todos los laicos que, viviendo en la parroquia, desarrollan de diversas maneras las tareas de apostolado; sobre ellos nos dijo muchas cosas el último Concilio.

Este año vine a Castelgandolfo el 16 de agosto, después de una permanencia de varios meses en el hospital, para poder pasar aquí la convalecencia. El día de la llegada, al saludar a los habitantes, reunidos en la plaza central, dije, indicando a vuestra iglesia parroquial: "En Castelgandolfo se vive en la perspectiva de María Asunta al cielo". Efectivamente, a Ella está dedicada vuestra parroquia. Hoy, al poder ofrecer el sacrificio eucarístico en esta iglesia, deseo repetir también estas palabras de todo corazón.

2. Quisiera daros las gracias también porque durante mi estancia aquí me facilitáis el cumplimiento de los ministerios pastorales que están vinculados a la misión del Obispo de Roma, en particular, la acogida a los numerosos peregrinos que suben el domingo aquí arriba para el rezo del "Ángelus", como ha sucedido también, en este período, cada miércoles, hasta la semana pasada cuando he reanudado las audiencias en Roma.

La liturgia de hoy, con las palabras del Salmo 23, habla del Señor que es el Pastor de su pueblo, Pastor de cada una de las almas: realmente el Buen Pastor.

El es quien garantiza a su grey, que somos nosotros, la abundancia y la seguridad de los pastos de su gracia. Por esto, el Señor es la fuente de nuestra alegría:. "Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque Tú vas conmigo" (Sal 23, 4). Bajo su guía estamos tranquilos y avanzamos decididamente por el camino de nuestra vida y de nuestras responsabilidades.

3. San Pablo en la Carta a los Filipenses traduce, en cierto sentido, el texto del antiguo Salmo a la lengua del Nuevo Testamento, cuando escribe: "En pago, mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades con magnificencia, conforme a su riqueza en Cristo Jesús" (Flp 4, 19).

¡Os exhorto, queridos hermanos y hermanas, a vivir la misma fe del Apóstol! ¡Busquemos esta riqueza que Dios ofrece a los hombres en Jesucristo! Sepamos repetir con el Apóstol: "Todo lo puedo en aquel que me conforta" (Flp 4, 13).

Por desgracia, hoy, muchos hombres no parecen tener el sentido de las riquezas espirituales que se derivan de la comunión con el Señor. Muchos son seducidos por una actitud materialista y laicista, que no quiere darse cuenta de esta dimensión superior del hombre. Es necesario estar en guardia ante estas perspectivas secularizantes. Por esto es necesaria una conversión continua de la mente y del corazón. Sólo así las riquezas de Dios, ofrecidas a los hombres en Cristo, se revelan cada vez más plenamente a la mirada de nuestras almas.

4. Y por esto también, con la ocasión de la visita de hoy a vuestra parroquia, deseo a cada uno y a todos que ante la invitación al "banquete de la boda de su hijo", no os comportéis como hemos escuchado en el Evangelio.

Efectivamente, los primeros invitados "no quisieron ir" (Mt 22, 3); después, otros "no hicieron' caso" (ib., 22, 5); otros hasta insultaron o mataron a los criados que llevaban la invitación (cf. ib., 22, 6). Todos ellos, en realidad "no se lo merecían" (ib., 22, 8), probablemente porque con inaudita presunción y autosuficiencia juzgaron el banquete inútil o, al menos, inferior a las propias exigencias y pretensiones. En efecto, fueron los pobres quienes aceptaron la invitación, aquellos que estaban parados "en los cruces de los caminos... buenos y malos" (ib., 22, 9. 10), esto es, aquellos que en su humildad conocieron la riqueza inmerecida del don de Dios y lo aceptaron con sencillez. Es preciso que también nosotros seamos ante todo conscientes de la invitación a una comunión transformante con el Señor, invitación que se nos hace por la Palabra de Dios y la predicación de la Iglesia; y, además, que sepamos acogerla con todo el corazón, con plena disponibilidad, en la certeza de que el Señor sólo quiere nuestra promoción, nuestra salvación. Finalmente, como sugiere la alegoría del traje nupcial con la que se concluye la parábola, también estamos llamados a presentarnos al Señor llevando un traje adecuado; consiste en las buenas obras que deben acompañar nuestra fe, como nos advierte el mismo Jesús: "Si vuestra justicia (esto es, vuestra vida real) no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos" (ib., 5, 20). Pero si esto se realiza, entonces la fiesta es plena e intensa.

5. Pienso que los deseos qué presento hoy a la parroquia de Castelgandolfo, a todos sus feligreses, se resumen del modo mejor y más incisivo en las palabras que hemos escuchado juntos en el canto del "Alleluia": "El Padre de nuestro Señor Jesucristo nos dé espíritu de sabiduría para que podamos conocer cuál es la esperanza de nuestra llamada" (cf. Ef 1, 17-18).

Permitidme que con estas palabras de San Pablo exprese todo lo que, en mi corazón, siento por vosotros, queridos hermanos y hermanas, que vivís aquí en Castelgandolfo en la perspectiva de la Asunción de la Madre de Dios. A Ella me dirijo también con oración ferviente, para que os ayude en el cumplimiento de estos santos deseos. Amén.

 



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