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VISITA A LA PARROQUIA ROMANA DE SANTA ROSA DE VITERBO

HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

Domingo 6 de diciembre de 1998

 

1. «Preparad el camino del Señor» (Mt 3, 3). Estas palabras, tomadas del libro del profeta Isaías (cf. Is 40, 3), las pronunció san Juan Bautista, a quien Jesús mismo definió en una ocasión el más grande entre los nacidos de mujer (cf. Mt 11, 11). El evangelista san Mateo lo presenta como el Precursor, es decir, el que recibió la misión de «preparar el camino» al Mesías.

Su apremiante exhortación a la penitencia y a la conversión sigue resonando en el mundo e impulsa a los creyentes, que peregrinan hacia el jubileo del año 2000, a acoger dignamente al Señor que viene. Acaba de comenzar el tercer año de preparación inmediata para el acontecimiento jubilar, y nuestro camino espiritual debe hacerse más ágil.

Amadísimos hermanos y hermanas, preparémonos para el encuentro con Cristo. Preparémosle el camino en nuestro corazón y en nuestras comunidades. La figura del Bautista, que viste con pobreza y se alimenta con langostas y miel silvestre, constituye un fuerte llamamiento a la vigilancia y a la espera del Salvador.

2. «Aquel día, brotará un renuevo del tronco de Jesé» (Is 11, 1). En el tiempo del Adviento, la liturgia pone de relieve otra gran figura: el profeta Isaías, que, en el seno del pueblo elegido, mantuvo viva la expectativa, llena de esperanza, en la venida del Salvador prometido. Como hemos escuchado en la primera lectura, Isaías describe al Mesías como un vástago que sale del antiguo tronco de Jesé. El Espíritu de Dios se posará plenamente sobre él y su reino se caracterizar á por el restablecimiento de la justicia y la consolidación de la paz universal.

También nosotros necesitamos renovar esta espera confiada en el Señor. Escuchemos las palabras del profeta. Nos invitan a aguardar con esperanza la instauración definitiva del reino de Dios, que él describe con imágenes muy poéticas, capaces de poner de relieve el triunfo de la justicia y la paz por obra del Mesías. «Habitarán el lobo y el cordero, (...) el novillo y el león pacerán juntos, y un niño pequeño los pastorear á» (Is 11, 6). Se trata de expresiones simbólicas, que anticipan la realidad de una reconciliación universal. En esta obra de renovación cósmica todos estamos llamados a colaborar, sostenidos por la certeza de que un día toda la creación se someterá completamente al señorío universal de Cristo.

3. Recibamos con alegría el mensaje que la liturgia de hoy nos comunica. Amadísimos hermanos y hermanas de la parroquia de Santa Rosa de Viterbo, os saludo a todos con gran afecto. Saludo al cardenal vicario, al obispo auxiliar del sector, a vuestro párroco, padre Maurizio Vismara, y a los presbíteros que colaboran con él, de la congregación de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús de Bétharram. Saludo cordialmente al padre Pierino Donini, que fue vuestro párroco durante 35 años, a los miembros del consejo pastoral, que acaba de constituirse, y a todos los que, según sus diversas competencias, forman parte de los grupos que animan la vida parroquial.

Vuestra comunidad, que cuenta con cerca de diez mil feligreses, ha esperado largo tiempo una sede idónea y definitiva para las celebraciones litúrgicas y las actividades pastorales. Me alegro con vosotros hoy porque, finalmente, tenéis una hermosa iglesia, gracias a la generosidad de las religiosas Hijas de la Cruz. Al expresar en nombre de la diócesis viva gratitud a estas queridas religiosas por la hospitalidad que dieron antes a la parroquia y por su generosa donación de hace algunos años, les deseo un fecundo apostolado en la escuela, siguiendo el ejemplo luminoso de sus santos fundadores Andrés Huberto Fournet y Juana Isabel Bichier des Ages.

Saludo a los superiores y a los alumnos del colegio Escocés, cuya sede se encuentra en el territorio de la parroquia, así como a las Religiosas de la Dolorosa, que se encargan del jardín de infancia y de la guardería «Ancilla Domini ».

Deseo dirigir un saludo especial al personal, a los profesores y a los alumnos de las escuelas católicas presentes en el territorio. Agradezco a todos los que trabajan en ellas su compromiso diario y el celo con que se dedican a la educación de los alumnos, en estrecha colaboración con sus familias. El proyecto educativo y la identidad específica inspirados en el Evangelio hacen que la escuela católica sea una verdadera comunidad educativa, abierta a la acogida y al diálogo interreligioso e intercultural entre todos los alumnos, para su plena promoción humana, espiritual y social.

4. Amadísimos hermanos y hermanas, al venir a visitaros, he podido comprobar los frutos que la gracia del Señor suscita en vuestra comunidad gracias a la misión ciudadana. Doy gracias a Dios por el éxito que está teniendo esta gran empresa apostólica propuesta a la ciudad. La misión se desarrolla este año en los ambientes de vida y trabajo; y en el ámbito de esta parroquia existen importantes centros laborales.

Sé, además, que la población de esta zona se caracteriza en general por un nivel social y económico más bien elevado. Al tiempo que deseo que esa situación privilegiada estimule a vivir más la solidaridad, invito a todos los feligreses a participar cada vez más en la misión. Es preciso llevar el anuncio evangélico a todos los lugares donde el hombre trabaja, sufre, estudia y descansa. Todos los ambientes son importantes para la evangelización, estrechamente relacionada con la promoción integral del hombre. Hay que anunciar a Cristo por doquier. Sólo así la comunidad cristiana puede prepararse de modo eficaz para el gran jubileo del año 2000.

5. «Acogeos mutuamente como os acogió Cristo» (Rm 15, 7). San Pablo, indicándonos el sentido profundo del Adviento, manifiesta la necesidad de la acogida y la fraternidad en cada familia y en cada comunidad. Acoger a Cristo y abrir el corazón a los hermanos es nuestro compromiso diario, al que nos impulsa el clima espiritual de este tiempo litúrgico.

El Apóstol prosigue: «El Dios de la paciencia y del consuelo os conceda tener los unos para con los otros los mismos sentimientos, según Cristo Jesús, para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo» (Rm 15, 5-6). Que el Adviento y la próxima celebración del nacimiento de Jesús refuercen en cada creyente este sentido de unidad y comunión.

Que María, la Virgen de la escucha y la acogida, nos acompañe en el itinerario del Adviento, y nos guíe para ser testigos creíbles y generosos del amor salvífico de Dios. Amén.



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