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JUBILEO DEL MUNDO DEL ESPECTÁCULO

HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

Domingo 17 de diciembre de 2000

 

1. "Alegraos. (...) El Señor está cerca" (Flp 4, 4. 5).

Este tercer domingo de Adviento se caracteriza por la alegría:  la alegría de quien espera al Señor que "está cerca", el Dios con nosotros, anunciado por los profetas. Es la "gran alegría" de la Navidad, que hoy gustamos anticipadamente; una alegría que "será de todo el pueblo", porque el Salvador ha venido y vendrá de nuevo a visitarnos desde las alturas, como sol que surge (cf. Lc 1, 78).

Es la alegría de los cristianos, peregrinos en el mundo, que aguardan con esperanza la vuelta gloriosa de Cristo, quien, para venir a ayudarnos, se despojó de su gloria divina. Es la alegría de este Año santo, que conmemora los dos mil años transcurridos desde que el Hijo de Dios, Luz de Luz, iluminó con el resplandor de su presencia la historia de la humanidad.

Por tanto, desde esta perspectiva, cobran singular elocuencia las palabras del profeta Sofonías, que hemos escuchado en la primera lectura:  "Regocíjate, hija de Sión; grita de júbilo, Israel; alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén. El Señor ha cancelado tu condena; ha expulsado a tus enemigos" (So 3, 14-15):  este es el "año de gracia del Señor", que nos sana del pecado y de sus heridas.

2. Resuena con gran intensidad en nuestra asamblea este consolador anuncio profético:  "El  Señor  tu Dios, en medio de ti, es un poderoso salvador. Él se goza y se complace en ti, te ama" (So 3, 17).

Él es el que ha venido, y es él al que esperamos. El Año jubilar nos invita a fijar la mirada en él, sobre todo en este Adviento del año 2000. Él, "el poderoso salvador", se os presenta hoy también a vosotros, amadísimos hermanos y hermanas, que actuáis en diversos sectores del mundo del espectáculo. En su nombre os acojo y os saludo cordialmente. Agradezco con afecto las amables palabras que me han dirigido monseñor John Patrick Foley, presidente del Consejo pontificio para las comunicaciones sociales, y vuestros dos representantes. Extiendo mi  saludo  a vuestros colegas y amigos que no han podido estar presentes.

3. El evangelio de san Lucas nos presentó el domingo pasado a Juan Bautista, el cual, a orillas del Jordán, proclamaba la venida inminente del Mesías. Hoy la liturgia nos hace escuchar la continuación de ese texto evangélico: el Bautista explica a las multitudes cómo preparar concretamente el camino del Señor. A las diversas clases de personas que le preguntan:  "Nosotros, ¿qué debemos hacer?" (Lc 3, 10. 12. 14), les indica lo que es necesario realizar a fin de prepararse para acoger al Mesías.

Esta página evangélica nos hace pensar, en cierto sentido, en los encuentros jubilares para las diversas clases sociales o profesionales. Os hace pensar también a vosotros, queridos hermanos y hermanas:  con vuestra peregrinación jubilar, también vosotros habéis venido a preguntar:  "¿Qué debemos hacer?". La primera respuesta que os da la palabra de Dios es una invitación a recuperar la alegría. ¿Acaso no es el jubileo -término que deriva de "júbilo"- la exhortación a rebosar de alegría porque el Señor ha venido a habitar entre nosotros y nos ha dado su amor?

Sin embargo, esta alegría que brota de la gracia divina no es superficial y efímera. Es una alegría profunda, enraizada en el corazón y capaz de impregnar toda la existencia del creyente. Se trata de una alegría que puede convivir con las dificultades, con las pruebas e incluso, aunque pueda parecer paradójico, con el dolor y la muerte. Es la alegría de la Navidad y de la Pascua, don del Hijo de Dios encarnado, muerto y resucitado; una alegría que nadie puede quitar a cuantos están unidos a él en la fe y en las obras (cf. Jn 16, 22-23).

Muchos de vosotros, queridos hermanos, trabajáis para entretener al público, en la ideación y realización de espectáculos que quieren brindar momentos de sana distensión y esparcimiento. Aunque, en sentido propio, la alegría cristiana se sitúa en un plano más directamente espiritual, abarca también la sana diversión, que hace bien al cuerpo y al espíritu. Por tanto, la sociedad debe estar agradecida con quien produce y realiza transmisiones y programas inteligentes y relajantes, divertidos sin ser alienantes, humorísticos pero no vulgares. Difundir una auténtica alegría puede ser una forma genuina de caridad social.

4. Además, la Iglesia, como Juan Bautista, tiene hoy un mensaje específico para vosotros, queridos trabajadores del mundo del espectáculo. Un mensaje que podría expresarse en estos términos:  en vuestro trabajo, tened siempre presentes a las personas de vuestros destinatarios, sus derechos y sus expectativas legítimas, sobre todo cuando se trate de personas en formación. No os dejéis condicionar por el mero interés económico o ideológico. Este es el principio fundamental de la ética de las comunicaciones sociales, que cada uno de vosotros está llamado a aplicar en su ámbito de actividad. A este propósito, el Consejo pontificio para las comunicaciones sociales publicó el pasado mes de junio un documento específico: Ética en las comunicaciones sociales, sobre el que os invito a reflexionar.

Especialmente aquellos de entre vosotros que son más conocidos por el público deben ser siempre conscientes de su responsabilidad. Queridos amigos, la gente os observa con simpatía e interés. Sed siempre para ellos modelos positivos y coherentes, capaces de infundir confianza, optimismo y esperanza.

Para poder realizar esta comprometedora misión, viene en vuestra ayuda el Señor, a quien podéis acudir mediante la escucha de su palabra y la oración. Sí, queridos hermanos, vosotros trabajáis con las imágenes, los gestos y los sonidos; en otras palabras, trabajáis con la exterioridad.

Precisamente por eso debéis ser hombres y mujeres de fuerte interioridad, capaces de recogimiento. En nosotros mora Dios, más íntimo a nosotros que nosotros mismos, como decía san Agustín. Si dialogáis con él, podréis comunicaros mejor con vuestro prójimo. Si tenéis gran sensibilidad por el bien, la verdad y la belleza, las obras de vuestra creatividad, incluso las más sencillas, serán de buena calidad estética y moral.

5. La Iglesia os acompaña y cuenta con vosotros. Espera que infundáis en el cine, la televisión, la radio, el teatro, el circo y en toda forma de entretenimiento la "levadura" evangélica, gracias a la cual toda realidad humana desarrolla al máximo sus potencialidades positivas.

Es impensable una nueva evangelización en la que no participe vuestro mundo, el mundo del espectáculo, tan importante para la formación de las mentalidades y de las costumbres. Pienso aquí en las numerosas iniciativas que vuelven a proponer el mensaje bíblico y el riquísimo patrimonio de la tradición cristiana en el lenguaje de las formas, de los sonidos y de las imágenes mediante el teatro, el cine y la televisión. Pienso, asimismo, en las obras y en los programas no explícitamente religiosos que, sin embargo, son capaces de hablar al corazón de las personas, suscitando en ellas admiración, interrogantes y reflexiones.

6. Amadísimos hermanos y hermanas, la Providencia ha querido que vuestro jubileo se celebre pocos días antes de la Navidad, la fiesta sin duda alguna más representada en vuestro campo de trabajo, en todos los niveles, desde los medios de comunicación social hasta los belenes vivientes. Así, este encuentro nos ayuda a entrar en sintonía con el auténtico espíritu navideño, muy diverso del mundano, que lo transforma en ocasión de comercio.

Dejad que María, la Madre del Verbo encarnado, os guíe en el itinerario de preparación para esta solemnidad. Ella espera en silencio el cumplimiento de las promesas divinas, y nos enseña que para llevar al mundo la paz y la alegría es preciso acoger antes en el corazón al Príncipe de la paz y fuente de la alegría, Jesucristo. Para que esto suceda, es necesario convertirse a su amor y estar dispuestos a cumplir su voluntad.

Amadísimos amigos del mundo del espectáculo, os deseo que también vosotros hagáis esta experiencia consoladora. Así, con los lenguajes más diversos, seréis portadores de alegría, de la alegría que Cristo da a toda la humanidad en la Navidad

 



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