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CARTA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
CON OCASIÓN DEL CENTENARIO
DE LA CATEDRAL DE SAN PATRICIO DE NUEVA YORK

 

A mi venerable y querido hermano
el cardenal Terence James Cooke,
arzobispo de Nueva York.

Cuando la Iglesia que está en Nueva York celebra el centenario de la catedral de San Patricio, me proporciona gran alegría manifestaros mi cercanía espiritual en estos momentos. Estoy unido a vosotros y a todos los fíeles en vuestra oración de alabanza y gratitud por las gracias abundantes derramadas a lo largo de un siglo en esa casa de Dios.

Con vosotros doy gracias por el culto tributado a la Santísima Trinidad durante estos cien años, en los que Jesucristo "que es el mismo ayer y hoy y por los siglos" (Heb 13, 8), a través del sacerdocio ministerial de su Iglesia ha renovado fielmente su sacrificio de amor, incorporando a esta oblación al Pueblo de Dios todo él.

En ese lugar de oración, generaciones de católicos han encontrado solaz y fuerza en la compañía de Jesús Eucarístico, a quien han rendido el supremo homenaje de su adoración. En los confesonarios miles de hombres, mujeres y niños han encontrado a Cristo en su sacramento de reconciliación y se han visto colmados de paz y alegría. Ahí el Señor Jesús se ha comunicado a su pueblo con la palabra y el sacramento, edificando y consolando a la comunidad de creyentes, encomendando a todos al apostolado de la Iglesia, manifestando en algunos la alianza de su amor a través del sacramento del matrimonio, y enviando a otros a proclamar su Misterio pascual como sacerdotes. Y a través de muchas acciones sagradas, el Espíritu Santo ha hecho brotar en el corazón de los fieles frutos abundantes de justicia y santidad de vida.

Por una disposición especial de la Providencia de Dios, mi querido predecesor Palo VI fue a la catedral de San Patricio a adorar al Santísimo Sacramento. y desde ese santuario proclamó el mensaje de paz que llegó hasta los confines de la tierra. Ahí he tenido yo también el gran gozo de celebrar dos veces el Sacrificio de la Misa.

En esta feliz ocasión tengo firme esperanza de que la comunidad eclesial local, simbolizada en ese glorioso edificio de piedra (cf. 1 Pe 2, 5), se renueve en la fe de Pedro y Pablo, la fe de Nuestro Señor Jesucristo; y de que cada uno de vosotros encuentre nuevo vigor de vida cristiana auténtica. Oro para que en esa iglesia la Palabra de Dios, predicada en toda su pureza e integridad, con todas sus exigencias y todo su poder, produzca nuevas maravillas de gracia para esta generación y las generaciones por venir.

Encomiendo estas esperanzas y oraciones a María Madre de Dios v Madre de la Iglesia, pidiéndole que mantenga generosos y alegres al clero, religiosos y laicos de Nueva York. En el Santo Nombre de Jesús os envío una bendición especial.

IOANNES PAULUS PP. II

 



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