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CARTA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
CON MOTIVO DEL IV CONGRESO EUCARÍSTICO
DIOCESANO DE PERUSA (ITALIA)

 

Al venerable hermano
Monseñor GIUSEPPE CHIARETTI
Arzobispo de Perugia-Città della Pieve

1. Me ha alegrado saber que esa diócesis está celebrando el IV Congreso eucarístico diocesano, que concluirá el próximo 19 de septiembre en Perusa con la participación de prelados y representantes de las demás comunidades eclesiales de Umbría. El tema -«No podemos vivir sin el día del Señor»- se refiere a mi carta apostólica Dies Domini sobre el domingo, tiempo importante para los cristianos, que, ya desde la época apostólica, lo han considerado el «día del Señor».

En esta circunstancia tan significativa, de buen grado me uno a usted y a toda la comunidad diocesana, que está preparando activamente la fase conclusiva de las celebraciones. Envío a todos mi cordial saludo, exhortando a cada uno a valorar plenamente los días del Congreso eucarístico, acontecimiento que seguramente contribuirá a intensificar en los creyentes el impulso apostólico y misionero, en la perspectiva del gran jubileo del año 2000.

2. En verdad, el corazón del jubileo será precisamente la Eucaristía, misterio del amor divino, «acontecimiento y proyecto de fraternidad» (Dies Domini, 72). En este paso del segundo al tercer milenio, la Iglesia es consciente de que debe afrontar con valentía renovada los desafíos de la hora actual. A una humanidad que busca el sentido verdadero de la vida y orientada hacia la plena realización de la justicia y la paz, le brinda la perspectiva de descubrir en la Eucaristía el lugar donde la fraternidad se convierte en solidaridad concreta, y los últimos son los primeros en la consideración y el afecto de los hermanos (cf. ib., 71).

Todos los domingos la comunidad eclesial se reúne en torno a la Eucaristía para «hacer memoria» de la Pascua del Señor y anunciar su muerte y resurrección «hasta que venga» (1 Co 11, 26). Así, la misa dominical es para los fieles una ocasión constante de crecimiento en la fe. De ella brota un impulso de caridad, destinado a extenderse a toda su vida (cf. Dies Domini, 72).

Quiera Dios que los fieles de la diócesis de Perugia-Città della Pieve profundicen con renovado entusiasmo el valor y la importancia de la celebración dominical, «gran escuela de caridad, justicia y paz» (ib., 73). Que el encuentro de oración con Dios en la liturgia anime su compromiso apostólico, vivido con incesante acción de gracias al Padre, rico en misericordia.

3. Los bautizados, alimentados en la mesa de la Palabra y del Cuerpo de Cristo, muerto y resucitado por la salvación de todos, están dispuestos a llevar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo el evangelio de la esperanza, sintiéndose estimulados a contribuir con todos los medios posibles a la construcción del reino de Dios mediante el testimonio concreto del mensaje perenne de la salvación.

Espero de todo corazón que este Congreso eucarístico aumente en los fieles de toda la diócesis el deseo de santidad, exigencia indispensable para un compromiso apostólico capaz de influir en la sociedad. En efecto, muy oportunamente se recuerda en las diversas etapas del Congreso que, además de la renovación de los métodos pastorales y de las formas de evangelización, es preciso, en primer lugar, suscitar en toda la comunidad cristiana un auténtico anhelo de santidad.

Esta certeza debe ser muy viva en cada uno de los agentes pastorales y en todos los que, de diferentes modos, colaboran en la obra de la nueva evangelización. ¡Cómo no evocar aquí la historia de vuestra tierra, rica en significativos testimonios de mártires y santos, a los que tenéis una sincera y profunda devoción! Pienso en san Lorenzo diácono, san Constancio y san Herculano, en los santos Gervasio y Protasio, y en los numerosos confesores de la fe, particularmente en san Francisco de Asís, que sintió un amor muy tierno por la Eucaristía.

A este propósito, me complace recordar cuanto os dije con ocasión de mi visita a Perusa en 1986: «Vuestra fe se apoya en piedras sólidas, es decir, en personas que, con el don de la propia vida, dieron testimonio de su entrega incondicional al Señor» (Homilía en el estadio de Perusa, n. 2: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 2 de noviembre de 1986, p. 6).

4. Quiera Dios que esa gran multitud de testigos aliente y estimule a vuestra diócesis, para que los sacerdotes, los religiosos y los laicos sigan sacando fuerza y entusiasmo de las fuentes de la santidad, conscientes de que una Iglesia «gloriosa, sin mancha ni arruga, (...) sino santa e inmaculada» (cf. Ef 5, 27), es el antídoto más eficaz para las estructuras de pecado que afligen y a menudo humillan a la humanidad.

Aseguro de buen grado mi oración para que el Congreso eucarístico constituya un momento privilegiado de evangelización y produzca en vuestra Iglesia abundantes frutos de renovación espiritual y social. Invocando sobre usted, venerado hermano, y sobre cuantos participan en las diversas iniciativas del congreso la constante asistencia divina, encomiendo este momento particular de la vida diocesana a la intercesión de María santísima y de todos los santos protectores de vuestra tierra.

Con estos deseos, le envío con afecto una especial bendición, que extiendo a los sacerdotes, a los religiosos, a las religiosas, a los laicos comprometidos en actividades pastorales y sociales, y a todos los que forman parte de la amada Iglesia de Perugia-Città della Pieve.

Vaticano, 6 de agosto de 1999.

JUAN PABLO II



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