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MENSAJE DEL PAPA JUAN PABLO II
A LOS PARTICIPANTES EN LA 79ª  SESIÓN
DE LA SEMANAS SOCIALES DE FRANCIA

 

Al señor cardenal
Roger ETCHEGARAY
Enviado especial
a las Semanas sociales de Francia

1. Hace exactamente cien años, en un contexto político agitado y marcado por numerosos cambios, nacieron las Semanas sociales de Francia, para brindar a los cristianos y, más en general, a los hombres de buena voluntad la ocasión de reflexionar sobre las cuestiones sociales, poniendo de relieve los valores humanos y espirituales fundamentales. En el contexto actual, es particularmente importante que las Semanas sociales afronten el tema de Europa, parte activa en la construcción de una sociedad por edificar, durante su 79ª sesión, que se celebra en Lille, capital europea del año 2004, del 23 al 26 de septiembre. Doy gracias a Dios por la contribución que los cristianos aportan a la reflexión sobre los complejos problemas de la realidad económica, política y social, para favorecer la renovación de nuestra sociedad. Inspirándose en la doctrina social de la Iglesia, participan en la formación de la conciencia de los ciudadanos, que, cada uno en diversa medida, están llamados a participar en la vida civil.

2. El centenario de las Semanas sociales es una ocasión para redescubrir la larga tradición del magisterio social de la Iglesia; y los numerosos santos que, desde los primeros siglos, han caracterizado el continente europeo, como Benito, Cirilo y Metodio, Bonifacio, Tomás Moro, los mártires de Pontons de Rochefort, Edith Stein, Maximiliano Kolbe y Brígida de Suecia, han mostrado que el Evangelio y los valores cristianos son un terreno fértil para la vida de las personas y de los pueblos, pero también para la construcción de una sociedad. El Evangelio y la doctrina social de la Iglesia proponen hoy para el continente una orientación nueva. Aunque no dicen cómo obrar en concreto, porque eso corresponde a la libertad y a la responsabilidad de los pueblos y de las autoridades que los gobiernan, indican las bases indispensables para la construcción social, a fin de que se respete siempre a las personas y a los pueblos, y se promuevan las libertades y la dignidad de todos.

Releer el pasado de nuestro continente invita a buscar sin cesar nuevos caminos de colaboración, de fraternidad y de paz. En este año, en que se celebra el 60° aniversario de la Liberación, no se puede por menos de pensar en el escándalo que representan las guerras, las cuales son luchas fratricidas, y esforzarse por promover un acercamiento entre las naciones, para que cada uno diga:  "¡Nunca más la guerra! Todo hombre es mi hermano". Los sesenta años que han pasado son fuente de esperanza. Se han caracterizado por numerosos gestos de reconciliación y por el deseo de convertir el continente en una Europa de hermanos; este deseo lo expresaron ante todo hombres de Estado cristianos, cuyos nombres están presentes en la mente de todos, como Robert Schuman, Konrad Adenauer y Alcide De Gasperi.

3. Europa, desde el Atlántico hasta los Urales, abre nuevos caminos a los pueblos que han estado largo tiempo bajo el yugo del comunismo. Las dos guerras mundiales crearon fracturas y antagonismos que la construcción europea ayudará poco a poco a superar, para edificar una Europa de los pueblos, una Europa de la solidaridad, en definitiva, una Europa hecha para el bienestar y la felicidad de todos los ciudadanos. Su ejemplo puede abrir el camino a otras formas de integración de países en otros continentes, como por ejemplo en África.

Para conservar toda su riqueza, una auténtica integración debe salvaguardar las culturas y las identidades nacionales, que pueden formar parte de la herencia común y contribuir al desarrollo de todo el continente. A este respecto, saludo a las numerosas delegaciones extranjeras presentes en las Semanas sociales, lo cual subraya que la "convivencia pacífica y un intercambio de las propias riquezas interiores harán posible la edificación de una Europa que sea casa común, en la que cada uno sea acogido, nadie se vea discriminado y todos sean tratados y vivan responsablemente como miembros de una sola gran familia" (Ecclesia in Europa, 102). Esa apertura entre el Este y el Oeste invita también a los europeos a intensificar sus relaciones de cooperación entre Norte y Sur, para frenar azotes como la miseria, las pandemias y todo tipo de conflictos.

Ante estas urgencias, todos estamos llamados a participar en un auténtico desarrollo duradero, que pasa por cooperaciones internacionales fundadas en la colaboración y en la solidaridad, con el deseo de conservar las riquezas de la tierra y de hacer que todos los pueblos se beneficien de los recursos del planeta, compartiéndolos de forma justa y equitativa.

4. Con este espíritu, la presencia de los cristianos en la vida social constituye un auténtico testimonio. Con su modo de entender y analizar los diversos fenómenos sociales y de proponer soluciones, muestran el sentido del hombre y la esperanza que les da Cristo y recuerdan el lugar de los valores cristianos, morales y espirituales, que están en el origen de su existencia y de su actividad.

Es muy importante prestar atención especial a los jóvenes. No sólo hay que garantizarles una cultura; es preciso también transmitirles valores y una esperanza, para afrontar algunos comportamientos que se constatan hoy entre ellos y que no dejan de aumentar, como el suicidio y el abuso de drogas. Los jóvenes esperan de los adultos un apoyo para afrontar el futuro con serenidad, y el objetivo consiste en dejarles una herencia espiritual y moral (cf. ib., 14).

5. El compromiso de los cristianos en política es importante. Los invito a no renunciar a su misión en este ámbito, buscando siempre la coherencia entre el Evangelio, la Tradición divina y apostólica, el Magisterio de la Iglesia y las opciones y decisiones que están llamados a tomar. Eso forma parte de la vocación de los fieles cristianos de servir a sus hermanos de modo desinteresado para "una civilización cada vez más digna del hombre" (ib., 105), sobre todo con vistas a una cooperación internacional cada vez más intensa, donde la colaboración y la solidaridad prevalezcan sobre la búsqueda de beneficios y plusvalías.

6. Ojalá que vuestra reflexión contribuya a afrontar los numerosos desafíos que implica la construcción de Europa y a promover relaciones internacionales en las que el hombre ocupe el lugar que le corresponde. Encomendándoos a la intercesión de la Virgen María, Notre-Dame de la Treille, así como a la de los santos y santas que han forjado Europa de varias formas, le imparto a usted, señor cardenal, así como a los organizadores y a los participantes en ese encuentro de las Semanas sociales de Francia, una particular bendición apostólica.

Castelgandolfo, 20 de septiembre de 2004

JUAN PABLO II



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