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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
CON OCASIÓN DEL CENTENARIO DE LA DEDICACIÓN
DE LA BASÍLICA DE LA VIRGEN DEL PUENTE, EN LANCIANO (ITALIA)

 

Al venerado hermano
Monseñor CARLO GHIDELLI
Arzobispo de Lanciano-Ortona

1. Con íntima alegría he aceptado su invitación a dirigir unas palabras de exhortación a la querida comunidad de Lanciano-Ortona. Sigue vivo en mí el recuerdo del encuentro del 21 de abril de este año, cuando usted guió a la plaza de San Pedro una numerosa peregrinación diocesana para confirmar la comunión de esa Iglesia particular con el Sucesor de Pedro.

Ahora usted me anuncia un acontecimiento de gran importancia para la archidiócesis:  la celebración del primer centenario de la dedicación de la renovada basílica catedral de la Virgen del Puente en Lanciano (1905-2005). Para esa celebración usted ha querido convocar un año eucarístico-mariano especial, respondiendo a la exhortación que dirigí en la encíclica Ecclesia de Eucharistia y en feliz coincidencia con el Año de la Eucaristía, que me dispongo a inaugurar precisamente en este mes de octubre. Me complace esta iniciativa y deseo que produzca en abundancia los esperados frutos espirituales.

2. Deseo vivamente que, durante el Año de la Eucaristía, cada una de las comunidades diocesanas renueve públicamente su acto de fe en Jesús presente en el Sacramento del altar e inspire toda su vida y su acción pastoral en la espiritualidad eucarística, que emerge tan claramente de los relatos evangélicos. En efecto, Cristo, que se entregó totalmente por la salvación de la humanidad (cf. Mc 10, 45), quiso perpetuar esta entrega oblativa y sacrificial en el sacramento de la Eucaristía (cf. Lc 22, 19-20). Para nosotros, los cristianos, la Eucaristía es todo:  es el centro de nuestra fe y el manantial de toda nuestra vida espiritual.

Esto vale de modo peculiar para la ciudad de Lanciano, depositaria de dos milagros eucarísticos que, además de ser muy apreciados por los fieles frentanos, son meta de numerosas peregrinaciones de Italia y del mundo entero. Me complace recordar que yo mismo, cuando era cardenal en Cracovia, visité la iglesia de San Francisco en Lanciano, donde se conservan las reliquias del célebre milagro, que se remonta al siglo VIII.

A través de usted, venerado hermano, quisiera decir a todos los fieles de la archidiócesis:  sed conscientes de los grandes favores que Dios os ha concedido, y adorad sin cesar la santa Eucaristía no sólo en la iglesia del milagro, sino también en todas las iglesias de vuestra hermosa tierra.

También yo me uno a vosotros, sobre todo para pedir al Señor Jesús el don de numerosas y santas vocaciones sacerdotales, para el presente y el futuro de vuestra comunidad diocesana. Al mismo tiempo, pido al Señor que suscite en vuestro territorio familias cristianas santas, porque, como enseña el concilio Vaticano II, ellas son el mejor crisol de las diversas vocaciones de las que vive la Iglesia.

3. Al celebrar el centenario de la catedral, queréis venerar a vuestra querida patrona, Reina del pueblo frentano. La llamáis Virgen del Puente por la singular situación de la misma basílica. Deseo que la devoción mariana se conserve viva en el corazón de los fieles. Si queremos perseverar en cumplir siempre la voluntad de Dios, el camino mejor es escuchar la apremiante y maternal invitación de María:  "Haced lo que él os diga" (Jn 2, 5).

A los amados jóvenes frentanos les quiero dirigir unas palabras en particular:  tened confianza en el Señor Jesús, elegidlo como vuestro amigo especial, convertíos en sus discípulos mediante la escucha y la meditación del santo Evangelio, servidlo en el prójimo, sobre todo en los hermanos más pobres y necesitados, y os aseguro que encontraréis lo que necesitáis para vivir plenamente los ideales de vuestra edad.

4. Por último, deseo recordar también otro gran don que, según una piadosa tradición, ha sido concedido a vuestra comunidad:  los restos mortales del apóstol Tomás, conservados en la concatedral de Ortona. Como apóstol de Jesús, santo Tomás nos lleva al Evangelio, fuente que mana siempre. Que su ejemplo sea para todos estímulo a buscar siempre la verdad, incluso cuando las tinieblas se hacen más densas a nuestro alrededor; a buscarla con amor, para compartirla con los hermanos. Por intercesión de santo Tomás, ruego al Señor que sostenga siempre la fe del pueblo frentano, especialmente en la hora de la prueba.

Sé que vuestra tierra, como por lo demás muchas otras partes de los Abruzos, ha pasado por períodos históricos bastante difíciles. En particular, pienso en el fenómeno de la emigración, que durante largos años ha afectado a tantas familias. ¡Cuántos sufrimientos! Sin embargo, con la ayuda de Dios, las generaciones del pasado han sabido resistir con gran paciencia y con igual valentía. Ahora os corresponde a vosotros demostrar que sois hijos dignos de padres y madres tan generosos y fuertes.

5. Estos son, venerado hermano, los pensamientos que brotan de mi corazón y que con gran confianza le entrego a usted, para que los transmita a los presbíteros y a todos los fieles encomendados a su solicitud pastoral. Mi deseo más profundo es que todos, unidos a su pastor, bajo la protección de la Virgen María y de santo Tomás apóstol, y sostenidos por las enseñanzas siempre actuales del concilio Vaticano II, reciban de las celebraciones del centenario la luz sobrenatural, única que puede iluminar su camino y animar su compromiso misionero.

Con este fin, le imparto de corazón a usted, venerado hermano en el episcopado, a los sacerdotes, a los religiosos, a las religiosas y a toda la comunidad de Lanciano-Ortona una especial bendición apostólica.

Vaticano, 4 de octubre de 2004

JUAN PABLO II



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