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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
PARA LA VI JORNADA MUNDIAL DE LA ALIMENTACIÓN*

 

Al Excmo. Sr. Don Edouard Saouma,
Director general de la FAO.

La VI Jornada mundial de la Alimentación, que tiene como tema “Los pescadores y sus comunidades”, es una de las actividades meritorias de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Con dicha Jornada se propone cada año llamar la atención de la comunidad mundial sobre cuestiones específicas unidas a una u otra de las necesidades primarias y fundamentales del hombre, y suscitar o promover toda una serie de iniciativas y de proyectos en esos campos.

La importancia del tema de esta VI Jornada mundial se comprende enseguida si se piensa en el número de personas que se dedican a la pesca, y más aún en todas las que por sus propias necesidades alimenticias dependen de esta actividad. En efecto, la pesca representa, con la agricultura, una de las fuentes esenciales de aprovisionamiento para la alimentación.

El tema de este año llama la atención de todos no tanto sobre la pesca misma, sino más bien sobre los que ejercen este oficio: los pescadores.

Según algunas encuestas, los pescadores —tanto individualmente como reunidos en pequeñas asociaciones—representan más de cien millones de personas. La mayoría se encuentran en los países en vías de desarrollo, y han de afrontar condiciones de vida difíciles, tales como la emigración de temporada, con la consiguiente separación de las familias, los períodos de inactividad forzosa, el alejamiento de los grandes centros culturales y sociales, la falta de asistencia médica, etc. Los problemas técnicos tampoco faltan: ¿Cómo disponer de medios financieros para comprar los barcos y los equipos adecuados, así como para el almacenamiento del producto de la pesca en buenas condiciones de conservación? ¿Cómo afrontar también la competencia de la pesca industrial? Y esto, sin hablar de la incertidumbre del mañana y del peligro de la vida de los pescadores.

A menudo, a lo largo de mis peregrinaciones por distintos países, he tenido la ocasión de encontrar comunidades de pescadores, y recuerdo con agrado su espíritu de sacrificio y el apego a su oficio. Por eso, en mi discurso del 30 de junio de 1984 a los participantes en la Conferencia mundial sobre la gestión y el desarrollo de la pesca, subrayando que esta Conferencia se preocupaba particularmente de la pesca artesanal y de sus problemas, invité a los responsables a tener muy en cuenta los aspectos humanos que afectan a los que trabajan en la pesca y a los que viven de ella.

Hoy renuevo esta invitación a dar toda la ayuda necesaria a los que se dedican a la pesca. Esta ayuda lleva consigo la preocupación por las personas—los pescadores y sus familias— y por todo lo que está unido a la pesca artesanal: financiamiento, asistencia, cooperativas, solidaridad colectiva, así como por lo que sea susceptible de mejorar las condiciones de vida y de trabajo.

En el cumplimiento de esta tarea los Gobiernos y las Organizaciones públicas o privadas encontrarán en la Iglesia —a nivel universal y local— un apoyo sincero que en muchas partes del mundo se concreta en formas de colaboración muy notables.

El gran proyecto humano de este fin de siglo es el de vencer el hambre en el mundo. Y, lo sabemos bien, esto supone que actividades como la agricultura y la industria, la pesca o los servicios del sector terciario tengan entre sí una cierta coordinación. Todos, de una manera u otra, estamos interesados en la realización de este gran proyecto.

Sobre estas multiformes actividades, Dios manifestó su agrado cuando confió al hombre la tierra y las aguas y todo lo que contienen. La Iglesia es tanto más sensible al tema de este año, cuanto que el Señor Jesús escogió a sus primeros Apóstoles entre los pescadores del lago de Galilea y conoció por experiencia la dureza de su vida. También hoy imploramos de Dios Creador y Todopoderoso su bendición sobre todos los que se dedican de modo solidario a utilizar con sabiduría los recursos de la creación para la vida de sus hermanos y hermanas.

Vaticano, 13 de octubre de 1986.

JOANNES PAULUS PP. II


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n. 47. p.11.



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