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DISCURSO DE JUAN PABLO II
A LOS MISIONEROS HIJOS DEL INMACULADO
CORAZÓN DE MARÍA (CLARETIANOS)

Sábado 13 de octubre de 1979

 

Queridos Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María:

Durante la celebración de vuestro reciente Capítulo General, habéis manifestado el deseo de encontraros con el Papa, para expresarle vuestra adhesión y obediencia, vuestra disponibilidad apostólica y vuestra total apertura a las directrices que quisiera él daros. Recibid ante todo mi agradecimiento por esa actitud interior tan digna de religiosos, de misioneros, de hijos de Aquella que es la Madre de Cristo y de la Iglesia.

Con este Capítulo apenas concluido, termina el proceso de renovación y adaptación de vuestras Constituciones, comenzado en el Capítulo especial de 1967 y continuado en el de 1973. Habéis procurado llevar a cabo esta renovación bajo la moción del Espíritu y la guía de la Iglesia, siguiendo en esto a vuestro Fundador, San Antonio María Claret, que fue renovando las Constituciones primeras con especial deferencia a las observaciones de la Santa Sede (Historia C. M. F., Madrid 1967, vol. I, pág. 232).

La tarea de renovación de las Constituciones no ha sido fácil porque queríais salvar, por una parte, la fidelidad a la inspiración auténtica del Fundador, sus objetivos, su espíritu y la genuina tradición del Instituto y, por otra parte, responder a las exigencias actuales de la Iglesia frente a un mundo en proceso de cambio acelerado.

La renovación del texto constitucional os ha obligado a profundizar en vuestro carisma. y habéis adquirido más clara conciencia de vuestra identidad en la Iglesia y de las posibilidades de inserción en la edificación del Reino de Cristo, según vuestra misión específica.

Sois una Congregación Misionera, una Congregación de Evangelizadores. Por ello debéis hacer de la evangelización la razón de ser de vuestro Instituto. Una evangelización siempre bajo la guía de la Iglesia; evangelización universal, a “todos los habitantes del mundo” (Const. 1.857); evangelización que tenga bien en cuenta las necesidades de hoy y les dé respuestas evangélicas; evangelización que emplee los medios más adecuados; evangelización hecha testimonio, con un estilo de vida verdaderamente religioso; evangelización precedida y acompañada de la plegaria; impulsada por el amor a Cristo y a los hombres; actuada bajo la protección de Aquella que es la Estrella de los evangelizadores.

Amados hijos: Recordad siempre que Jesús ha de ser manifestado a fieles e infieles por vuestro medio. Para poder hacerlo adecuadamente, seguidle e imitadle cada vez más de cerca, en la forma de vida, en el trabajo y en el sufrimiento, buscando siempre y únicamente la mayor gloria de Dios y la salvación de los hombres. Como vuestro santo Fundador, cultivad en la oración una especial amistad apostólica con Jesucristo, para que podáis ofrecer al mundo la Palabra, que se interiorizó en la intimidad silenciosa.

En vuestra misión evangelizadora, seguid las orientaciones contenidas en la Evangelii Nuntiandi, la magna carta de la Evangelización de mi predecesor el Papa Pablo VI. Y como vuestro frente de apostolado es tan vasto y diversificado, tened en cuenta las necesidades locales y las orientaciones de la Jerarquía dentro de las iglesias particulares.

Finalmente, como vuestro Fundador, dejad que la Virgen María encienda en la fragua de su caridad la llama de vuestro celo. Sea el espíritu de vuestra Madre el que hable en vosotros, para que anunciando digna y fructuosamente el Evangelio, os llaméis y seáis de verdad sus hijos.

Con estos deseos y esperanza, os aliento en vuestro camino e imparto a vosotros y a todos los miembros de vuestra congregación mi afectuosa bendición.

 



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