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DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II
AL CONSEJO INTERNACIONAL
DE LOS EQUIPOS DE NUESTRA SEÑORA


Lunes 17 de septiembre de 1979

 

Queridos hermanos y hermanas:

Me complace encontrarme con los Responsables regionales (o interregionales) de los Equipos de Nuestra Señora. Ved en este primer contacto, si bien sea breve, la estima, el aliento y la confianza que quisiera manifestar a vuestro Movimiento, en la línea misma de cuanto os dijo ya mi venerado predecesor Pablo VI. Me alegra la vitalidad de los Equipos y su difusión en varios países, particularmente en los hogares jóvenes.

Os proponéis vivir el amor conyugal y el amor de padres a la luz del Evangelio y de las enseñanzas de la Iglesia, en un clima que da gran relieve a la oración, a la relación entre familias, a los intercambios profundos entre esposos sobre todos los problemas humanos y espirituales. La levadura del Evangelio debe ante todo impregnar las realidades diarias y fundamentales de las relaciones familiares. De este modo y a partir de la base, hay que renovar las células de la Iglesia y de la sociedad. Y el Papa cuenta con la aportación de vuestro Movimiento de espiritualidad matrimonial.

Estimulo, pues, a los miembros de los Equipos de Nuestra Señora a procurar cada vez mayor perfección de vida cristiana en y a través del sacramento del matrimonio; y deseo que muchos otros esposos cristianos hagan lo mismo. Qué riquezas, qué exigencias, qué dinamismo brotan de este sacramento, si se vive cada día en la fe según la imagen del don mutuo de Cristo y su Iglesia. Qué fuerza cuando los esposos se ayudan mutuamente con sencillez a progresar bajo la mirada del. Señor en el amor recíproco y también en el perdón cuando sea necesario, y al entregarse los dos juntos al servicio de la familia, de la comunidad eclesial y del ambiente social. Qué ejemplo para los hijos que de este modo hacen con sus padres la primera experiencia del misterio de la Iglesia. Vosotros mismos, sobre todo los hogares vinculados al Movimiento desde hace tiempo, habéis experimentado ya que todo esto es a la vez muy exigente y muy alentador. Bien sé que tampoco vosotros estáis libres de las tentaciones y pruebas que experimentan otras familias, ni de las contradicciones que encuentra el ideal familiar en la sociedad contemporánea. Pero vosotros ponéis humildemente los medios para superarlas. Preocuparos de alimentar vuestras convicciones, meditaciones y acción en las verdaderas fuentes que son la Palabra de Dios leída en Iglesia, la doctrina y la ética cristianas recordadas por el Magisterio, la espiritualidad auténtica del matrimonio y de los otros sacramentos, con la ayuda de los sacerdotes que la Iglesia pone a vuestra disposición.

Deseo que vuestras convicciones y experiencia beneficien la pastoral familiar de la Iglesia en vuestros países respectivos, uniéndoos según las posibilidades a los enormes esfuerzos que se están haciendo o deberían hacerse en este terreno. En efecto, hay que hacer brillar ante los ojos de las generaciones jóvenes, el plan maravilloso de Dios sobre el amor conyugal, sobre la procreación y sobre la educación familiar; y esto sólo será creíble a través del testimonio de quienes lo están viviendo con todos los recursos de la fe.

Pues toda la Iglesia debe sentirse implicada en este esfuerzo. Por mi parte, ahora estoy aprovechando la ocasión de las audiencias generales del miércoles para presentar elementos de reflexión sobre la familia. El próximo Sínodo de los Obispos abordará "La misión de la familia cristiana"; estáis invitados no sólo a seguirlo con interés y atención, sino también a prestar colaboración en su preparación, dando a conocer en el seno de vuestras comunidades diocesanas vuestras reflexiones sobre los diferentes puntos del programa publicados por la Secretaría del Sínodo. Porque las tareas familiares podrán asumirse de forma cristiana sólo si se profundiza en la teología del matrimonio con toda su riqueza de gracias y su dimensión eclesial, y si esta espiritualidad se vive en la práctica dentro de los hogares.

Con estos sentimientos os expreso mi confianza a vosotros y a todos los hombres y mujeres de los Equipos de Nuestra Señora, así como a sus consiliarios; y os animo a engranar vuestros esfuerzos en la Iglesia, de acuerdo con la doctrina de la Iglesia y en armonía con los pastores de la Iglesia y con los otros Movimientos cuya acción es complementaria de la vuestra. Y de todo corazón os bendigo a vosotros y a vuestros seres queridos, en especial a vuestros hijos.

 



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