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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A UNA PEREGRINACIÓN DE LA DIÓCESIS ITALIA DE POZZUOLI


Sala de las Bendiciones
Miércoles 6 de febrero de 1980

 

Queridísimos hermanos y hermanas de la diócesis de Pozzuoli:

Saludo con afecto particular a todos vosotros, que habéis venido en tan gran número en peregrinación a las tumbas de los Apóstoles Pedro y Pablo. Sé que os acompaña vuestro obispo benemérito, mons. Salvatore Sorrentino, que cumple los cuarenta años de Ordenación presbiteral y los veinte de episcopal. A él va la mía, la nuestra felicitación fraterna.

Dirijo también un saludo a los representantes del cabildo de la catedral, del clero diocesano y religioso, y de las religiosas que trabajan en la diócesis. No quiero olvidar al señor alcalde de la ciudad de Pozzuoli y a los representantes de varias administraciones municipales. Y a todos los niños que veo en tan gran número entre vosotros, deseo darles un abrazo espiritual afectuoso.

A todos vosotros quiero expresar mi agradecimiento por la presencia de hoy. Esta me confirma vuestra arraigada fidelidad a la Sede de Pedro y vuestro anhelo de estrechar cada vez más los vínculos eclesiales mutuos. Os deseo de corazón una vida de prosperidad cristiana, que se convierta en testimonio eficaz de que una comunión auténtica con el Señor puede ser fuente de serenidad y de vigor. Tenéis detrás de vosotros una larga historia cristiana, pues cuando San Pablo vino a Roma desembarcó primero en Pozzuoli y allí encontró ya una comunidad de cristianos pequeña pero generosa, que lo acogió con gran hospitalidad (cf. Act 28, 13-14). Sed siempre dignos de esta antigua herencia, o mejor aún, hacedla madurar en plenitud para el bien vuestro y de cuantos os miran.

Estoy enterado también de que vivís en una zona donde florece el trabajo agrícola e industrial. Por ello, a la vez que rindo homenaje a vuestra laboriosidad, manifiesto mi esperanza segura de que sabéis santificarla diariamente con una firme y gozosa adhesión de fe al Evangelio y de amor a la Iglesia.

De modo especial deseo que las varias actividades diocesanas florezcan cada vez más, sobre todo lo referente al seminario, a la providencial institución del diaconado permanente, a las asociaciones católicas, y a los institutos de educación y de beneficencia. El Señor fecunde abundantemente con su gracia vuestro constante afán evangélico al servicio de los hermanos.

En prenda de estos votos y como signo de mi benevolencia, me gozo en concederos una bendición apostólica particular, que me complazco en hacer extensiva también a todos vuestros seres queridos y especialmente a los niños, a los enfermos y a los necesitados.

 



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