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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS COMITÉS CIENTÍFICO Y EJECUTIVO
DEL INSTITUTO PABLO VI DE BRESCIA


Sábado 26 de enero de 1980

 

1. Estoy muy contento de encontrarme con vosotros, miembros ilustres del Comité científico y del Comité ejecutivo del Instituto Pablo VI, para manifestaros mi aprecio y mi estímulo; y agradezco al doctor Giuseppe Camadini las palabras que ha querido dirigirme, interpretando vuestros sentimientos.

La diócesis de Brescia —en la que mi venerado predecesor Pablo VI vio la luz del sol y nació a la vida sobrenatural, y en la que se preparó para el sacerdocio— ha querido honrar la memoria del más grande de sus hijos del modo mejor. El Instituto Pablo VI, que ella ha querido y sostiene, podrá, en efecto, ser un medio realmente fundamental para el estudio de la vida, del pensamiento y de la obra de Pablo VI, y también para el estudio de los tiempos y vicisitudes, frecuentemente trágicas, en las que participó siempre con la limpidez de su testimonio sacerdotal y con las excepcionales dotes de su mente y de su corazón. Mi sincera gratitud a la diócesis de Brescia por el compromiso que ha asumido y por el servicio que intenta realizar.

Y expreso una gratitud igualmente sentida a todos vosotros, que habéis acogido la invitación de la diócesis de Brescia para dar al Instituto vuestra generosa y preciosa colaboración. Muchas veces, durante el primer año de mi pontificado, he tenido ocasión de recordar cuánto debe la vida de la Iglesia a la enseñanza y a la obra de Pablo VI. En mi primera Carta Encíclica le he reconocido como mi "verdadero padre" (Redemptor hominis, 4). Podéis comprender bien, por lo tanto, cuánto me alegra todo lo que hagáis para honrar su memoria y prolongar, en cierto modo, su presencia en medio de nosotros.

2. Cuanto más pasa el tiempo tanto mejor se comprende la grandeza del Papa Pablo VI. Y a esta comprensión debe orientarse el compromiso del Instituto y de todos vosotros. Permitidme que, junto con vosotros, recuerde algunas características de este compromiso.

Estudiad con amor a Pablo VI. En el curso de su vida no siempre fue comprendido; él conoció la cruz, no estuvo exento de "insultos" y "salivazos:' (cf. Homilía en la Capilla Papal, 16 septiembre de 1979). El amor, pues. es un acto de reparación debido a su memoria, además de una potente ayuda para penetrar en su espíritu y comprenderlo mejor.

Estudiadlo con rigor científico. La verdad hará siempre justicia a ese gran Papa, que inundó de luz y sabiduría al mundo entero durante 15 años.

Estudiadlo con la convicción de que su herencia espiritual continúa enriqueciendo a la Iglesia y puede alimentar la conciencia de los hombres de hoy, tan necesitados de "palabras de vida eterna".

3. Con un particular interés he sabido que estáis organizando un primer congreso internacional de estudio dedicado a la Encíclica Ecclesiam suam, que escribió Pablo VI en 1964. A esa Encíclica me remití en la Redemptor hominis (núm. 3), como par; continuar una reflexión y para sacar inspiración y consuelo. Pablo VI estudió la verdad de la Iglesia a lo largo de toda su vida. Exploró continuamente su profundidad, gustó su belleza, dejó que su espíritu fuese iluminado y conquistado por ella. Hasta el último aliento su pensamiento y sus energías fueron para la Iglesia, en una donación heroica de todas sus fuerzas. Los católicos de hoy tienen necesidad de modo particular de un amor así por la Iglesia, fuerte, fiel, generoso, a quienes vosotros, con vuestro estudio, podréis ayudar a crecer y a convertirse en luz y testimonio para beneficio de toda la humanidad.

Os conforte la bendición apostólica, que imparto con sincero afecto a vosotros y a todos vuestros seres queridos.

 



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