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VISITA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS OBISPOS VIETNAMITAS EN SU RESIDENCIA ROMANA


Convictorio vietnamita de Roma
Domingo 22 de junio de 1980

 

(El Papa, tras haber escuchado las palabras del cardenal Joseph-Marie Trinh van-Can, arzobispo de Hanoi, dirigió a los presentes, en francés, un improvisado discurso)

Habría mucho que hablar, pero quiero solamente explicaros por qué he venido aquí. No estaba previsto; pero después de vuestra visita "ad Limina", cuando me habéis dicho que quedaríais algún tiempo en Roma y teníais un Procura, entonces pensé: "Hay que hacer una visita a esa Procura y aprovechar la ocasión de que se hallan todos juntos, por primera vez, tantos obispos del Vietnam". Vivís lejos, muy lejos de Roma y no es fácil para vosotros viajar, venir hasta aquí. Por eso, cuando venís, conviene aprovechar la ocasión y veros las más veces posibles. Vuestro pueblo es un pueblo amabilísimo y eso yo ya lo sabía antes; pero ahora estoy totalmente convencido de ello. Antes de venir a Roma, conocía solamente a una mujer vietnamita que se había casado con un polaco y que vive en Cracovia, pero hoy he encontrado a muchas personas, mujeres y hombres, sobre todo hermanas y religiosas, sacerdotes y seminaristas; y al veros en vuestro ambiente, verdaderamente me doy cuenta de que sois un pueblo simpático y amable. Sé muy bien, y lo saben todos, que el pueblo vietnamita ha sufrido mucho, durante muchos años. Muchos de vuestros connacionales se encuentran fuera de vuestro país, también en Italia. Sé igualmente que vuestra Iglesia ha dado un excepcional testimonio, un testimonio de martirio, y creo que aquellas antiguas palabras que nos dicen "sanguis martyrum semen christianorum" se verifican en vuestro pueblo; porque con esa sangre de mártires de vuestro país y de vuestra Iglesia creció la fe de una generación y se conserva la fe de la generación actual y espero que se conservará la fe de las generaciones futuras. Admiro esa Iglesia, que es tan fiel, tan dinámica, aun teniendo muy pocos medios; medios que no pueden llamarse "ricos", porque de esos verdaderamente carecéis en efecto, pero incluso los medios "pobres" que tenéis son muy restringidos. Pero aun teniendo poquísimos medios, vuestra Iglesia sigue siendo tan fiel, tan dinámica, tan auténtica. Se ve hablando con vuestros obispos, se ve también hablando con los cristianos del Vietnam. Por eso, he querido venir a encontraros. Ha sido sencillamente una necesidad de mi corazón para con esta pequeña comunidad que se encuentra en Roma. Esto es señal de la comunión con toda la Iglesia que se encuentra en Vietnam y con todo el pueblo vietnamita. Para los obispos es una nueva señal de nuestra colegialidad no solamente efectiva, que se demuestra claramente, sino también de una colegialidad afectiva; y creo que se podrán buscar todavía otras circunstancias, otras ocasiones para demostrar estos dos tipos de colegialidad que deben estar unidos. Os agradezco mucho el que me hayáis recibido tan bien, tan cordialmente, tan calurosamente; creo que tras este encuentro estaré mucho más unido a vuestro pueblo, más ligado con la Iglesia que está en Vietnam. Tarea fundamental del Papa es la de estar ligado a las Iglesias, porque deben constituir un punto de enlace entre todas las Iglesias; y así veis que yo hago hoy esta visita en mi propio interés... De todos modos, debemos dar gracias al buen Dios, Nuestro Señor Jesucristo y a la Virgen y debemos continuar rezando por Vietnam y por la Iglesia que está en Vietnam. Sé que vosotros tenéis la costumbre maravillosa de reuniros en vuestra iglesia parroquial toda la comunidad, cada tarde, para la oración del anochecer; nuestro encuentro aquí hoy es un poco la imitación de esa vuestra costumbre; es una oración de la tarde con los vietnamitas, con los cardenales, arzobispos y obispos y con la comunidad vietnamita que se encuentra en Roma, representando a toda la comunidad católica del Vietnam.

Debemos agradecer al buen Dios y a la Virgen esta oportunidad imprevista. Creo que en este momento especialmente solemne podemos impartir la bendición, juntamente con los cardenales y obispos, a toda la comunidad aquí presente y, a través de ella, a toda la Iglesia que está en Vietnam y a todos los vietnamitas que están en Vietnam y a los esparcidos por todo el mundo.

 



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