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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
DURANTE SU VISITA AL VICARIATO DE ROMA


Martes 4 de marzo de 1980

 

Venerados y queridos hermanos:

En el programa del Papa no podía faltar una visita particularmente afectuosa, dedicada exclusivamente a todos los que prestan su meritoria obra pastoral en el Vicariato de Roma. Después del encuentro con la Pontificia Universidad Lateranense, con el Seminario Mayor Romano, y, el todavía más reciente, con el clero de Roma, he querido venir aquí, a la curia de mi diócesis, para deciros también una palabra de estímulo y de felicitación.

1. Un cordial saludo, ante todo, al queridísimo cardenal Ugo Poletti, Vicario General para Roma y distrito, y por tanto mi directo e inmediato colaborador en la solicitud pastoral referente a la Urbe. A él mi estima y mi gratitud por su entrega generosa e incansable. Estima y gratitud que deseo manifestar también al arzobispo vicegerente, a los obispos auxiliares, por el contacto cotidiano que han sabido establecer con los Párrocos, con los sacerdotes y con los fieles. Estima y gratitud que es obligado extender a todos los que de modos diversos y a diversos niveles, ponen a disposición su tiempo, su preparación, su inteligencia, su espiritualidad en los distintos departamentos en que está estructurado el Vicariato. Deseo saludar al prelado secretario con todos los miembros de la secretaría general; a los oficiales del "Centro pastoral para la evangelización y la catequesis"; del "Centro pastoral para el culto y la santificación"; del "Centro pastoral para la animación de la comunidad cristiana y los servicios socio-caritativos"; a los del "Departamento para las personas físicas y jurídicas"; a los del "Departamento administrativo", del "Departamento legal", del "Departamento técnico"; a los del "Tribunal ordinario" y del "Tribunal regional del Lacio"; y finalmente a los de los demás departamentos y comisiones.

2. He venido también para manifestaron a todos, con mucha sencillez y franqueza, mi satisfacción, mi agradecimiento y mi aprecio por vuestro trabajo, que, ha dado ya una aportación concreta y determinante para la renovación y el progreso pastoral de la diócesis de Roma. La articulada y varia estructura del Vicariato de la Urbe —tal como la quiso sabiamente y organizó mi predecesor Pablo VI, de venerada memoria, con la Constitución Apostólica Vicariae potestatis del 6 de enero de 1977, con el fin de llevar a la práctica las orientaciones teológicas, pastorales y prácticas, emanadas del Concilio Vaticano II— tiene necesidad de un personal adecuado a las nuevas exigencias, calificado por su preparación específica, por su espíritu de sacrificio, y especialmente por su límpido "sensus Ecclesiae". Y vosotros, venerados y queridos hermanos, habéis dado prueba, en muchas circunstancias, de poseer de manera distinguida este sentido de Iglesia, santamente orgullosos de vivir y trabajar en Roma, en la Iglesia fundada por los Apóstoles Pedro y Pablo, y por tanto profundamente conscientes de las exigencias que este privilegio comporta, según las palabras del mismo Pablo VI en el citado documento: "Sed eadem illa dignitas ac praestantia officium quoque necessarium secum fert salubriter praemonstrandi exemplum christianae vitae toti Ecclesiae Christi, quae vivit et agit in variis communitatibus christianis, Ecclesiis scilicet particularibus, per omnem terrarum orbem dispersis" (Vicariae potestatis, Introd.).

Ofreced siempre una demostración ejemplar de auténtica vida cristiana y sacerdotal tanto a los fieles de Roma, que entran en contacto con vosotros, como a los que, peregrinos del mundo, vienen a esta afortunada ciudad, centro del catolicismo, para venerar los lugares consagrados a la memoria de los Apóstoles, de los Mártires y de los Santos. Obrad siempre en comunión de fe y de caridad, participando y aportando vuestras ideas, pero especialmente vuestra acción generosa y constante, a la pastoral global en sus diversas formas, particularmente las que conciernen a la. catequesis, a la pastoral juvenil, al apostolado de los laicos, a la caridad, a la vida sacramental, a las relaciones entre fe y realidad social, sin tolerancias para seductoras formas que confluyen con fuerzas de antitética inspiración ideológica.

En un sereno y leal espíritu de servicio, tratad de mantener siempre un contacto directo con la vida pastoral en esta Roma, en la que los problemas humanos y espirituales son cada vez más amplios y complejos.

Yo estoy y estaré siempre cercano a vosotros con mi afecto y mi oración, seguro de encontrar en todos vosotros válidos y diligentes colaboradores, capaces de ayudarme y de aliviar mis preocupaciones para regir y gobernar "mi" diócesis.

La bendición apostólica, que os imparto de corazón, os acompañe en vuestro compromiso y en vuestro trabajo cotidiano.

 



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