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VIAJE APOSTÓLICO A ÁFRICA

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL PRESIDENTE DE KENIA*

«Casa del Estado», Nairobi
Miércoles 7 de mayo de 1980

 

Señor Presidente:

1. Deseo expresarle mi agradecimiento por su invitación a la "Casa del Estado". Me complace mucho tener un encuentro con Vuestra Excelencia y poder saludar a tantas personalidades distinguidas de su nación. Las pocas horas que llevo en Kenia me han dado posibilidad de hacer la experiencia personal de la tradicional hospitalidad africana, que es una realidad profundamente humana y cordial.

Al hablar hoy a usted y en usted a toda la nación de Kenia, considero obligado honrar en primer lugar la memoria del fundador y padre de esta República, el difunto Presidente, Mzee Jomo Kenyatta, que concluyó su vida de servicio a su pueblo hace menos de dos años. En el discurso que usted pronunció en el funeral oficial de aquél a quien llamó "mi padre, mi maestro y mi líder", sintetizó el significado de su aportación en las palabras siguientes: "En vida Mzee Kenyatta fue adalid de justicia y equidad. Defendió el respeto de la dignidad humana y la salvaguardia de nuestra cultura. Su preocupación por el bienestar de todo el pueblo de Kenia fue honda y constructiva. Todos le somos deudores...". En los años tempranos de esta nación consiguió unidad, creó espíritu de fraternidad e infundió voluntad de ir adelante en la construcción de la nación con el esfuerzo de todos. Dejó a Kenia una herencia magnífica y un programa estimulante.

2. Respeto a la dignidad humana, a la dignidad de cada hombre, mujer y niño, a la dignidad que posee todo ser humano no porque le haya sido adjudicada por los otros hombres, sino porque la ha recibido de Dios: ésta es la actitud fundamental a adoptar si se quiere conseguir un progreso real. Precisamente en esta persuasión y compromiso con la dignidad de cada ser humano es donde se encuentran la Iglesia y el Estado recorriendo un mismo camino. Señor Presidente: Sé que en muchas ocasiones usted ha manifestado públicamente su aprecio de la aportación que presta la Iglesia católica en su país al avance de su pueblo. Ello juntamente con la existencia de buenas relaciones entre su nación y la Santa Sede, y asimismo con la colaboración vigente en el campo de la educación, la sanidad y otros sectores del desarrollo humano, es motivo de gran satisfacción. Y también es prometedor para el futuro.

3. Quiero repetir en esta ocasión que la Iglesia está muy interesada por todas las necesidades del pueblo. Precisamente porque valora en tan alto grado la dignidad de cada ser humano, la Iglesia continuará cumpliendo su misión de acuerdo con su naturaleza, en favor del bien auténtico del hombre y de la sociedad, y para beneficiar a toda la persona humana.

Con este espíritu la Iglesia contribuye al desarrollo, unión, hermandad y paz entre personas y entre naciones. Por esta razón, la Iglesia levantará su voz e interpelará a sus hijos e hijas cada vez que, las condiciones de vida de individuos y comunidades no sean verdaderamente humanas, cada vez que no estén de acuerdo con la dignidad humana. Esta, asimismo, es la razón que me ha llevado a emprender mi primer viaje al continente africano: proclamar la dignidad e igualdad básica de todos los seres humanos y su derecho a la realización plena de su personalidad en todas  las esferas, tanto materiales como espirituales.

Señor Presidente: Me gustaría que esta breve reunión con usted y sus ilustres huéspedes, fuera para todos y cada uno, para todo el pueblo de Kenia, aliento, fraterno a caminar por la senda del verdadero progreso humano. Dios, Creador del hombre y de la naturaleza, os acompañe en vuestros esfuerzos por llevar adelante a Kenia, por construir una África próspera y por edificar una comunidad mundial en la unidad, en la justicia y en la paz.


*L'Osservatore Romano. Edición Semanal en lengua española, n. 20, p.11.

 



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