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VIAJE APOSTÓLICO A ÁFRICA

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL PRESIDENTE DE GHANA*

Acra, jueves 8 de mayo de 1980

 

Señor Presidente:

1. Le doy las más sinceras gracias por las palabras que me ha dirigido con ocasión de nuestro encuentro en la capital, Acra. Me siento profundamente honrado por los sentimientos de estima que usted ha manifestado hacia mi persona. Las acojo con gratitud, porque sé que pretenden honrar, no a mi persona, sino al Jefe de la Iglesia católica, que ha venido a la amada nación de Ghana en calidad de peregrino de paz. Deseo renovar una vez más mi aprecio por la invitación que usted con tanta gentileza, lo mismo que mis hermanos obispos, me hizo para visitar su país y su pueblo.

Como tuve ocasión de decir, al anunciar oficialmente mi visita a África, el fin de este viaje es el de ejercer mi ministerio universal y honrar personalmente la Iglesia en África. Por lo que se refiere a Ghana, dije también que éste es el año en que la Iglesia católica celebra el centenario de su implantación en esta parte del gran continente africano. Era, pues, para mí muy importante expresar, de manera especial, la alegría de toda la Iglesia por esta gozosa efemérides. Espero también que mi visita contribuya a la promoción del progreso auténticamente humano en Ghana y en toda África, al servicio de la fraternidad universal y de la paz. Desde mi llegada esta mañana, he recibido ya muchas expresiones de gentileza de la población de la capital; deseo aprovechar esta ocasión para manifestar, por mecho de su persona, mi gozosa gratitud a todos.

2. Con mi presencia aquí hoy, Señor Presidente, quiero honrar a toda la nación de Ghana, con la riqueza de su historia, de su gente, de su cultura y de sus acontecimientos, en una palabra, con su patrimonio y genio auténticamente africanos y de Ghana, así como por el justo lugar que este país ocupa entre las naciones de este continente y del mundo. La historia de mi país natal, una historia hecha de momentos de grandes éxitos y de alegría, pero también de períodos de sufrimientos y tristeza, me ha hecho especialmente consciente de la gran exigencia de respetar los valores específicos de cada pueblo y de cada nación; sus tradiciones, aspiraciones y derechos entre todas las naciones que forman parte de la comunidad mundial. África —como cada una de las naciones que la forman— tiene mucho que ofrecer a los esfuerzos comunes de todos los pueblos que aman la paz.

Muy frecuentemente, las relaciones entre Estados y Gobiernos, especialmente cuando se las considera en el contexto del desarrollo político y económico, se plantean simplemente en términos de meros intereses limitados, de consolidación de posiciones ya dominantes, o de presión ejercitada a través de la asistencia, con el resultado que las naciones más viejas y económicamente más avanzadas ignoren que las naciones jóvenes tienen que ofrecer mucho más que una simple parte de sus recursos naturales o convertirse en mercado para los productos de las naciones industrializadas.

3. Hay tantos valores encarnados en la cultura de las naciones africanas, que no sólo pueden contribuir a la construcción de cada nación, sino que pueden enriquecer a otras naciones y a otros pueblos. Porque África tiene algo especial que ofrecer al mundo. Uno de los aspectos originales de este continente es su diversidad, pero una diversidad que se conserva intacta por la unidad innegable de su cultura: una concepción del mundo en la que lo sagrado ocupa un puesto central; una profunda conciencia del vínculo existente entre el Creador y la naturaleza; un gran respeto por toda forma de vida; un sentido de la familia y de la comunidad, que florece en la acogida y en la hospitalidad abiertas y gozosas; una reverencia por el diálogo como medio para arreglar los contrastes y para compartir puntos de vista: espontaneidad y alegría de vivir, expresadas en el lenguaje poético, en el canto y en la danza. Todos estos aspectos manifiestan una cultura rica y una dimensión espiritual que comprende todo. He aquí el rasgo distintivo que determina la unicidad de la cultura africana. He aquí lo que une a tantos pueblos africanos, sin menoscabar en modo alguno esa inmensa riqueza de expresiones locales, o riel patrimonio de cada uno de los grupos o regiones.

Mi origen, mi formación y mi historia me han enseñado a atribuir un valor grandísimo al poder que la cultura ejerce en cada pueblo. Durante mi visita a Polonia, expresé esta convicción con las palabras siguientes: "La cultura es la expresión del hombre, es la confirmación de la humanidad. El hombre la crea y, mediante ella, el hombre crea a sí mismo. Se crea a sí mismo con el esfuerzo interior del espíritu, del pensamiento, de la voluntad, del corazón. Y, al mismo tiempo, crea la cultura en comunión con los otros. La cultura es la expresión del comunicar, del pensar juntos y del colaborar juntos de los hombres. Nace del servicio al bien común y se convierte en bien esencial de las comunidades humanas" (Gniezno, 3 de junio de 1979). Por esto digo a Ghana y a toda África: preserva tu cultura, enriquécela a través del intercambio con otras culturas, pero no permitas que tu cultura muera. Consérvala viva, y ofrécela como tu aportación a la comunidad mundial.

Cada nación da su aportación cultural a la familia de las naciones, y a través de la expresión legítima de los valores y tradiciones se hace posible crear una armonía entre los pueblos que trasciende las diferencias de cada parte, los prejuicios y las rivalidades. Esta armonía edificada sobre el respeto y sobre la apertura respecto a los valores de los otros, y de modo especial, a los valores morales y espirituales, contribuye a hacer posible una acción concertada para tratar los problemas que sobrepasan las fronteras de cada una de las naciones. África está llamada a hacer surgir ideales nuevos y nuevas instituciones en un mundo que manifiesta signos de cansancio y de egoísmo. Estoy convencido de que vosotros, africanos, podéis realizar esto.

4. Al invocar el respeto a los valores morales y espirituales en el ámbito de la colaboración internacional, he tocado un tema que considero fundamental para todas las relaciones que existen en la sociedad. Todas las estructuras que se crean para manifestar las necesidades y las aspiraciones se refieren a la persona humana, porque tienen como finalidad servir a cada persona humana, y a la comunidad humana en su conjunto. Esto vale de modo particular por lo que se refiere a las estructuras y actividades políticas. En mi alocución ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, en el mes de octubre pasado, dije que toda actividad política "procede del hombre, se ejerce mediante el hombre y es para el hombre. Si tal actividad se separa de esta fundamental relación y finalidad, se convierte, en cierto modo, en fin de sí misma y pierde gran parte de su razón de ser. Más aún, puede incluso llegar a ser origen de una alienación específica; puede resultar extraña al hombre; puede caer en contradicción con la humanidad misma. En realidad, la razón de ser de toda política es el servicio al hombre, es la asunción, llena de solicitud y responsabilidad, de los problemas y tareas esenciales de su existencia terrena, en su dimensión y alcance social, de la cual depende a la vez el bien de cada persona".

He querido recalcar esta idea, Señor Presidente, porque estoy profundamente convencido de ella, y porque ésta es la enseñanza de la Iglesia a cuya guía Dios me ha llamado: o sea, que todo esfuerzo en el campo de la promoción humana está destinado a fracasar, a no ser que se respete, se defienda y promueva la alta dignidad de cada ser humano en toda circunstancia. Esta debe ser la motivación no sólo de las autoridades, sino también de cada uno de los ciudadanos, de cada hombre y mujer de este bellísimo país, los cuales están llamados a colaborar para que a cada uno le sea dada la posibilidad de vivir su vida coherentemente con la dignidad humana.

5. Sí, Señor Presidente, Ghana es un país bellísimo, rico de tradiciones culturales y de la potencialidad de su pueblo, está dotado de recursos naturales, especialmente en el sector de la agricultura. Espero que, bajo la guía de las autoridades, todos los ciudadanos trabajen lealmente unidos sin deber renunciar a ninguno de los propios valores culturales, pero también sin permitir que surjan fronteras entre cada uno de los ciudadanos y sus grupos: que trabajen juntos con total dedicación e inteligencia para que la tierra produzca frutos en abundancia. Vosotros tenéis vuestras ciudades con creciente concentración de pueblo, donde pueden surgir problemas de alojamiento, educación y trabajo y exigir medidas valientes para garantizar que ninguno sea excluido de los beneficios del progreso. Pero hay también áreas rurales, en las que vive todavía la mayor parte de la población, y en las que existe una verdadera potencialidad que podrá contribuir al esfuerzo nacional de desarrollo. Porque la justicia exige que nadie deba sufrir hambre, y que a nadie le falte la posibilidad de realizar su potencialidad plena, tanto espiritual como material, la sociedad debe estimar también el trabajo agrícola como una actividad que ennoblece, y la condición y la dignidad de las poblaciones rurales deben ser constantemente mejorarlas.

6. Puedo asegurar, Señor Presidente, que la Iglesia católica está siempre disponible para ofrecer su aportación específica, a través de la colaboración de sus jefes y de todos sus miembros. La Iglesia no tiene ningún plan o proyecto de naturaleza política o económica. La aportación más eficaz a largo plazo que ella puede ofrecer al desarrollo de una nación es el de elevar la conciencia moral y ética de la gente por lo que se refiere a las exigencias de la justicia, del amor social y de la colaboración fraterna, exaltando el desarrollo integral de la persona, para hacer así que este desarrollo no se conciba en sentido materialista, haciendo a cada persona consciente de su dignidad, como don de Dios. Y como es bien sabido, la Iglesia en África, desde el comienzo, siempre ha promovido y colaborado en iniciativas concretas en el campo de la educación, cuidados sanitarios, alfabetización y en otros muchos campos. Está dispuesta a proseguir esta colaboración y este compromiso de acuerdo con su misión y naturaleza, respetando plenamente el papel legítimo y la autoridad del Estado.

Señor Presidente, el dinamismo y las virtudes de su pueblo pueden garantizar un gran porvenir para África. Que Ghana pueda cumplir su misión para el destino de este continente, es mi ferviente deseo y mi plegaria de hoy.


*L'Osservatore Romano. Edición Semanal en lengua española, n. 21, p.8.

 



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