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ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS PARTICIPANTES EN EL CONGRESO DE LA ASOCIACIÓN
NACIONAL FRANCESA DE DIRECTORES DE PEREGRINACIONES


Viernes 17 de octubre de 1981

 

Queridísimos amigos:

Llegáis de Loreto, donde acabáis de celebrar unas Jornadas de amistad, reflexión y oraciones, que os han dado nuevas energías para cumplir la misión especial que vuestros respectivos obispos os han confiado. No esperéis del Papa, en esto breve encuentro, una exposición sobre la manera de ser hoy director diocesano de peregrinaciones. Pero dejadme al menos claros las más cordiales gracias por esta visita y deciros que participo en vuestras alegrías y en vuestras preocupaciones pastorales.

1. Nunca os sentiréis lo suficientemente dichosos y agradecidos al Señor por tener que guiar a vuestros hermanos cristianos por los altos lugares de espiritualidad y en momentos privilegiados de su existencia. Amad apasionadamente ese servicio eclesial, que, quizá un poco eclipsado en estos últimos años, vuelve a encontrar ahora felizmente casi por todas partes su justa expresión, a menudo bien revalorizada. Si pudiera conversar con alguno de entre vosotros, estoy seguro de que me haríais partícipe de gozos sacerdotales profundos y numerosos a causa de las maravillas realizadas por el Señor en el alma de los peregrinos.

2. Os sentís también muy felices por haber contribuido a ensanchar y preparar bien vuestros equipos diocesanos o regionales de la pastoral de peregrinaciones. En este sentido, vuestros predecesores tienen derecho a vuestro respeto y a vuestra gratitud. Habéis podido buscar, formar y sostener numerosos colaboradores, tanto entre los laicos como entre vuestros hermanos sacerdotes, y entre los religiosos y religiosas. Estad seguros de que el Papa aprueba vuestras tareas y os alienta. Para que vuestro gozo conserve su lozanía evangélica, mantened ante todo en el interior de vuestros equipos los lazos de una fe y una oración ardientes, conjugad con frecuencia vuestras capacidades de reflexión y vuestras experiencias, compartid las responsabilidades, convertidas incesantemente en prueba de feliz imaginación. Que ningún equipo diocesano se vanaglorie de haber encontrado al fin la fórmula ideal, sino que todos sigan vigilantes y ayuden con su dinamismo apostólico a los que a veces tengan dificultades.

3. Os alegra también, y debe alegraros siempre, el superar los problemas de organización, transporte, alojamiento, presupuestos —que ciertamente tienen su importancia— y de ingeniaros para orientar las almas y los corazones de vuestros peregrinos por un camino de conversión. En este aspecto, vuestro ejemplo personal, como el de vuestros colaboradores, es capital. Tenéis ante todo la responsabilidad del ambiente que hace caminar a las almas hacia la luz de Dios. Incluso jóvenes y adultos, más o menos alejados de la fe, quedan impresionados por las asambleas de cristianos que oran y cantan. Sabemos que San Agustín, en Milán, se sintió conmovido por la melodía de los Salmos y que Paul Claudel fue tocado por la gracia durante las Vísperas de Navidad en Nuestra Señora de París. Vuestra alegría de organizadores es sencillamente una participación del gozo de Dios, Pastor de su pueblo, que brilla a través de la Biblia y el Evangelio.

4. Vuestro gozo, finalmente, se basa en comprobar que la peregrinación es como avanzar o descubrir la misión que incumbe a todo cristiano. Numerosas confidencias personales, como los testimonios o los retiros espirituales que se hacen cada vez más durante las peregrinaciones o después de ellas, os permiten conocer y admirar a los adultos y jóvenes que se abren a una fe mejor integrada en su vida concreta, a responsabilidades precisas en la Iglesia o en su propio modo de vida, mientras algunos comienzan a percibir la llamada de Cristo a la donación total.

5. Yo quisiera, por último, ayudaros en vuestras preocupaciones pastorales. Conozco vuestra inquietud por encauzar o al menos orientar un "turismo religioso" que tiende a desarrollarse paralelamente a la expansión de verdaderas peregrinaciones, con el único objetivo de visitar los supremos lugares espirituales. En este aspecto, conviene mantener o suscitar, con los responsables y promotores de ese turismo, relaciones y diálogo que puedan fructificar con el tiempo.

6. Lleváis igualmente, de una peregrinación a otra y de un año pastoral a otro, la preocupación de alimentar doctrinalmente a las muchedumbres que reunís. Medid cada vez más vuestra responsabilidad en este sector concreto. Hay temas doctrinales y apostólicos de gran importancia, que conviene tocar y ahondar con valentía. Las peregrinaciones se han convertido, antes, durante y después de su realización, en un momento especial de la catequesis en la Iglesia (cf. Catechesi tradendae, 47). Podéis contribuir singularmente a un aumento del ansia doctrinal en el pueblo de Dios, la cual sigue siendo condición absolutamente esencial para su vitalidad espiritual y apostólica. Se podrían citar hermosos ejemplos de temas de peregrinación, muy cuidadosamente preparados, vividos e integrados seguidamente en la vida cotidiana.

7. Pienso también que acierto al subrayar vuestra preocupación por la calidad de las ceremonias que estructuran las jornadas de la peregrinación, sobre todo por las celebraciones de la Eucaristía y del Sacramento de la Reconciliación, del que importa mucho mantener su dimensión personal. Ya se ha hecho no poco en este aspecto. Sabemos que incluso muchos organismos, entre ellos el Centro pastoral de acogida a peregrinos de lengua francesa, contribuyen a ello. Vigilad mucho y constantemente para que toda ceremonia sea digna, vivida, devota, fiel a las normas sabiamente prescritas por el Papa y los obispos; en una palabra, ejemplar. Las celebraciones, realizadas a lo largo de una peregrinación, pueden causar mucho bien —o, desgraciadamente, demasiado poco— a los participantes generalmente bien dispuestos. Acordaos también que tales ceremonias hacen frecuentemente escuela a través de las comunidades parroquiales de las diócesis. Medid vuestra responsabilidad.

8. Queridos amigos: Tenéis en las manos una llave para el porvenir religioso de nuestro tiempo: las peregrinaciones cristianas que se vuelven a descubrir y vivir en todas sus dimensiones y exigencias, y que pueden corresponder a esa ansia más o menos consciente de hombres y de creyentes insatisfechos por el ambiente materialista actual. Las concentraciones religiosas, demasiado despreciadas por algunos, podrían evitarles la aventura de una adhesión a grupos que buscan en fuentes equívocas cierto calor humano y religioso. Es el momento de adjudicar a la pastoral popular de la peregrinación un puesto igual, al menos, del que se debe dar a la indispensable formación de una élite. Sería muy de desear la promoción de ambas, no oponiéndolas una a otra, sino en forma complementaria y dinámica. Con esta esperanza os bendigo de corazón a vosotros y a todos vuestros devotos colaboradores.

 



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