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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A UN GRUPO DE GITANOS CON OCASIÓN DEL II CONGRESO
INTERNACIONAL DE PASTORAL DE NÓMADAS

Castelgandolfo
Martes 16 de septiembre de 1980

 

Doy las gracias a los cardenales Sebastiano Baggio y al cardenal Léon-Etienne Duval, a los obispos y a todos los miembros del Congreso organizado por la Comisión para la Pastoral de las Migraciones y del Turismo, y a su arzobispo Pro-Presidente, mons. Emanuele Clarizio. Gracias por esta obra . He de dar las gracias a todos por vuestra visita. Habéis venido para manifestar vuestra entrega a la Iglesia y a la persona del sucesor de Pedro.

Sé que queríais haber tenido esta velada el domingo pasado y os desilusionasteis al saber que yo estaría en Siena... Me gozo en encontrarme con vosotros hoy, escucharos y escucharnos mutuamente, con esta música tan famosa, pero sobre todo con vuestros corazones que son ciertamente sinceros y están abiertos. Una señal particular de esta apertura es la presencia de las familias y sobre todo de los niños que se las han arreglado para venir los primeros junto al Papa. Me da alegría saber que habéis celebrado una reunión de oración, según ha dicho vuestro consiliario. Os habéis congregado para orar, para conocer mejor a Jesucristo, su palabra y su obra, y para participar en esta palabra, en esta obra, pues es palabra viviente que forma nuestra vida. Claro está que también estas reuniones religiosas de oración sirven para formar vuestra vida personal, familiar, cristiana... Me han dicho los representantes de varios grupos italianos y otros, por ejemplo, de Yugoslavia; que encontráis apoyo particular en la Iglesia; encontráis sacerdotes y religiosas que comparten vuestra vida, y con su cercanía procuran formar la comunidad cristiana entre vosotros. Esta es la misión de la Iglesia; y trata .de cumplirla también en este campo especifico. El Papa Pablo VI estaba muy abierto a vosotros, a reunirse con vosotros y animar la misión de la Iglesia entre vuestras comunidades. Como sucesor suyo, también yo quiero continuar esta obra, especialmente con la ayuda de la Comisión dedicada específicamente a esta obra y con la ayuda de los obispos y sacerdotes que os atienden. Espero que el encuentro de hoy marque el comienzo de otros posibles encuentros.

Deseo ahora concluir, junto con los cardenales y obispos presentes, impartiéndoos la bendición para todos los presentes, para vuestras familias y para todos los miembros de vuestras comunidades en Italia, en Europa y en el mundo.

 



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