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PALABRAS DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL REGRESAR AL VATICANO


Patio de San Dámaso
Viernes 14 de agosto de 1981

 

Deseo saludar a todos con nuestro saludo acostumbrado: Alabado sea Jesucristo.

Quiero darles las gracias por su presencia, comenzando por los eminentísimos cardenales y concluyendo por los más pequeños, los niños de ocho meses. Gracias a Dios el Papa vuelve a su casa, han dicho algunos. Y he contestado: un poco de paciencia, hasta ahora sólo he llegado al patio de San Dámaso. Pero he ido antes de nada a rendir homenaje a San Pedro Apóstol en su tumba, para agradecerle el haber querido mantener a este sucesor suyo todavía un poco, no obstante todos los riesgos. Luego, he visitado también las tumbas de mis predecesores y he pensado que podía haber habido otra tumba más... Pero el Señor lo ha hecho de otra manera; y la Virgen —recordemos todos bien que aquel día era 13 de mayo— ha colaborado a este "de otra manera". Misericordia Domini, quia non sumus consumpti.

Esto es cuanto puedo deciros ahora en esta circunstancia al dar las gracias a todos; y no sólo por vuestra presencia, sino sobre todo por vuestras oraciones y vuestro amor. No puedo menos de poner de relieve un hecho especial, y es que el señor cardenal Decano iba cada día al Policlínico para expresar el vínculo, la comunión del Colegio Cardenalicio con el Papa, y también para decir: el Papa no debería estar aquí, debería estar en el Vaticano. Me siento feliz hoy de realizar el deseo sublime de Vuestra Eminencia.

Y ya que estamos en un período que en Roma se llama Ferragosto, una vez más a todos deseo un buen "Ferragosto".

 



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