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VIAJE APOSTÓLICO A EXTREMO ORIENTE

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
EN EL HOSPITAL DE HILL OF MERCY


Nagasaki, jueves 26 de febrero de 1981

 

Mis queridos amigos:

1. No puedo dejar la ciudad de Nagasaki sin venir a Megumi No Oka, esta colina de gracia y misericordia. Durante mi estancia en Hiroshima he hablado dos veces sobre la amenaza de las armas nucleares para el futuro de la humanidad, la primera vez en el Parque del Memorial a la Paz, y después a los hombres y mujeres de la ciencia y la cultura. Con una profunda emoción saludo hoy a todos, aquellos que aún llevan en sus cuerpos los signos de la destrucción que tuvo lugar el día de la inolvidable explosión. Lo que vosotros sufristeis ha infligido también una herida en el corazón de todos los seres humanos de la tierra. Vuestra vida hoy, aquí, es el llamamiento más convincente que puede dirigirse a todos los hombres de buena voluntad, el llamamiento más convincente en contra de la guerra y en favor de la paz. Viene a la memoria en. este momento las palabras del alcalde de Hiroshima dos años después del día de la primera explosión nuclear: "Aquellos que han experimentado y sentido plenamente la angustia y el pecado de la guerra, denunciarán la guerra absolutamente como la última agonía, y desearán la paz de modo más apasionado". Os somos deudores por el llamamiento vivo y constante a la paz que vosotros sois.

2. Quisiera dirigir también una palabra especial de reconocimiento a los doctores y enfermeras y a todas las demás personas que se dedican a dispensaros los mejores cuidados posibles. A ellos les aseguro mi estima y les animo a continuar su admirable trabajo de curar y ayudar. También un saludo especial para las religiosas de esta institución, que están tan dedicadas a este trabajo de misericordia cristiana. Recuerdo con gratitud la memoria de la fundadora de esta casa, la hermana Magdalena Esumi, que la dirigió desde sus mismos comienzos hasta el momento en que el Señor la llamó, hace unos meses. En este servicio diario de amor, las hermanas hacen palpable el amor de Cristo, el Hijo de Dios, que mostró un especial amor por los que sufren, los enfermos y los débiles.

3. Asegurándoos mis oraciones, os dejo a todos estas palabras de Cristo: "Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia" (Mt 5, 7). En mi Encíclica sobre la misericordia de Dios he puesto de relieve el profundo significado de todo acto de misericordia, al decir: "Sólo entonces, en efecto, es realmente un acto de amor misericordioso: cuando, practicándola, nos convencemos profundamente de que al mismo tiempo la experimentamos por parte de quienes la aceptan de nosotros" (núm. 14; L'Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 7 de diciembre de 1980, pág. 7). Que este pensamiento sea para todos vosotros en Megumi No Oka una inspiración para vuestro trabajo y vuestra vida, y que sea la fuerza que construya y mantenga una unidad de amor digna de ser vista por todos. Que Dios os bendiga a todos.

 



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